El viaje de vuelta a la democracia de Tailandia puede ser escabroso, dado que la junta militar y el gobierno que ella misma designó tienen ideas diferentes sobre el derecho de la oposición a celebrar actos públicos.
Antes de que concluyera esta semana, el primer ministro Surayud Chulanont anunció fechas posibles para las próximas elecciones parlamentarias, el 16 o bien el 23 de diciembre.
Antes, en septiembre, se celebrará un referéndum sobre una nueva Constitución, que sería la número 18 desde que este país se convirtió en una monarquía constitucional en 1932.
Pero el ofrecimiento de esta zanahoria a los partidos políticos no llegó sin palos.
El mismo jueves 29, el gobierno anunció que podría imponer severas leyes de emergencia para hacer frente a las manifestaciones de oposición a la junta que asumió el poder el 19 de septiembre, al derrocar al primer ministro Thaksin Shinawatra.
"Ahora intentamos crear un buen entendimiento entre diferentes grupos en la sociedad, para no dejar que la situación desemboque en una crisis nacional", dijo Surayud, según informó el viernes el diario The Nation. "No quiero enfrentamientos entre el pueblo tailandés".
Pero el periódico agregó que el primer ministro "también decidió no declarar un estado de emergencia por el momento, pero lo haría si no le quedaran más opciones".
Pocos días antes, el general Sonthi Boonyaratglin, líder de la junta militar, había urgido al gobierno a restablecer el estado de emergencia en la capital tailandesa para frenar las crecientes manifestaciones convocadas por organizaciones opositoras al golpe.
En las protestas más grandes en Bangkok participaron entre 2.000 y 3.000 personas. Entre ellas figuran grupos que apoyaban al depuesto Thaksin y a su partido Thai Rak Thai, así como organizaciones prodemocracia.
Los involucrados en protestas callejeras antigolpistas se niegan a aceptar el discurso del gobierno, según el cual podrían desatar actos de violencia.
"La historia está de nuestro lado. En el pasado, las protestas nunca se volvieron violentas. La violencia viene del Estado, que toma medidas enérgicas contra los manifestantes", dijo Pokpong Lawansiri, de la Red 19 de Septiembre Contra el Golpe.
"Estas amenazas están restringiendo nuestra libertad de expresión", advirtió. "Es normal que haya grupos saliendo a las calles y criticando al gobierno antes de una elección. Nos opondríamos a cualquier clase de restricciones sobre las manifestaciones populares".
Analistas políticos también cuestionan al gobierno por considerar la sanción de una ley de emergencia que sofoque protestas antes del referéndum y las elecciones.
"No se puede tener elecciones libres y limpias si se prohíbe las protestas", dijo Giles Ungpakorn, cientista político de la Universidad de Chulalongkorn, en Bangkok. "Eso solamente aumentará un ambiente ya tenso."
Tailandia presenció por última vez un enfrentamiento sangriento entre grupos prodemocráticos y militares a comienzos de los años 90, luego de que la junta gobernante se negó a una apertura.
De hecho, algunos ven el anuncio de elecciones para este año como un intento del gobierno de Surayud de enfriar los ánimos políticos, caldeados en torno por medidas que ensucian las credenciales democráticas del país.
Entre ellas figura la cuestión, todavía sin resolver, de si un primer ministro debería ser elegido en las urnas o designado por el rey después de las elecciones parlamentarias.
"El anuncio de celebrar comicios este año podría ser un intento del gobierno de comprar paz y tranquilidad para el resto del tiempo que le queda", dijo a IPS Michael Nelson, un académico alemán especializado en cultura política tailandesa. "Hay muchos asuntos políticos sin resolver con los que el gobierno está lidiando".
Aunque electos con mayorías aplastantes, los sucesivos gobiernos del partido Thai Rak Thai hicieron poco por fortalecer a esta joven democracia de Asia sudoriental.
Los críticos acusaron a Thaksin de usar su mandato para debilitar a instituciones independientes que controlaban abusos políticos, además de incurrir en nepotismo y corrupción.
Más de seis meses después del golpe, la junta y el gobierno por ella designado luchan para mantener la buena voluntad del público de la que disfrutaron al principio. Recientes encuestas de opinión pública vieron desplomarse la popularidad del gobierno por debajo de 50 por ciento, y cayendo aún más.
No sorprende que los propios sectores de la sociedad civil tailandesa que lucharon para librarse de Thaksin urjan ahora al gobierno a ser más receptivo a los sentimientos del público para restablecer su credibilidad que a cerrarle la puerta al estado de ánimo en las calles.
"El gobierno y la junta deberían más participación al público. Abrir más canales para que la gente dé rienda suelta a sus opiniones mejoraría la atmósfera política", dijo Surapong Kongchantuek, miembro del Consejo de Abogados de Tailandia, según citó el periódico Bangkok Post el viernes. ***** +TAILANDIA: Diálogo no, bombas sí (https://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=40168) (FIN/IPS/traen-js-mj/mmm-rdr/ap ip hd/07)