MUJERES-ASIA: El desconsuelo de las ex esclavas de Japón

Lee Yong Soo espera una disculpa de Japón desde 1945, cuando concluyeron los tres años que sufrió como esclava sexual del ejército imperial. Tenía 16 cuando la arrancaron de su Taiwan natal para llevarla al infierno de Corea del Sur. Hoy tiene 78.

"No ha cambiado nada, excepto que ahora tengo arrugas. Día tras día me rondan los recuerdos de tormentos: los soldados japoneses me pegaban, me daban choques eléctricos y me violaban. Lo único que pido es una disculpa sincera", dijo Lee.

Esta mujer se ha negado a recibir dinero del gobierno japonés y rechazó varios pedidos de perdón emitidos por sucesivos gobiernos japoneses desde 1993. No fue la única que consideró que tales disculpas eran falsas.

El primer ministro conservador Shinzo Abe pareció confirmar esa percepción a comienzos de marzo, cuando dijo que no existe prueba alguna de que esas 200.000 mujeres hubieran sido obligadas a someterse a los soldados imperiales.

Junto con otras dos mujeres en su misma situación, Lee viajó a Washington para brindar testimonio sobre su calvario ante la Cámara de Representantes de Estados Unidos, en lo que consideraron un último intento por lograr una disculpa oficial, completa y sincera.

Son las llamadas "mujeres de consuelo", eufemismo con que se alude a las niñas, adolescentes y jóvenes capturadas por el ejército imperial japonés para prostituirlas durante la ocupación de varios países asiáticos entre 1932 y el fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945.

La mayoría de estas mujeres sobreviven, incapacitadas de trabajar, gracias a subsidios otorgados por sus países. Japón, entonces potencia militar y aún hoy potencia económica regional, niega su responsabilidad.

"Quiero contarle a todo el mundo lo que el ejército japonés le hizo a las jóvenes e indefensas asiáticas cuando colonizaron nuestros países. Quiero que esos terribles abusos no se olviden ni se repitan jamás", explicó.

Pero testimonios como el de Lee chocan contra la persistente negación del gobierno japonés.

Abe desató una ola de protestas cuando declaró ante la Dieta (parlamento japonés) que "ningún testimonio" respecto de la explotación de esclavas sexuales a manos del ejército imperial "está basado sobre prueba alguna".

Las ex esclavas y sus defensores recibieron otro duro golpe el jueves: unos 120 legisladores del conservador y gobernante Partido Liberal Democrático presentaron una moción que diluye los incompletos pedidos de disculpa oficiales del pasado.

Abe sostuvo que apoyó la declaración formulada en 1993 por el entonces secretario del gabinete, Yohei Kono, en la cual el gobierno admitía las tácticas coercitivas del ejército japonés contra las mujeres explotadas en burdeles militarizados montados en el frente de batalla.

Sin embargo, la posición del gobierno japonés es ambigua, pues implica una aceptación de responsabilidad moral pero no legal.

El diario derechista Yomiuri, el de mayor circulación de Japón, sostuvo en su editorial del miércoles que "el curso natural de los acontecimientos es revisar la imprecisa declaración de Kono".

El periódico advirtió que esa declaración fue "una equivocación del gobierno" que respondió a "presiones de Corea del Sur".

"Ahora no debe cometer el mismo error diplomático" en caso de que la Cámara de Representante de Estados Unidos apruebe una resolución de condena a las prácticas del ejército imperial anteriores a 1945, agregó el diario Yomiuri.

El gobierno japonés se muestra decidido a ejercer presión contra un proyecto en ese sentido, presentado ante la Cámara de Representantes estadounidense por el legislador Michael Honda, del opositor Partido Demócrata.

La iniciativa de Honda exigiría a Japón "reconocer formalmente, disculparse y admitir clara e inequívocamente su responsabilidad histórica por la coerción que ejercieron sus Fuerzas Armadas Imperiales sobre mujeres jóvenes y niñas, para usarlas como esclavas sexuales desde la década del 30, época de la guerra y colonización de Asia y las islas del Pacífico".

Por su parte, el actual secretario del gabinete japonés, Yasuhisa Shiozaki, dijo que su país considera respuestas a esa iniciativa, entre ellas la publicación de pruebas contra medios de comunicación estadounidenses que trataron el asunto basados sobre interpretaciones inapropiadas.

Pero el centro de la última protesta es la interpretación de "coerción" que hizo Abe y que, además, le costó definir.

En un "sentido restringido", ese término significa "irrumpir en las casas de las mujeres y secuestrarlas", mientras que en un "sentido más amplio" puede indicar que las mujeres "no quisieron ir pero accedieron dadas por las circunstancias", dijo el jefe de gobierno a la prensa.

Esas declaraciones entreveradas, según el periodista Setsuo Naganuma, revelan la negativa de Japón a afrontar con su oscuro pasado de los tiempos de guerra.

"Hay mucha evidencia que respalda la existencia del sistema de 'mujeres de consuelo'. ¿Por qué tiene tantas vueltas esta flagrante violación a los derechos humanos?", se preguntó.

Ese manoseo convirtió el problema de la prostitución militarizada a cargo de Japón en una de las discusiones históricas más crudas en este país.

En 1995, las autoridades crearon el semigubernamental Fondo de Mujeres Asiáticas, que recibía donaciones privadas para apoyar a ex esclavas de Corea del Sur, Filipinas y Taiwán, que, además, recibían cartas personales de disculpa de sucesivos jefes de gobierno japoneses.

El Fondo entregó unos 14,6 millones de dólares a unas 360 víctimas, pero se disolverá, de acuerdo con la norma que lo creó, a fines de este mes.

Esa organización "representa una disculpa sincera del gobierno japonés a las ex mujeres consuelo. Al entregar una indemnización y una carta oficial, Japón hizo lo mejor que pudo para asumir su responsabilidad por lo sucedido en el pasado", señaló el ex primer ministro socialista Tomichi Murayama.

Pero los críticos consideran que los intentos de reconciliación de Japón no han sido exitosos.

Lee, por ejemplo, es una de las ex esclavas que se negaron a recibir dinero, pero que pretenden una disculpa sincera del gobierno.

Según los activistas hay muchas más como ella, pero el gobierno japonés no reveló sus nombres.

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