AMBIENTE-MALASIA: Más incineradores en el horizonte

Malasia insiste con instalar nuevos incineradores para reducir sus gigantescos basurales, en medio de protestas que ya han impedido la construcción de dos plantas.

Incineradora en el área industrial malasia de Bakar Arang. Crédito: ONG Sungai Petani Berish
Incineradora en el área industrial malasia de Bakar Arang. Crédito: ONG Sungai Petani Berish

Un comité gubernamental dedicado al estudio del problema de los desperdicios sólidos prepara un informe que alienta la construcción de incineradores en el país, anunció el viceprimer ministro Najib Razak. El cuerpo ya recibió 150 propuestas de varias empresas interesadas.

Razak, presidente del comité, señaló que sólo era una cuestión de tiempo antes de que se construyeran los nuevos incineradores. Los malasios tendrán que aceptarlos, añadió.

Kuala Lumpur puede llegar a tener una nueva planta incineradora en unos cinco años. La ciudad de Malaca, al sur de la capital, también pidió una.

«Los basurales no son una opción para Malaca, dado su rápido desarrollo y urbanización», dijo el alcalde Mohd Ali Mohd Rustam, quien recordó que alrededor de la ciudad existe una importante reserva hídrica.

Malasia contaba en 2003, fecha del último dato disponible, con 10 incineradores fijos de residuos, la mayoría de pequeño porte, y siete móviles para desperdicios hospitalarios.

Los activistas que se oponen a esas plantas no se dejaron amedrentar por la actitud de las autoridades.

«Ahora las van a construir en todos lados», señaló Ooi, quien participó de la campaña contra un gigantesco incinerador en Broga, a 45 kilómetros de Kuala Lumpur. «Pero fracasaron dos veces», primero en el área capitalina de Puchong y luego en Broga, recordó.

Los residentes de Broga, un valle de bosques, cerros y reservas de agua, protestaron preocupados por la contaminación por dioxinas y cenizas tóxicas y por el elevado costo de mantenimiento de la planta.

«Es lo mismo de siempre: cómo controlar las dioxinas. Además, su mantenimiento será muy tedioso, aun con asistencia japonesa. Los malasios no nos caracterizamos por una cultura de mantenimiento», añadió Ooi.

La publicitada visita de Najib a principios de este mes a la incineradora de Chuo, en Tokio y cuyo valor asciende a unos 250 millones de dólares, le permitió observar cómo se convierte basura en cemento y placas de yeso.

Con 600 toneladas diarias de desperdicios, este tipo de plantas produce 50.000 kilovatios de energía, capaz de proveer luz a 35.000 viviendas en Tokio, según la prensa local.

El diario oficialista New Straits aplaudió la tecnología japonesa. En un editorial, el periódico aseguró que se había logrado convertir las cenizas en material inofensivo y reducir las emisiones de gas a menos de la décima parte de los estándares de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

«Poner la cabeza en la chimenea de una moderna incineradora japonesa es menos peligroso que fumar un cigarrillo», apuntó.

Pero también aceptó que esa tecnología de vanguardia podría no servir para Malasia, donde no se clasifican los desperdicios domésticos, lo cual le resta eficiencia al proceso.

La basura de este país es más bien «húmeda» y casi no hay separación entre desperdicios orgánicos e inorgánicos. En Malasia apenas se recicla entre cinco y 15 por ciento del total de los desperdicios.

Las editoriales malasias utilizan alrededor de 250.000 toneladas de papel de diario al año, de los cuales sólo se recuperan 100.000 toneladas, según un proveedor local. «Es como tirar a la basura 2,55 millones de árboles», dijo.

La campaña de clasificación de basura dispuesta por el gobierno, con grandes botes de tres colores instalados por doquier, fue un fracaso.

Los lugares donde estaban instalados, lejanos de la mayoría de los hogares, eran de difícil acceso o estaban llenos de basura sin clasificar.

En esta sociedad de «uso y tiro», sólo en Kuala Lumpur se producen unas 3.000 toneladas de desperdicios sólidos al día.

Las autoridades cancelaron la construcción de una planta incineradora por 425 millones de dólares a cargo de la compañía japonesa Ebara. Tokio advirtió que ese tipo de medidas «no incentivarían la inversión extranjera en Malasia».

Entre Japón y Malasia rige desde julio pasado un Acuerdo de Asociación Económica.

Activistas contrarios a las incineradoras temen que ese tipo de acuerdo entre Japón y las naciones del sudeste asiático allanen el camino para la creación de «colonias de basura» en la región.

La investigadora Mageswari Sangaralingam, de la Asociación de Consumidores de Penang, cuestionó las virtudes de la tecnología japonesa.

«Pueden haber reducido la emisión de dioxinas y de otras sustancias contaminantes, como metales pesados y mercurio, pero con el tiempo se siguen acumulando en la tierra y en la cadena alimentaria», aseguró.

«Si se utilizara el dinero de los incineradores en programas que minimicen en forma efectiva la basura, la reciclen y se produzca abono orgánico, el volumen de desperdicios sería mucho menor y no habría que recurrir a los incineradores», dijo Sangaralingam a IPS.

* Este artículo es parte de una serie sobre desarrollo sustentable producida en conjunto por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales).

Compartir

Facebook
Twitter
LinkedIn

Este informe incluye imágenes de calidad que pueden ser bajadas e impresas. Copyright IPS, estas imágenes sólo pueden ser impresas junto con este informe