Cuarenta y seis de los 49 países participantes en una conferencia sobre las bombas de racimo, impulsada por Noruega, apoyaron este viernes la prohibición total de estas armas para 2008.
Solo Japón, Polonia y Rumania votaron en contra de la declaración final, que pide a los países "concluir para 2008 un instrumento internacional vinculante a fin de prohibir" esos artefactos.
Las bombas de racimo están formadas por un contenedor con cientos de pequeñas municiones, que tienen una imprecisión inaceptable y son poco fiables, según sus críticos.
Una vez lanzadas, desde aviones, vehículos terrestres o marítimos, estallan y las municiones se dispersan sobre superficies muy amplias, que pueden llegar a cientos de hectáreas. Entre cinco y 30 por ciento no llegan a explotar de inmediato, y quedan dispersas en el suelo o enterradas.
Los organizadores de la Conferencia sobre Bombas de Racimo, celebrada el jueves y este viernes en Oslo, se proponían propiciar la prohibición de la producción, la utilización y el acopio de esos artefactos, la mayoría de cuyas víctimas son civiles.
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Los principales productores de bombas de racimo y sus mayores usuarios son China, Estados Unidos y Rusia. Ninguno de ellos participó en la conferencia, pero la mayoría de los participantes con los que habló IPS no consideraron esas inasistencias como un obstáculo.
"Al final, ellos también van a terminar incorporándose porque tienen que lidiar con asuntos como el desarme y la no proliferación. Las bombas de racimo representan un asesino mortal de civiles que también termina en manos de actores no estatales", dijo el jueves a IPS el canciller noruego Jonas Gahr Støre.
Varias organizaciones no gubernamentales indicaron a IPS que, tras la aprobación del Tratado para la Prohibición de Minas de 1997, esos tres países no utilizaron más minas antipersonal, a pesar de no haber sido signatarios del convenio.
"Con cualquier tratado queremos contar con la mayor cantidad posible de países involucrados y, por cierto, con aquellos que utilizan armas ", dijo a IPS el director ejecutivo de la organización de derechos humanos Human Rights Watch (HRW), Steve R. Goose.
"¿Lo lograremos con ellos? Si, seguramente. Estados Unidos no utiliza minas terrestres desde 1991 y no las produce desde 1997. Creo que lo mismo sucederá con las bombas de racimo", pronosticó.
Pero numerosos activistas y representantes gubernamentales recibieron con preocupación los pronunciamientos de algunas naciones participantes por el retorno a las negociaciones en el marco de la Convención sobre Ciertas Armas Convencionales (CCAC) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), firmada en 1980 en Ginebra y en vigor desde diciembre de 1983.
El gobierno noruego tomó la iniciativa de organizar esta conferencia internacional porque consideró que el último encuentro de las partes de la CCAC, realizado en noviembre en Ginebra, había sido un fracaso.
Las negociaciones en el marco de la CCAC permiten que los estados parte veten sugerencias, como la discusión de las bombas de racimo. Alemania, Canadá, Francia, Italia y Suiza, todos ellos productores y acopiadores de esos artefactos, participan en la CCAC.
Canadá alegó que las bombas de racimo son una necesidad militar, en contradicción con investigaciones independientes y declaraciones de otros países y de varios ejércitos.
Alemania declaró en un comunicado oficial haber respaldado la iniciativa noruega y estar a favor de restringir el uso de bombas de racimo y la prohibición de ciertos tipos de artefactos que pueden representar "serios riesgos humanitarios", pero abogó por un retorno a las negociaciones de la CCAC.
"La Conferencia de Oslo no incluye a algunos de los actores más importantes y reticentes a incorporarse, así que el CCAC merece otra oportunidad, aunque no sea por un plazo indeterminado", dijo a IPS el jefe de la división sobre el control de armas convencionales de la cancillería alemana, Heinrich Haupt.
Haupt se mostró preocupado por la cuestión monetaria de la prohibición de bombas de racimo. "Una vez que se fabricaron, se compraron y almacenaron, hay altos costos en juego", indicó.
Pero él esperaba que se adopte un mandato para iniciar conversaciones acerca de las bombas de racimo en las negociaciones de la CCAC de noviembre, pese a las amenazas de veto.
"Es verdad que está esa cuestión, pero para mantener credibilidad, los países reticentes aprenderán de la iniciativa de Oslo", apuntó.
Más escéptico se mostró el director ejecutivo de la no gubernamental Handicap Internacional Francia, Jean Baptiste Richardier.
"Creo que el peor escenario sería que la iniciativa de Oslo quedara rehén del llamado impulso de la CCAC. Esa instancia es una tertulia… En cinco años no logró llegar a nada respecto de las minas terrestres", señaló.
"Las sugerencias para un retorno de las negociaciones de la CCAC son de mala fe o tienen una estrategia de doble filo. A esta gente no le pagan para tomar en cuenta cuestiones humanitarias. No digo que sean malignos, tienen un trabajo y vienen con ideas preconcebidas, pero las cosas deben avanzar", sostuvo Richardier.
"Los que usan armas con pequeños explosivos pueden aparentar que hicieron modificaciones técnicas para que sean más seguras, pero no pueden escapar a la realidad de su pérdida de control ni de sus terribles consecuencias, prueba de que eludieron sus responsabilidades", remarcó.
Austria, el único país que anunció el jueves la declaración de una moratoria sobre el uso de las bombas de racimo, indicó que está dispuesto a organizar una conferencia de seguimiento en Viena hacia fines de año.
En junio de 2006, Bélgica se convirtió en el primer país en prohibir esos artefactos, en tanto que Noruega declaró una moratoria.
En las últimas tres décadas, 98 por ciento de las muertes causadas por las bombas de racimo fueron civiles, según Handicap Internacional.
Últimamente se utilizaron en Afganistán, Iraq e Israel, durante el último conflicto contra Líbano.