CULTURA-BRASIL: Duelo en la fiesta

¿Cómo es posible tanta violencia en un país de tanta alegría? Esa aparente contradicción es lo que dejó en mentes y corazones este año el carnaval de Brasil, donde manifestaciones de duelo se cruzaron en medio de las tradicionales fiestas multitudinarias.

El brutal asesinato del niño João Helio Fernandes Vieites, arrastrado por el automóvil robado a su madre por siete kilómetros el 7 de este mes en la zona norte de Río de Janeiro, motivó minutos de silencio, carteles reclamando paz y otros actos de solidaridad o protesta en los espectáculos oficiales y bailes callejeros que tuvieron lugar en los últimos cinco días.

No faltaron las opiniones de que debería suspenderse la celebración de carnaval para cumplir efectivamente el duelo y no "bailar sobre la sangre" del niño de seis años. Muchos famosos actores de televisión y otras personalidades admitieron su sentimiento de culpa en participar de las fiestas en ese momento.

Seis asesinatos a tiros el lunes y el martes en el circuito carnavalesco de Salvador, capital del nororiental estado de Bahia, acentuaron el clima de violencia que convive con la alegría.

La policía registró más de 1.600 delitos desde el jueves, entre ellos unos 50 asaltos a autobuses turísticos, además de robos, agresiones e intentos de homicidio, totalizando 28 por ciento más que el año pasado.
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Salvador es una de las metrópolis cuyo carnaval muy popular atrae millones de personas a las calles detrás de sus "trios eléctricos" o camiones musicales.

Compite con Recife, también nororiental y tradicional en abarrotar sus calles con millones de fiesteros, y con Río de Janeiro, más conocido por sus lujosas y eróticas "escolas do samba" (escuelas de samba) desfilando en un estadio cerrado y con la mirada puesta en el turismo internacional.

Empero, Río de Janeiro viene recuperando hace algunos años su "carnaval de la calle", con "bloques" y bandas arrastrando multitudes por toda la ciudad, después de la tendencia vigente en las tres últimas décadas, de concentrar la "folía" (jolgorio) y el turismo en el desfile de las escolas convertido en un espectáculo comercial.

La violencia y la mercantilización del carnaval podrían mermar el entusiasmo y la alegría, pero no es lo que se nota.

En Salvador, el percusionista y compositor Carlinhos Brown se rebeló contra el apartheid que se habría implantado en la celebración popular. En los últimos años el área alrededor de los trios eléctricos pasó a ser exclusiva de quienes pagan precios variados, de hasta 700 reales (330 dólares), para entrar a espacios cercados por cuerdas.

Así se excluyeron de la fiesta a la población pobre del lugar, mayoritariamente negra, denunció Brown. Pero la fiesta fuera del cercado, más popular, va creciendo y obteniendo adhesiones, no sólo en las grandes metrópolis. Conviven así todas las formas de festejar, desfiles, bailes y jolgorios, con boleta de entrada o de libre acceso.

Las pequeñas ciudades van ampliando sus celebraciones, convirtiendo manifestaciones culturales en atracción turística. Sao Luiz de Paraitinga, con 10.500 habitantes y ubicada a 170 kilómetros de Sao Paulo, atrajo este año a 120.000 personas a su carnaval original, con canciones y manifestaciones propias.

Sao Paulo, la metrópoli industrial cuya población más rica escapa de la ciudad congestionada rumbo a las playas de la costa del océano Atlántico o al interior bucólico en los feriados prolongados, imitó esta vez a Río de Janeiro para crear su desfile de escolas do samba.

Es que la violencia urbana no parece reducir la afición brasileña por el carnaval, aunque va golpeando la alegría cotidiana y la expansión del turismo.

En Brasil, los homicidios se acercan a 50.000 por año y las muertes por accidentes de tránsito superan las 35.000 anuales, según los últimos datos del Ministerio de Salud. Son cifras que ponen a este país entre los más violentos del mundo.

Pero el mayor impacto sobre la opinión pública, por la repercusión en la prensa, proviene de algunos crímenes bárbaros que se hicieron frecuentes. Además del niño arrastrado por las calles de Río de Janeiro, que ensombreció el carnaval, este año nació bajo la conmoción provocada por la muerte de ocho personas quemadas vivas en un autobús.

Un grupo de asaltantes incendió el 27 de diciembre el vehículo de transporte con decenas de pasajeros adentro en una carretera de acceso a Río de Janeiro. Además de los ocho muertos, hubo varios heridos con quemaduras graves.

Esa atrocidad formó parte de una ofensiva del crimen organizado que incendió otros autobuses y atacó comisarías, dejando como resultado 19 muertes en tres días.

El carnaval en medio de tales tragedias hace pensar si la violencia no seria la contrapartida de la alegría, ya que son productos de una misma cultura, en un país tropical en desarrollo, con grandes desigualdades.

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