La organización ambientalista Greenpeace Internacional intensificó su campaña contra la captura de ballenas en el océano Pacífico, concentrada en Japón y los países insulares que le permiten a la potencia asiática cazar estos mamíferos marinos en sus aguas.
En el marco de esta campaña, activistas de Greenpeace entregaron el miércoles una tarjeta con motivo del Día de los Enamorados a la embajada de Japón en Fiji. "Amamos a Japón, pero la caza de ballenas nos rompe el corazón", decía el mensaje.
El gesto simbólico del miércoles, para llamar la atención hacia una campaña contra la acción a manos de barcos balleneros japoneses, coincidió con la iniciativa "Defendiendo nuestros océanos", que esa organización ambientalista desarrolla en el Pacífico desde noviembre de 2005.
El responsable del equipo de Océanos de Greenpeace Australia y Pacífico, Nilesh Goundar, indicó que muchas especies de ballenas están en peligro y algunas incluso en situación crítica.
"La zona occidental y central del océano Pacífico es área de cría de nueve especies de ballenas grandes, parte importante del patrimonio cultural y natural", señaló Goundar.
La tensión aumentó tras el choque de un barco de la Sociedad Pastor Marino para la Conservación con un ballenero japonés en el océano Antártico el fin de semana pasado.
La preocupación acerca de las intenciones de Japón se acentuaron en esta región el año pasado, cuando ese país logró que la Comisión Ballenera Internacional resolviera, en su reunión celebrada en la nación caribeña de San Cristóbal y Nevis, dejar sin efecto la prohibición de cazar ballenas con fines comerciales, que estaba vigente desde 1986.
Tras su triunfo, Japón anunció que ampliaría su programa de "investigación científica" al año próximo, para lo que sacrificaría 1.300 ballenas, incluidas, por primera vez, 25 jorobadas y 25 de aleta.
Seis naciones insulares del Pacífico —Islas Marshall, Islas Salomón, Kiribati, Nauru, Palau, Tuvalu— votaron junto a Japón en esa reunión, realizada en junio.
Estos seis votos fueron el golpe de gracia a la veda, en especial después de que 11 naciones del Pacífico hubieran sellado en 2003 un pacto que creó un santuario de ballenas de 28.520.000 kilómetros cuadrados en esta zona.
Por su parte, Australia, Fiji, Islas Cook, Niue, Nueva Caledonia, Nueva Zelanda, Papúa-Nueva Guinea, Polinesia Francesa, Samoa, Tonga y Vanuatu también declararon santuarios de ballenas a sus zonas marítimas exclusivas o adoptaron medidas legales de protección a estos mamíferos.
Greenpeace acusó a Japón de canjear asistencia por votos en la Comisión Ballenera Internacional, y sostuvo que había prometido más de un millón de dólares a Tuvalu y alcanzado acuerdos similares con Kiribati, Nauru y otros países muy pobres de esta región.
La propuesta no logró el 75 por ciento de los votos necesarios para anular la moratoria, pero el bloque proballenero consideró el resultado como una importante victoria.
Pero la resolución final, aprobada con 33 votos a favor y 32 en contra, dictaminó que la moratoria ya no es necesaria y responsabilizó a las ballenas por la reducción de las reservas de peces.
Sin embargo, Goundar sostuvo que, según las investigaciones disponibles, no existían pruebas de que la matanza de ballenas supusiera un cambio notorio para la actividad pesquera en general.
"Las ballenas que se reproducen en esta zona del océano Pacífico son principalmente las llamadas ballenas verdaderas (misticetos), que se alimentan por filtrado. Es decir que no tienen dientes y se alimentan de krill", explicó.
Lo que se conoce como krill es un crustáceo marino que abunda en aguas australes, base nutricional de numerosas especies de la zona y de máxima importancia en la cadena alimentaria.
"De hecho, el estómago de virtualmente casi todas las ballenas cazadas en el océano Antártico en el marco del programa de investigación de Japón contenía krill y nada más que krill", apuntó.
Respecto del canje de asistencia por votos, Goundar dijo a IPS que Greenpeace aconsejó una vez más a las islas del Pacífico que consideraban los motivos posibles de las ofertas de los países donantes y los efectos a largo plazo, en vez de las ganancias a corto plazo, antes de tomar una decisión.
La caza comercial de ballenas, según Goundar, no era lo que le convenía a las islas del Pacífico pues perjudica los avistamientos, una importante actividad turística que les brinda mayores beneficios ecológicos y económicos.
El avistamiento de ballenas es una actividad floreciente, según Greenpeace. Más de 87 países implementan esa actividad, que en total genera 1.000 millones de dólares por año.
Sólo a Tonga ingresan por esa actividad más de 500.000 dólares al año. Cada ballena jorobada, que vive en promedio medio siglo, les genera 1.500 dólares anuales.
"Las ballenas son importantes para el ecosistema y los avistamientos también pueden adquirir un mayor peso en la economía", subrayó Goundar.
Las empresas turísticas de Fiji también organizan avistamientos. Al menos una de ellas tiene organizado un paseo para observar delfines lejos de la costa de Viti Levu, la isla más grande de este país.
Goundar explicó que la actividad con motivo del Día de los Enamorados o de San Valentín no se vinculó con las crecientes tensiones entre los balleneros japoneses y los activistas que se oponen a la captura de ese mamífero.
"Greenpeace es una organización pacífica y sus activistas arriesgamos nuestras propias vidas cuando nos ponemos entre los arpones y su blanco, no las de otros", añadió.
El barco Esperanza, de Greenpeace, se encuentra en aguas australes rastreando un ballenero. Esa expedición es la última actividad de la campaña "Defendiendo nuestros océanos".
Goundar señaló que los activistas evitaron la muerte de 82 ballenas y que obligaron a las compañías que financian su caza a retirarse mediante acciones pacíficas directas. ***** +Comisión Internacional Ballenera (http://www.iwcoffice.org/) +Campaña de Greenpeace "Defendiendo nuestros océanos", en inglés (http://oceans.greenpeace.org/en/our-oceans/whaling) (FIN//IPS/traen-vf-mj/ss/rdr/ap en gb if/07)