Al aceptar la visita del depuesto primer ministro tailandés Thaksin Shinawatra, el gobierno de Singapur violó una norma no escrita de las naciones del sudeste asiático, según la cual no deben recibir figuras opositoras de un país de la región.
La guerra de palabras al respecto entre Tailandia y Singapur, que ya lleva dos semanas, no solo puso sobre la mesa el código, sino también los alegatos de ambos países de estar actuando sobre principios democráticos.
La Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), integrada también por Birmania, Brunei, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia y Vietnam, celebra este año el 40 aniversario de su fundación, aplaudida en sus tiempos por Estados Unidos como hito en la lucha contra el comunismo.
El propio Thaksin, depuesto en un golpe militar el 19 de septiembre, practicó el principio de "no interferencia" de la Asean. Durante su mandato, al político opositor camboyano Sam Rainsy se le negó el ingreso a Bangkok para pronunciar un discurso, debido a sus críticas al primer ministro camboyano Hun Sen.
Pero meses después, tanques y soldados se desplegaron en Tailandia, mientras Thaksin se encontraba en Nueva York y se estrenaba en el rol de vocero combativo de la oposición. Las reacciones de la junta militar confirman el grado de malestar que creó en filas del gobierno.
[related_articles]
Desde el 16 de este mes, el gobierno designado por las fuerzas armadas tailandesas demostró cuán lejos iría para impedir que Thaksin se expresara en cualquier país de la Asean.
También acusó a Singapur de insensibilidad ante los problemas internas de Tailandia y de permitirle a Thaksin un avance político.
"Estamos preocupados por los movimientos políticos de Thaksin", dijo el primer ministro tailandés Surayud Chulanont la semana pasada, en lo que constituyó la primera señal de fricción entre los dos países de la Asean.
La tensión comenzó en la reunión informal que Thaksin mantuvo con el viceprimer ministro de Singapur, S. Jayakumar, y las entrevistas que brindó allí a la prensa internacional, incluida la red de televisión estadounidense CNN, en las que se mostró como una víctima política.
"Los tailandeses se sintieron traicionados porque ya habían planteado sus preocupaciones en torno de la visita", dijo a IPS un diplomático asiático. "En esta ocasión, Singapur no estuvo en línea con la práctica habitual de los gobiernos de la Asean, que se apoyan entre sí en asuntos tan delicados".
Por su parte, Singapur reprochó a Tailandia no respetar sus derechos "como país soberano". "El gobierno tailandés no nos informó de que Thaksin haya sido acusado de ninguna ofensa. Tampoco se le restringió su derecho a viajar", declaró el Ministerio de Relaciones Exteriores de Singapur en un comunicado.
"Este enfrentamiento encarna una de las paradojas de la Asean, porque su definición de no interferencia es elástica y errática", dijo a IPS Debbie Stothard, de la Red Alternativa de la Asean sobre Birmania. "Los gobiernos tienden a usarla según les convenga."
La protección que los gobiernos de la Asean suelen brindarse recíprocamente quedó en evidencia en noviembre, cuando Tailandia le negó el ingreso a George Adjitjondro, académico indonesio célebre por dejar al descubierto la corrupción de la dictadura de Alí Suharto (1967-1998).
Apenas su avión llegó al aeropuerto de Bangkok, funcionarios de inmigración tailandeses le informaron que figuraba en una la lista negra y que, por lo tanto, nunca podría entrar al país. La lista fue elaborada por Yakarta en 1998, hacia el fin del régimen de Suharto.
Destacados críticos de los gobiernos de la Asean, entre las que figuran personalidades opositoras y activistas de derechos humanos, cuestionan estas normas no escritas dirigidas a aplastar el disenso más allá de las fronteras nacionales.
Entre ellos figuran familiares de Anwar Ibrahim, ex viceprimer ministro malasio que cayó en desgracia durante el gobierno de su jefe Mahathir Mohammad.
"El Ministerio de Relaciones Exteriores de Malasia presionó a los países vecinos para que no manifestaran apoyo alguno a Anwar cuando fue detenido", dijo Tian Chua, portavoz del opositor Partido de la Justicia, entrevistado por teléfono desde Kuala Lumpur.
"Eso estrechó el ya limitado espacio que hay para las voces opositoras en la región", agregó.
El premio Nobel de la Paz José Ramos-Horta, líder de la lucha por la independencia en Timor Oriental, fue sometido a restricciones similares impuestas por Yakarta durante el gobierno de Suharto, quien recurrió a una severa represión contra los timorenses.
Además, como confirman opositores de Singapur, la represión ayuda a construir el perfil político de la víctima.
Chee Soon Juan, líder del Partido Democrático de Singapur, se benefició de la represión del Estado. Pues "elevó su prestigio", dijo a IPS desde desde esa ciudad-estado su correligionario Chee Siok Chin.
Singapur nunca ofreció a Chee las libertades que sí le dio a un extranjero como Thaksin. Fue hostigado y apresado por desafiar la hegemonía del gobernante Partido de Acción Popular, e incluso se le negó el derecho a expresarse libremente en campañas electorales.
"Cuanto más duro y opresivo se ponga el gobierno con nuestro partido, más inspirados estaremos para presionar", afirmó Chee.
Los antecedentes de represión en Singapur le ganaron un lugar entre la dictadura militar de Birmania y los regímenes comunistas de Laos y Vietnam, considerados los países de la Asean intolerantes con la oposición.
En septiembre, la ciudad-estado prohibió a activistas de países vecinos realizar protestas durante las reuniones anuales del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, de las que fue anfitriona.
"¿Por qué Singapur recibiría a Thaksin cuando ni considera con recibir a Anwar?", preguntó Stothard. "Esta visita no significa que Singapur intente volverse más abierto y democrático."
Pero Singapur sí tuvo un papel secundario en la historia de la caída de Thaksin.
El organismo inversor del gobierno singapurense, Temasek Holdings, le entregó a la familia del depuesto primer ministro 1.900 millones de dólares para que se hiciera del control de Shin, la compañía de telecomunicaciones tailandesa.
La indignación pública, que llevó al golpe de Estado creció cuando se supo que Thaksin y miembros de su familia habían evadido impuestos en la venta de acciones de Shin.