Mohideen Ajeemal está decidido a dejar atrás la experiencia del tsunami del 26 de diciembre de 2004, que se llevó a dos de sus hijos y todas sus pertenencias.
"Miro hacia el futuro, no hacia el pasado", dijo a IPS sentado sobre su reconstruido comercio mayorista de pescado en la playa Kalmunai, en el este de Sri Lanka. "Estoy feliz, la vida es casi normal y las cosas avanzan. El negocio no marcha perfecto, pero está mejorando", manifestó.
Más de 8.000 personas murieron a lo largo de la playa que Ajeemal llama su hogar y donde golpearon las gigantescas olas aquel fatídico 26 de diciembre a las 9.30 a.m. de esta isla del sur de Asia.
Ajeemal adquirió una nueva casa gracias al programa de rehabilitación de 3.500 millones de dólares. Se considera afortunado, porque dos años después de la catástrofe, que mató a 38.000 millones de srilankeses y dejó a un millón sin vivienda, el esfuerzo ha sido bloqueado por interferencias políticas, embotellamientos burocráticos y conflictos étnicos.
Menos de la mitad de las 110.000 viviendas necesarias han sido reconstruidas. Lo preocupante es que las zonas más afectadas, el norte y este de Sri Lanka, parecen haber sido desatendidas en aras de una mejor rehabilitación y reconstrucción en el sur, de mayoría cingalesa. Esto provocó acusaciones de discriminación y patrocinio político.
En el distrito meridional de Hambantota, hogar del presidente Mahind Rajapakse, el programa de vivienda goza de una tasa de terminación de 173 por ciento. En contraste, en el distrito oriental de Ampara, donde se precisan 27.810 viviendas, la tasa de terminación apenas asciende a 39 por ciento, según la estatal Agencia de Reconstrucción y Desarrollo.
Los suministros excesivos caracterizan a todos los distritos del sur, así como graves insuficiencias caracterizan a los distritos del norte y el este, dominados por la etnia tamil y escenario de una espiral de violencia entre separatistas tamiles y las fuerzas armadas en el último año. En la ciudad de Trincomalee faltan 3.000 viviendas.
"Llama especialmente la atención el exceso de reconstrucción de viviendas en el sur, lo que indica claramente una asignación poco equitativa de recursos desde una perspectiva nacional", señaló un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en un informe publicado el mes pasado por la oficina del enviado especial para la reconstrucción pos-tsunami.
El gobierno no hizo comentarios sobre esta disparidad, pero atribuyó la lentitud del progreso en el norte y el este a la violencia, además de culpar a las agencias humanitarias internacionales de no estar a la altura de las expectativas.
Las hostilidades entre las fuerzas gubernamentales y los separatistas tamiles costaron más de 3.500 vidas el año pasado y pusieron fin a una tregua de cuatro años.
"No se trata de una actitud letárgica sino de demoras en el proceso debido a circunstancias inevitables. En las zonas de guerra, el trabajo ha sido obstaculizado en cierta medida. Sin embargo, en algunas áreas hemos logrado reconstruir viviendas", declaró Shanti Fernando, director de la Agencia de Reconstrucción y Desarrollo.
Fernando predijo que la reconstrucción se terminará para fines de este año, pero otros son más pesimistas. "A este ritmo, llevará al menos cinco años terminar el programa", predijo el investigador local Muttukrishna Sarvananthan, quien realizó una encuesta nacional sobre beneficiarios de los esfuerzos posteriores al tsunami.
Otras secuelas de la catástrofe son más profundas. El estudio de Sarvananthan reveló que la pobreza de las víctimas del tsunami se agravó después de la tragedia y que "la mayoría de los hogares afectados por el tsunami viven en la pobreza absoluta".
Sarvananthan dijo a IPS que los niveles de pobreza en el sur, norte y este subieron de 64 a 80 por ciento después de diciembre de 2004.
Todo esto hace que Ajeemal se afirme más en su postura desafiante. Fue uno de los primeros en regresar a la playa devastada y reanudar su negocio, ignorando la "zona de amortiguación" creada por el gobierno. "Nunca quise depender de otros", dijo.
El tsunami de 2004, desatado por un terremoto con una magnitud de 9,3 de la escala de Richter debajo de las aguas frente a la isla indonesia de Sumatra, arrasó las costas de 11 países del océano Índico.
La septentrional provincia indonesia de Aceh figuró entre las regiones más afectadas, con la pérdida de 165.000 vidas, seguida por Sri Lanka, con más de 35.000, el sur de India, con 12.405, Tailandia, con 8.212, y Maldivas, con 82 muertes.