Una declaración de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) puede convertirse en el «desagravio público» reclamado por intelectuales que en los últimos días protagonizaron una fuerte polémica sobre el llamado «quinquenio gris» de la cultura nacional.
El documento de Uneac, distribuido vía la red informática como todos los mensajes de la polémica, indica que el secretariado de esa organización "comparte la justa indignación de un grupo de nuestros más importantes escritores y artistas", y reitera que la actual política cultural cubana "antidogmática, creadora y participativa" es "irreversible".
"No nos dividirán ni las torpezas ni los que quieren aprovecharse de ellas para dañar a la Revolución", se añade en el texto y asegura que, desde los primeros momentos, la organización contó con el respaldo de la dirección del gobernante Partido Comunista de Cuba en el seguimiento de los hechos y la búsqueda de una respuesta.
Al mismo tiempo, sostiene, a la preocupación de los intelectuales se sumaron algunos que, desde fuera de esta isla, "intervinieron con honestidad en la polémica" y otros que quisieron "manipularla y sacar provecho" actuando al "servicio del enemigo", definición que en Cuba se identifica siempre con Estados Unidos.
Todo comenzó el 5 de este mes con la presentación en el programa de televisión "Impronta", de Luis Pavón Tamayo, el ex presidente del Consejo Nacional de Cultura (CNC) y principal ejecutor de una política del área que a comienzos de los años 70 estableció una serie de parámetros para los sectores de la educación y la cultura.
El llamado proceso de "parametración", que siguió al Congreso de Educación y Cultura de 1971, estableció una serie de normas en ambas áreas y daba seguimiento al discurso del presidente Fidel Castro titulado "Palabras a los intelectuales" que, en junio de 1961, había marcado los límites de la cultura revolucionaria.
La frase de Castro "dentro de la revolución todo, contra la revolución nada" se convirtió desde entonces en la línea rectora de la política cultural del país y, según se ha reconocido por las máximas autoridades del sector desde fines de la década del 80, durante años fue asumida de una forma estrecha, dogmática y esquemática.
Además de intentar una afiliación generalizada del arte a un realismo crítico con el pasado y acrítico con el presente que vivía el país, excluir a homosexuales y rechazar toda influencia artística internacional no socialista como "desviación ideológica", se negaba cualquier obra realizada por la diáspora.
Antón Arrufat, premio Nacional de Literatura y uno de los escritores "parametrados" que pasó años sin tener acceso a las editoriales del país, fue de los primeros en reaccionar ante la aparición pública de Pavón con su artículo titulado "Preocupaciones compartidas".
Arrufat recordó las medidas que afectaron también al teatro de títeres (Guiñol) y a la danza nacional y condenaron "al ostracismo y al vilipendio social" a pintores, escultores, músicos, escritores, dramaturgos, bailarines y actores, muchos de los cuales se vieron obligados a optar por el exilio.
La aparición de Pavón sucedió a sendos espacios televisivos, dedicados también a dirigentes de la época que pasó a la historia como "el quinquenio gris" y que, aunque tuvo sus peores momentos en la primera mitad de la década del 70, se extendió por mucho más de cinco años y dejó huellas que la intelectualidad no desea olvidar.
Para el poeta César López, premio Nacional de Literatura que estuvo sin publicar entre 1968 y 1982, se trató de un decenio "largo y muy negro". Además de Arrufat y López, la polémica vía electrónica incluyó a escritores como Reynaldo González, Miguel Barnet, Jaime Sarusky, Desiderio Navarro, Arturo Arango y Senel Paz.
No fue hasta 1992 que La Gaceta de Cuba, revista cultural mensual de la Uneac, dedicó una serie de entrevistas, artículos y ensayos al análisis de los peores momentos vividos por la cultura cubana y abrió espacios a la obra de importantes artistas del exilio, independientemente de su posición política hacia la Revolución Cubana.
Según la declaración del secretariado de la Uneac, en una reunión realizada el 12 de este mes, la presidencia del Instituto Cubano de Radio y Televisión explicó que los programas criticados "no respondían a una política del organismo y que en su gestación y realización se habían cometido graves errores".
"Estos programas de televisión muestran sólo la punta del iceberg y la reacción provocada responde a malestares más profundos que aún no tienen el respaldo necesario de nuestra sociedad, expresado en sus políticas", aseguró una carta de Mariela Castro, directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex).
Impulsora de una política que pretende la apertura social a la diversidad sexual, Castro (hija del actual presidente en funciones de Cuba, Raúl Castro), aseguró que lo que más le preocupa es que "las experiencias del pasado no fueron suficientemente esclarecidas, ni oportunamente normadas".
"No soy artista ni escritora, pero como cubana identificada con un proyecto social revolucionario que pretende conquistar toda la justicia me siento conmovida con estos comentarios y el temor a que se diluyan momentos de la historia, que, aunque nos duelan y avergüencen, deberían analizarse profundamente para evitar que se repitan", afirmó la sexóloga Castro.