Casi inmediatamente, quienes llegan al aeropuerto internacional de la capital de Kenia pueden echar un vistazo a la fabulosa fauna y flora del país, en el Parque Nacional de Nairobi, contiguo a la terminal.
Al salir, camino a la ciudad, se pueden ver rinocerontes negros, cebras y jirafas, apenas algunas de las muchas especies que habitan el Parque.
La reserva es la más antigua de Kenia y se encuentra dentro de las fronteras de la capital. Pero la propuesta de construir una represa allí es vista por algunos como una grave amenaza.
El Servicio de Fauna y Flora de Kenia (KWS, por sus siglas en inglés), que administra el Parque, rechazó en diciembre esa propuesta, formulada por la Autoridad de Zonas de Procesamiento de Exportaciones.
Esto ocurrió luego que la agencia estudió los hallazgos de una evaluación de impacto ambiental del proyecto, y alertó que la represa —en discusión durante varios años— tendría efectos irreversibles en el Parque.
Pero esto no significa que el asunto haya sido resuelto de modo permanente, mientras se realizan más investigaciones sobre la viabilidad del proyecto.
Quienes proponen construirla alegan que sería de gran utilidad para abordar las necesidades hídricas en los suburbios de Mavoko, Kitengela y el río Athi, donde la población y las industrias crecen a un ritmo acelerado.
El río Athi es una de las Zonas de Procesamiento de Exportaciones de Kenia, operativas desde 1990 en un intento por aumentar el ingreso de moneda extranjera al país, donde 56 por ciento de los habitantes viven debajo de la línea de pobreza.
Esas zonas albergan a empresas que manufacturan una amplia variedad de productos para la exportación, principalmente textiles.
La paraestatal Autoridad de Zonas de Procesamiento de Exportaciones, que propuso la represa junto con el Concejo Municipal de Mavoko, dice que la zona del río Athi requiere 10.000 metros cúbicos de agua por día, bastante más del suministro actual, que ronda los 3.000 metros cúbicos.
«La situación empeorará si no encontramos una fuente alternativa permanente», señaló el gerente de Operaciones de la Autoridad, John Akara.
Esa entidad y el Concejo Municipal de Mavoko también contrataron consultantes de Gran Bretaña para realizar el estudio de impacto ambiental que fue considerado por el KWS.
La represa generará 36.500 metros cúbicos de agua por día, suficientes para satisfacer la demanda de las 100 industrias de las Zonas de Procesamiento de Exportaciones del río Athi. Y también beneficiará a los alrededor de 300.000 residentes de esta región, así como de Mavoko y Kitengela.
Actualmente, los tres suburbios dependen del excedente de agua de la Compañía de Agua y Alcantarillado de Nairobi, la misma firma que provee al resto de la capital.
El Concejo de la Ciudad de Nairobi sostiene que los suburbios no están dentro de su jurisdicción y que, por lo tanto, no es su responsabilidad abastecerlos de agua.
«Vivo aquí desde hace cinco años y no tengo agua corriente. Todo este tiempo compré agua a habitantes del área que cavaron pozos. El agua se volvió un asunto caro. La represa me dará el resto», dijo Munyao Joyce, residente de Kitengela.
El KWS no comparte su punto de vista.
«Apreciamos la necesidad de suministrar agua a industrias y residentes, pero eso no debería hacerse a expensas de nuestra fauna y flora, que son únicas e invalorables. Esto sentará un precedente peligroso para otras frágiles áreas de conservación en todo el país», observó Paul Udoto, gerente de Comunicaciones Corporativas del KWS.
Aunque la represa cubrirá apenas 3,5 kilómetros cuadrados de la superficie del Parque, de 117 kilómetros cuadrados, existe el riesgo de que genere cambios significativos a la reserva.
Njogu Kahare, del ambientalista Movimiento Cinturón Verde, considera que la represa «es un proyecto demasiado enorme» para ser tolerado por ecosistemas tan frágiles como los del Parque, y que los esfuerzos por suministrar agua a áreas que serían cubiertas por la represa ya dejaron una huella de ruina tras de sí.
«Por ejemplo, en la cuenca del río Athi, la destrucción ambiental es lo que ha vuelto estacionales e inadecuados a ríos importantes como el Athi. ¿Qué razones tiene cualquiera para arriesgar más el ambiente?», preguntó.
Akara tiene argumentos contrarios. «Obviamente, un nuevo hecho de cualquier naturaleza afecta al entorno de un modo u otro. Cualquier construcción afectará siempre a la flora y la fauna. Estamos haciendo un análisis ambiental detallado y proponiendo atenuantes», declaró al ser entrevistado.
Pero los ambientalistas sostienen que quienes propusieron hacer la represa deberían investigar otras maneras de afrontar sus necesidades hídricas, tales como realizar más pozos y cosechar agua de lluvia.
Y aunque el sexagenario Parque puede ser clave para el bienestar económico del río Athi, también tiene su propia significación financiera. Actualmente la reserva atrae más de 100.000 turistas por año y recauda más de 700.000 dólares en el proceso. El turismo es la segunda fuente de ingreso de divisas extranjeras después de la agricultura.
«Parece sacrílego para cualquiera pensar en profanar la joya en la corona de los esfuerzos de conservación de fauna y flora», concluyó Udoto.
* Este artículo es parte de una serie sobre desarrollo sustentable producida en conjunto por IPS (Inter Press Service) e IFEJ (siglas en inglés de Federación Internacional de Periodistas Ambientales).