En esta localidad del sur de Kenia escasean las carreteras y los centros de atención médica. Aun así, el Estado gasta millones de dólares en sueldos de sus funcionarios y en automóviles de lujo.
La falta de clínicas dificulta la vacunación de niños y niñas contra la tuberculosis, la poliomielitis y el sarampión. Las madres deben caminar largas distancias hasta llegar a un centro de salud, y por esa razón muchos pequeños quedan sin ser vacunados, según el personal médico.
Ese es el caso de Neimesoi Lokore. Su bebé de cinco meses no ha recibido hasta ahora ninguna vacuna.
"Nunca estuvimos en un hospital porque donde yo vivo, en Nangojet, no hay", relató a IPS, al tiempo que acomodada el niño a su espalda. "Para ir al hospital, tendría que caminar ocho horas, y lo mismo para regresar."
"Mejor me quedó en casa y cocino para mi esposo. Cuando llega de trabajar, quiere comer. Si la comida no está lista, me golpea", añadió.
La ignorancia de las mujeres respecto de la importancia de la vacunación agrava el problema, así como la falta de refrigeradores para almacenar las vacunas en los centros de salud.
Pero la Misión Interna de África (AIC, por sus siglas en inglés), organización fundada en 1952 como resultado de una misión de asistencia a Kenia, trata de afrontar la situación de forma innovadora.
Desde su enfermería en Kajiado, esa organización creó cuatro clínicas móviles para atender a los residentes de la región.
Las primeras comenzaron a funcionar en 2001. Cinco años más tarde, muchos niños pueden vacunarse y muchas embarazadas reciben atención médica.
Sindima Kutata debió caminar una distancia relativamente corta para vacunar a su bebé de cuatro meses, algo que antes era impensable.
"Hoy caminé sólo dos horas parra llegar aquí y lo mismo para regresar. Es una distancia manejable", relató está madre de seis niños cerca de una de las clínicas móviles.
"Antes hubiera debido caminar más de ocho horas para llegar a un hospital. Ya ves: aunque hace calor, no estoy cansada, porque la clínica nos queda muy cerca", añadió Kutata, mientras secaba el sudor de su rostro sonriente.
Se espera que estas clínicas permitan que Kajiado goce de un nivel de vacunación similar al de otras regiones más desarrolladas de Kenia.
El personal de la enfermería de AIC se percató de que los casi 400 niños y niñas que acudieron a las clínicas para desparasitarse nunca habían recibido vacunación.
Por otro parte, los servicios suministrados por esos centros de salud son accesibles económicamente.
Los habitantes de Kajiado pagan unos siete centavos de dólar por vacuna y las mujeres que concurren a controlar su embarazo, poco más de 40. Y AIC prevé concesiones para quienes no pueden pagar ese dinero.
"Ante esa situación, consideramos cada caso. Si de verdad no tienen posibilidades, los atendemos y luego les decimos que vayan a buscar el dinero", señaló Julius Sazia, enfermero responsable de la clínica de AIC.
"El Ministerio de Salud nos da medicamentos gratis permitiéndonos exonerar a los pobres del pago", añadió.
La situación del estatal centro de salud Loodokilani, de esta región, deja en evidencia la utilidad de las clínicas móviles.
La mayoría de los residentes que utilizan sus servicios y los empleados se quejan de la falta de personal. Sólo hay dos médicos para atender a los pacientes.
"Se supone que debo atender a las embarazadas, practicar análisis de VIH (virus de inmunodeficiencia humana) a las embarazadas y dar vacunas, pero estoy sola", indicó la enfermera Anne Parsitan, ante una larga fila de mujeres y madres con niños pequeños.
Afuera, las parejas aguardan para recibir asesoramiento sobre el VIH, causante del sida.
El sábado, jornada de feria, es el día más atareado en el hospital. Parsitan y su colega Abel Awuanda atienden a unas 100 personas ese día.
Kenia sufre un déficit de unos 13.000 profesionales de la salud, sobre todo enfermeros, según el subsecretario de Salud, Wilfred Machage.
Las autoridades alegan que el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional condicionaron sus créditos a la no contratación de más técnicos en salud.
El gobierno iniciado en diciembre de 2002 gastó millones de dólares en vehículos de lujo para los altos funcionarios.
Las autoridades pagaron unos 12 millones de dólares en 2003 y 2004 en automóviles para los ministros y sus secretarios, informó la organización Transparencia Internacional y la Comisión de Derechos Humanos de Kenia.
El gobierno ordenó luego algunas devoluciones de vehículos.
Hace poco, el parlamento aumentó el sueldo del presidente Mwai Kibaki de 27.000 a 46.000 dólares, en un país donde casi 56 por ciento de la población vive con menos de un dólar por día.
Luego de la ola de protestas desatada por la decisión, Kibaki rechazó el aumento.
"No entiendo cómo el gobierno no puede llevar electricidad o invertir en energía solar para permitir que funcionen los servicios básicos de las clínicas, como el de vacunación, y aumenta en forma desproporcionada el salario de sus funcionarios", señaló Stanley Sayo, residente de Sigiraini, otra localidad de esta zona.