Con unos 12.000 habitantes por kilómetro cuadrado, dos millones de personas con neurosis, cientos de miles de vendedores ambulantes y hasta un millón de gatos y perros callejeros, la capital mexicana es un reto mayor para cualquier gobernante.
Por tercer período consecutivo, el gobierno de la gigantesca y complicada capital de México fue asumido este martes por la izquierda en un clima de interrogantes, no sólo por los desafíos urbanos, sino porque el nuevo alcalde no reconoce al presidente Felipe Calderón, con quien deberá alcanzar acuerdos.
Ante la Asamblea Legislativa local e invitados especiales, entre los que no estaba Calderón, Marcelo Ebrard, del Partido de la Revolución Democrática (PRD), fue investido como jefe de gobierno, nombre del cargo de alcalde de esta capital habitada por casi nueve millones de personas.
En su discurso, el alcalde dijo que los votos recibidos en las elecciones del 2 de julio representaron un mensaje "para avanzar por un proyecto distinto" al del gobierno nacional.
Su mandato apuntará a buscar justicia y combatir los privilegios, pues ese ha sido el rumbo marcado a las últimas administraciones capitalinas, desde 1997 en manos del PRD, añadió.
Respecto de sus relaciones con el Poder Ejecutivo encabezado por Calderón, del conservador Partido Acción Nacional (PAN) y a quien el PRD considera presidente ilegítimo, Ebrard indicó la necesidad de "sortear una situación sin precedentes".
Habrá "coexistencia, pero nunca complicidad", sostuvo sin precisar en detalle a qué se refería.
Por ley, el alcalde necesita la anuencia del gobierno central para nombrar a las autoridades de la seguridad pública. Además, tendrá que negociar asuntos presupuestarios y planes de la administración.
Ebrard es fiel seguidor de su antecesor, Andrés López Obrador, a quien reconoce como presidente legítimo, cargo simbólico asumido en noviembre por el ex alcalde y ex candidato presidencial del PRD, tras denunciar que Calderón ganó con fraude los comicios de julio.
"La lealtad del jefe de gobierno con López Obrador podría colocar en aprietos a la ciudad", pues genera una situación que lo distancia del gobierno federal, dijo a IPS Greco Ramírez, investigador social de la Universidad La Salle.
Desde su punto de vista, no pasará mucho tiempo para que Ebrard establezca vínculos con Calderón. "La realidad lo llevará a ese contacto", estimó.
Según una encuesta realizada a 855 personas de la capital por el diario Reforma y publicada este martes, 68 por ciento de los entrevistados creen que López Obrador tendrá mucha o alguna influencia en la administración de Ebrard. Además, 48 por ciento consideran que las relaciones del alcalde con el presidente serán malas o muy malas.
En el sondeo, con un margen de error de más menos 3,4 por ciento, 48 por ciento de los encuestados opinaron que Ebrard hará un buen gobierno, 29 por ciento que será malo y 23 por ciento dijeron no tener un punto de vista definido.
Ebrard, de 47 años, es el tercer jefe de gobierno del PRD de la ciudad desde 1997, cuando ese cargo fue sometido a votación por vez primera. Lo antecedieron el líder histórico de la izquierda y tres veces candidato presidencial, Cuauhtémoc Cárdenas, y López Obrador.
Cárdenas y su sucesor renunciaron antes de finalizar sus mandatos de seis años para poder competir, en los dos casos infructuosamente, por la Presidencia del país.
El talante izquierdista de esta urbe es inequívoco. Catorce de las 16 delegaciones (pequeñas alcaldías) en que se divide la ciudad son administradas por representantes de ese sector, que ostenta también la mayoría absoluta de la Asamblea Legislativa, con 34 de los 62 escaños. Todos esos cargos han emergido de las urnas.
Ebrard llega, sin embargo, con menos fuerza que sus antecesores. Todas las encuestas indican que en la capital, y en el país, el PRD ha perdido respaldo en coincidencia con su rechazo a los resultados electorales de julio, que expresó en protestas como el cierre por más de 40 días de la plaza del Zócalo capitalino y de la céntrica avenida Reforma.
Pero eso no se percibió en su investidura. Los diputados del PRD recibieron a Ebrard con aplausos, mientras en afuera del recinto de la Asamblea lo vitoreaban grupos barriales y asociaciones de vendedores ambulantes simpatizantes de la izquierda. Las últimas administraciones capitalinas de la izquierda han sido casi siempre bien calificadas por la población de esta urbe que colinda con el estado de México, gobernado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Junto a ese distrito vecino forman una región urbana de 20 millones de habitantes.
En la capital, sede de los tres poderes del Estado, se concentra 21 por ciento del producto interno bruto del país, 23 por ciento de la producción industrial y 28 por ciento de la actividad comercial.
La pobreza afecta a una tercera parte de la población capitalina, aquí se cometen 410 delitos diarios en promedio, y más de la tercera parte del agua potable se escapa por fugas, mientras un millón de personas no disponen de ella en sus hogares. El aire de Ciudad de México es uno de los más contaminados del mundo.
Cada año, unos 150.000 capitalinos emigran a Estados Unidos en busca de trabajo o para reunirse con sus familiares.
Una de las principales preocupaciones de los habitantes de esta ciudad es la gran inseguridad ciudadana, imbatible pese a promesas y publicitados planes de gobierno.
Según investigaciones del no gubernamental Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad, tres de cada 10 hogares han sufrido algún delito y nueve de cada 10 personas desconfían de la policía.
El novel alcalde fue hasta mediados de los años 90 militante del PRI y en ese carácter se desempeñó como secretario de gobierno de la ciudad bajo la regencia de Manuel Camacho, designado para ese cargo que entonces no era electivo por la administración de Carlos Salinas (1988-1994)
Ebrard y Camacho son ahora seguidores de López Obrador y miembros del PRD, al que en el pasado combatieron duramente.
Alejandro Encinas, al mando de la ciudad cuando López Obrador dejó la alcaldía en 2005 para competir por la Presidencia, terminó su mandato el lunes con malas calificaciones.
Poco más de la mitad de encuestados desaprobaron la forma en que desempeñó su cargo, especialmente en lo que calificaron como un errático combate a la corrupción, la inseguridad y la pobreza, según un sondeo realizado por el diario El Universal.
Uno de los aspectos que más criticaron los entrevistados a Encinas, también del PRD, fue haber tolerado las protestas de los seguidores de López Obrador en la capital, con el cierre del Zócalo y la avenida Reforma.
Como sus mayores logros, le reconocieron haber continuado los programas de asistencia social a favor de madres solteras, ancianos y discapacitados, desarrollados por López Obrador, así como la continuidad en la construcción de infraestructura vial.