La polarización política expresada en una campaña sin mayores incidentes, pese a temores por los enfrentamientos del pasado cercano, alienta la concurrencia a las urnas este domingo en Venezuela para elegir el gobierno del próximo sexenio, al punto de que se augura un nuevo récord.
Los 15.921.223 venezolanos mayores de 18 años empadronados podrán acudir entre las seis horas de la mañana y las cuatro de la tarde a la mesa que les corresponda de las 33.002 a instalarse en todo el país, 98 por ciento de las cuales cuentan con sistema informático de votación.
El presidente Hugo Chávez aparece como favorito para seguir al frente del gobierno hasta 2013, con un cómodo margen de sufragios a su favor según la mayoría de encuestas. Con ese dato, dijo que promoverá "cambios en la arquitectura del Estado", que permitan "profundizar y extender la revolución, para que Venezuela sea una república socialista bolivariana".
Su principal competidor es esta vez Manuel Rosales, quien apuesta por una sorpresa en las urnas luego de una fulgurante campaña de grandes marchas y mítines. Insiste en que "se trata de escoger entre dos modelos, el castro-comunista o la vida en libertad, en democracia y con verdadera justicia social".
Esas ofertas de modelos políticos opuestos han provocado un fervor electoral mayúsculo, que ha llevado a Germán Yépez, uno de los cinco rectores de los comicios, a estimar que este domingo la abstención "posiblemente no pase de 24 por ciento" del padrón de habilitados.
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En caso de cumplirse este pronóstico, votarían 12,1 millones de ciudadanos, dos millones más que el récord precedente, registrado en el referendo que ratificó el mandato presidencial de Chávez en agosto de 2004, cuando la abstención superó 35 por ciento.
En las últimas elecciones, para renovar el parlamento unicameral hace un año, los principales partidos de la oposición se retiraron de la disputa alegando falta de garantías, lo cual hizo que el oficialismo obtuviera para sí los 167 escaños del cuerpo por el lapso constitucional de cinco años. En esa oportunidad faltaron a la cita casi 80 por ciento de los ciudadanos.
Al participar animadamente en la campaña de Rosales, la oposición conformada por unos 40 grupos que van desde la extrema derecha hasta la izquierda del arco ideológico, dio un giro de 180 grados y le devolvió el vigor a la lucha política y a la búsqueda de apoyo popular para tratar de desplazar a Chávez del gobierno por las urnas o al menos construir una alternativa.
El sociólogo Ignacio Ávalos explicó a IPS que "lo mejor de esta campaña es que recuperó la política entendida como ejercicio de negociación y búsqueda de consensos, una vez que la oposición logró acuerdos en torno a un candidato" en agosto, tras descartar una decena de aspirantes, algunos huérfanos de todo apoyo.
También "ha significado hacer más política de masas y en las calles y menos en los medios de comunicación", apuntó.
Ese logro "es un mérito de Rosales, como hombre que escucha y dirige, pese a que se le critique porque no habla con el poder de encantamiento del gran comunicador que es el presidente", comentó a IPS el escritor Alberto Barrera, autor con Cristina Marcano de la más leída biografía sobre el presidente, titulada "Chávez sin uniforme".
Entre las dos ideas de país que se dirimirán este domingo "existe, sin embargo, un punto de contacto: la convicción, que ya es nacional, de que la pobreza y su superación constituyen la madre de todos los retos que confronta la nación", sostuvo, por su parte, el ex líder socialista Teodoro Petkoff, hoy jefe de estrategia del comando electoral de Rosales.
Chávez, junto a inauguraciones de obras públicas, exhibió los programas sociales de alimentación, salud, educación, créditos a cooperativas y rescate de indigentes, que lanzó como "misiones" en los últimos tres años. Añadió en sus emotivos actos de masa confesiones de amor por el pueblo, pero "más que amor, frenesí", según sus palabras.
A su vez, Rosales contestó que siete de los 26 millones de venezolanos viven hoy con menos de dos dólares diarios, y dos millones de ellos con menos de un dólar, mientras el gobierno "regala nuestro petróleo a otros países".
Para resolver esta contradicción, propuso entregar a los pobres una quinta parte de la renta petrolera mediante una tarjeta de débito, que bautizó como "Mi negra".
Ya sean motivados por la opción entre dos modelos de sociedad, animados por las ofertas sociales, como respaldo a uno de los abanderados o para impedir que gane el contrario, es posible que los electores acudan a los centros de voto en un número sin precedentes, como presume Yépez.
Desde 2001, la oposición había buscado atajos para desalojar a Chávez del gobierno.
Así, le sucedieron las convocatorias a grandes manifestaciones, respondidas de igual forma, demandas ante tribunales y hasta un frustrado golpe de Estado y una paralización de dos meses de la industria petrolera entre 2002 y 2003, a la que siguieron desórdenes callejeros y finalmente el referendo de 2004 y el retiro de la competencia por el parlamento en 2005.
En cada ocasión, Chávez no sólo salió airoso sino que, tras cada revés opositor, sus seguidores extendieron su poder e influencia sobre cada vez mayores áreas del Estado y de la sociedad.
En los principales episodios de esos enfrentamientos contra el chavismo, actuaron como protagonistas de la oposición gremios empresariales y sindicatos de trabajadores, sectores castrenses, medios de comunicación y agrupamientos de guías de opinión pública en torno a organizaciones no gubernamentales creadas ex profeso.
En los aprestos técnicos de la oposición para el referendo de 2004 y en la campaña para la abstención en los comicios parlamentarios de 2005, por ejemplo, llevaron la batuta tecnócratas de la asociación civil Súmate, cuya portavoz, María Corina Machado, fue recibida en Washington y elogiada por el presidente de Estados Unidos, George W. Bush.
Parte del éxito que se le atribuye a Rosales y a su comando estuvo en que, aunque exigió y sigue reclamando por un alegado "ventajismo" oficial en este proceso, no se detuvo en exigir condiciones para votar, sino que se lanzó a la calle en busca adhesiones.
"La práctica errónea (del pasado) le costó a la oposición la unidad y la oportunidad de consolidarse como fuerza política y opción válida para los venezolanos", opinó Eleazar Díaz Rangel, director del popular diario Últimas Noticias y simpatizante del oficialismo.
La oposición, "aún si no gana, quedará como un movimiento organizado que servirá para continuar la lucha", comentó Petkoff.
En tanto, Chávez admitió ante corresponsales extranjeros que para buscar la nueva "arquitectura del Estado" deberá abrir un proceso de consultas y debates, que concluirá en un proyecto de reforma constitucional sobre el que deberá decidir el electorado.
Mientras ese saldo a favor de la política queda de esta campaña —en este país donde los partidos convencionales se "desmadejaron" durante la década del 90, al decir del ex presidente Carlos Andrés Pérez (1974-1979 y 1989-1993)—, en lo inmediato la atención se centra en la transparencia del proceso electoral de este domingo y la admisión de sus resultados.
"Si pierdo, reconoceré inmediatamente los resultados y soy capaz hasta de adelantar la entrega", puesto que el nuevo sexenio comienza el 2 de febrero de 2007, aunque se trataría sólo de una hipótesis, pues "yo voy a ganar, anótenlo ahí", dijo un muy confiado Chávez.
Rosales, por su parte, indicó que, "como demócrata, he demostrado que sé ganar y sé perder, y no tendríamos problemas en reconocer el resultado", pero, alertó, "no aceptaremos trampas o cambios de las reglas a última hora, sino que el juego sea limpio y gane el que tenga más votos".
A pesar de que la campaña transcurrió sin mayores incidentes y reina un ambiente de tranquilidad, en las áreas de votación de todo el país se han desplegado 128.000 efectivos militares, y el ministro de la Defensa, el general Raúl Baduel, advirtió que no se permitirá ningún desorden.
Entre los ciudadanos aún hay quienes expresan cierto temor y en los supermercados se registraron compras nerviosas de alimentos en los últimos días, aunque en parte se las atribuye a la explosión del consumo que vive el país en medio de la bonanza petrolera, motor del crecimiento económico de los últimos tres años, y a la cercanía de las fiestas navideñas.