La resistencia de China y Rusia condena al fracaso los esfuerzos de la jefa de la diplomacia estadounidense, Condoleezza Rice, por la aprobación de sanciones contra Irán en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Los beneficiarios del fracaso en Washington serán el vicepresidente Dick Cheney y otros miembros del ala más conservadora del gobierno, que se aprestan para presionar al presidente George W. Bush para que dé vía libre a la planificación de un ataque aéreo contra Irán.
Durante más de siete meses, Rice basó su estrategia sobre la consolidación de una alianza que integrara a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) —China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia— más Alemania.
La secretaria de Estado (canciller) suponía que tan amplia coalición podría alcanzar un acuerdo para castigar a Irán por su negativa a poner fin a su programa de desarrollo nuclear, que incluye el enriquecimiento de uranio.
Rice y el subsecretario de Estado para Asuntos Políticos Nicholas Burns, quien coordina la política sobre Irán, expresaron públicamente en septiembre su confianza en que la coalición permanecería unida.
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Pero la estrategia multilateral de Rice flota sin rumbo preciso en medio de una poderosa marea geopolítica. Rusia y China no tienen ningún interés en debilitar a Irán, y durante meses habían señalado que no se sumarían a la estrategia de Rice.
En mayo, Rice propuso una concesión: participar en negociaciones directas con Irán a cambio de que las otras cinco potencias de la coalición aprobaran sanciones previstas en el Capítulo VII de la Carta de la ONU.
Pero Rusia y China bloquearon ese plan. La propuesta presentada a Irán por los cinco miembros permanentes del Consejo más Alemania no contuvo ninguna referencia a tales sanciones.
Ahora, Moscú y Beijing insisten en que cualquier resolución sobre el programa nuclear de Irán las excluya.
El mes pasado, los europeos hicieron circular un proyecto que habría prohibido a los países de la ONU la venta y suministro de una larga lista de equipamientos y tecnología a los programas nucleares y de misiles balísticos de Irán, así como su financiamiento.
La iniciativa habría estipulado que los estados también impidieran los viajes de funcionarios iraníes vinculados con esos programas y que, además, congelaran sus bienes.
Pero el proyecto no calificaba el programa nuclear de Teherán como una amenaza a la paz y la seguridad internacional, como pretendía Rice. Además, habría permitido a Moscú continuar cooperando con la construcción del reactor nuclear de la sudoccidental ciudad iraní de Bushehr.
El diario estadounidense The Washington Post informó el 25 de octubre que Rice propuso enmiendas en ese sentido. Pero los europeos las rechazaron, y el entonces embajador estadounidense en la ONU John Bolton —quien acaba de renunciar al cargo— amenazó con retirar el apoyo a la iniciativa.
Británicos, franceses y alemanes mantuvieron el proyecto de resolución en el Consejo de Seguridad. Sin embargo, los rusos insistieron en imponer sanciones menos gravosas que las incluidas en el proyecto europeo.
A comienzos de noviembre, las negociaciones entre las seis naciones llegaron a un punto muerto.
Ahora la Unión Europea hizo circular un proyecto que prohibiría la exportación a Irán de elementos utilizables en un arma nuclear o un misil balístico, según informó la semana pasada el periodista Bill Varner, de la agencia de noticias Bloomberg.
Pero el texto presentado mantiene la prohibición a los viajes y el congelamiento de bienes de funcionarios iraníes que Rusia había objetado antes.
El canciller ruso Sergei Lavrov aclaró el viernes 1 que Moscú apoyaría "sanciones para impedir que materiales nucleares y tecnologías delicadas ingresen a Irán", pero objetó sanciones dirigidas a individuos. "Rusia está en contra de castigar a Irán", declaró.
La posición rusa implica que, de ser aprobada, la resolución ni siquiera sería tan tajante como el compromiso ya asumido por el Grupo de Proveedores Nucleares, organización multilateral integrada por los 45 países que poseen la tecnología necesaria para fabricar armas atómicas o misiles balísticos.
El inminente colapso de la coalición de Rice sobre las sanciones a Irán refleja el conflicto de intereses entre los gobiernos de Bush y Vladimir Putin, no sólo relativos al programa nuclear de Irán sino a asuntos geopolíticos más amplios.
Moscú no tiene intención de cooperar con el surgimiento de arsenales nucleares en países que hoy no los tienen, pero no "pondrá en riesgo el vínculo político con potencias regionales" para apoyar los esfuerzos de Washington, sostuvo Celeste A. Wallander, de la estadounidense Universidad de Georgetown.
El conflicto por el desarrollo nuclear de Irán es visto por 20 funcionarios rusos del área de defensa entrevistados por la experta, retirados y en actividad, como un asunto geopolítico. Los informantes de Wallander dudan de que la verdadera preocupación de Estados Unidos sea la no proliferación de armas atómicas.
Washington debería atender las preocupaciones de Teherán —la inseguridad de ese país y el temor que le despierta la agresiva política exterior estadounidense— en vez de concentrarse en su desarrollo nuclear.
China tiene intereses paralelos a los de Rusia al respecto. Cercada por las alianzas de Estados Unidos con Japón, India y Corea del Sur, procura fortalecer su asociación estratégica con el gobierno de Putin, particularmente desde la invasión a Iraq.
Tanto China como Rusia parecen ver a la Organización de Cooperación de Shanghai como un vehículo para contrarrestar el poder de Estados Unidos en Asia.
En 2005, Moscú y Beijing señalaron su interés conjunto en cooperar con Teherán en contra de las presiones de Washington al invitar al régimen islámico a integrarse a la Organización de Cooperación de Shangai.
Rice pareció admitir el viernes 1 que Estados Unidos no conseguirá un acuerdo sobre la clase de sanciones que pretende. En ese sentido, se manifestó dispuesta a "mantener la unidad". Pero también exhortó a actuar. "Simplemente tenemos que mirar cuáles son las opciones", agregó.
Rice recibió el conflicto con Irán entre las tareas pendientes cuando asumió como secretaria de Estado, en enero de 2005, y al parecer procuró eliminar la opción militar de la agenda del gobierno.
A comienzos de este año dijo en privado a unas pocas figuras ajenas al gobierno que esperaba alcanzar negociaciones con Irán sobre un amplio espectro de problemas a través de su oferta de un diálogo directo.
Pero las posibilidades de Rice estaban muy limitadas por la intención del gobierno de Bush de rechazar la posibilidad de cualquier concesión diplomática a Irán.
Cheney y el entonces secretario de Defensa Donald Rumsfeld acordaron dejar a Rice seguir su camino a comienzos de 2005, porque sabían que cualquier esfuerzo diplomático en el Consejo de Seguridad para sancionar a Irán terminaría en un fracaso que sería el preludio necesario para cualquier uso de fuerza.
Los colaboradores de Cheney saben desde el principio de la gestión de Rice que su estrategia hacia Irán no obstaculizaría los planes del vicepresidente, porque sabían que fracasaría, según informó el periodista neoconservador Lawrence F. Kaplan el 2 de octubr en la revista The New Republic.
En el entorno de Cheney se evalúa que el gobierno no está todavía políticamente preparado para un viraje al terreno militar, pero la presión sobre Bush aumentará cuando el fracaso diplomático de Rice quede en evidencia, según Kaplan.
(*) Gareth Porter es historiador y experto en políticas de seguridad nacional de Estados Unidos. "Peligro de dominio: Desequilibrio de poder y el camino hacia la guerra en Vietnam", su último libro, fue publicado en junio de 2005.