Cuando el ex canciller surcoreano Ban Ki-moon asuma el cargo de secretario general de la ONU, el 1 de enero, heredará una enorme cantidad de problemas muy delicados.
Ban será el octavo secretario general de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) y sucederá al ghanés Kofi Annan, quien ocupó el cargo 10 años, entre 1997 y 2006.
El surcoreano, quien pronunció el juramento de rigor este jueves ante la Asamblea General, tomará el mes próximo el mando de una organización restringida por problemas presupuestales y considerada, errada o acertadamente, mal administrada, ineficiente y con exceso de personal.
Además, muchos cuestionan la manipulación política ejercida en la ONU por Estados Unidos y, en menor grado, por China, Francia, Gran Bretaña y Rusia, las otras naciones con poder de veto en el Consejo de Seguridad, máximo órgano ejecutivo del foro mundial.
La ONU tuvo sus momentos de gloria al mando de Annan, entre ellos recibir en 2001, junto con el secretario general, el premio Nobel de la Paz.
Annan fue funcionario de carrera de la ONU durante 44 años. En cambio, Ban sólo integró el foro mundial por un breve lapso de 12 meses, como jefe de gabinete de su compatriota Han Seung-soo al frente de la presidencia de la Asamblea General entre 2001 y 2002.
Se espera que Ban compense su falta de experiencia en la organización con la capacidad adquirida en 36 años en el servicio diplomático de su país.
El funcionario surcoreano se considera un "armonizador, equilibrador y mediador", y quienes lo conocen prevén que evitará ocupar el centro de atención para favorecer una diplomacia discreta.
Además de canciller, cargo que ocupó en enero de 2004 y dejó ese año, Ban fue vicepresidente de la Comisión Conjunta de Control Nuclear de la Península Coreana en 1992, y presidente de la Comisión Preparatoria de la Organización del Tratado de Prohibición Total de los Ensayos Nucleares, en 1999.
También fue primer secretario de la Misión Permanente de su país ante la ONU y, en dos oportunidades, embajador en Estados Unidos. En esas dos posiciones adquirió conocimiento de primera mano de la política interna del foro mundial y del poderoso país norteamericano.
El 1 de enero, Ban heredará una extensa lista de conflictos políticos espinosos, y aún no resueltos, como la amenaza armamentista nuclear de Corea del Norte y la posibilidad de que Irán siga sus pasos.
Otras situaciones igualmente delicadas son la presencia de la ONU en el siempre letal contexto creado por la insurgencia en Afganistán e Iraq y la ausencia de una fuerza de paz en Darfur, a la que se opone el desafiante gobierno sudanés.
Y no hay que olvidar el empeoramiento de la crisis de larga data en Palestina y la amenaza de una nueva guerra civil en Líbano, a donde el foro mundial envió cascos azules.
En materia económica y social deberá lograr para 2015 reducir a la mitad la proporción de personas que viven en la indigencia y padecen hambre, instaurar la educación primaria universal, promover la igualdad de género, reducir la mortalidad infantil en dos tercios y la materna en tres cuartos, tal como prevén los Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio.
Este compromiso incluye combatir la expansión del VIH/sida, la malaria y otras enfermedades, asegurar la sustentabilidad ambiental y generar una sociedad global para el desarrollo entre el Norte y el Sur, todo respecto de las cifras registradas en 1990 en cada nación.
"La clave para la ONU, hoy, no es crear más objetivos sino cumplir con los que ya están establecidos", señaló Jeffrey Sachs, del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia y asesor especial de Annan.
Incluso podría solicitarse la asistencia de Ban para forjar un acuerdo global en materia de cambio climático más allá de 2012, cuando concluye la vigencia del Protocolo de Kyoto, según el especialista.
En la interna, tratará de superar el impasse generado por los intentos de reformar y revitalizar el Consejo de Seguridad, al que aspiran ingresar como miembros permanentes, hasta ahora sin éxito, Alemania, Brasil, India y Japón.
Las acusaciones de fraude y corrupción en torno del multimillonario programa de asistencia para Iraq Petróleo por Alimentos, que rigió entre 1996 y 2003 bajo la supervisión de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, precipitó al foro mundial a una crisis de consciencia.
La reforma de la administración de la ONU también aguarda contar con su respaldo.
La reestructura incluye la creación de un nuevo código de ética que establezca valores que la organización predica pero rara vez lleva a la práctica en su interior, como los de transparencia y responsabilidad.
El ex subsecretario general para Asuntos Administrativos, Chris Burnham, declaró en conferencia de prensa el mes pasado que Ban ya había prometido firmar y hacer pública una declaración financiera personal.
"Creo que es una nueva era para la ONU", indicó ese ex funcionario del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, quien dejó en noviembre la organización para dedicarse a la actividad privada.
"Estamos colocando a la ONU en el siglo XXI en términos de responsabilidad, transparencia, ética, eficiencia y efectividad", declaró.
Burnham indicó que una docena de gobiernos, entre ellos los de Estados Unidos y Corea del Sur, ordenaron a los funcionarios de la ONU de esa nacionalidad divulgar su situación financiera.
Cuando se le preguntó qué consejo le daría al nuevo secretario general, dijo: "Seguir con el plan."
"El asunto más serio que afronta la ONU es su crisis de credibilidad, producto de su incapacidad para manejar cuestiones complejas", dijo Ban a IPS el mes pasado poco antes de ser electo secretario general.
También señaló que las iniciativas que se debaten no sólo requieren la creación de nuevas estructuras organizacionales internas, sino una mejora general de los servicios mediante reformas de los métodos operativos de las distintas agencias.
"El mayor reto que afronta la ONU en este momento es su reforma, fundamental para hacer frente de manera más efectiva a los desafíos de hoy", sostuvo.
Además, indicó que escándalos como el del programa Petróleo por Alimentos demuestran que las reformas son más que necesarias.
En ese sentido, "la tarea más inmediata es superar la crisis de confianza que padece la ONU", remarcó.
Uno de los mayores desafíos para Ban será establecer su vínculo con los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad y que lo votaron para el cargo que asumirá el 1 de enero.
Lo que es evidente en la política interna de la ONU se rige por una norma de oro: quien no se juegue según las reglas marcadas por las cinco potencias, y en especial por Estados Unidos, pierde.
El sexto secretario general de la ONU, el egipcio Boutros Boutros-Ghali (1992-1996), perdió su segundo mandato a pesar de contar con 14 votos de los 15 integrantes del Consejo de Seguridad, porque Estados Unidos ejerció su poder de veto.
Los neoconservadores del gobierno del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, desataron una venganza despiadada contra Annan enseguida después de su declaración acerca de que la guerra en Iraq, era "ilegal".
Annan acusó tácitamente a Washington, en su discurso de despedida del lunes, de atropellar los derechos humanos en su "guerra contra el terrorismo".
"Cuando parece que Estados Unidos abandona sus propios ideales y objetivos, sus aliados se encuentran, naturalmente, preocupados y confundidos", declaró en Independence, en el central estado de Missouri.
La comunidad internacional observará bien de cerca los cinco años de mandato de Ban como secretario general y su relación con las cinco potencias, cuyos reclamos inflexibles incluyen el monopolio de algunos de los cargos más altos de la secretaría de la ONU en base a cuestiones políticas y no de méritos y capacidad.
¿Cuán vulnerable resultará Ban a las manipulaciones estadounidenses?
¿Sucumbirá a las presiones políticas de las cinco grandes potencias?
¿Cuán franco será a la hora de marcar públicamente su posición, a pesar de que sea difícil de digerir para los cinco grandes?
El tiempo dirá. (FIN/IPS/traen-vf-mj/th/ks/wd ip/06)