Aleida Guevara March tiene los ojos parecidos a los de su famoso padre, el icono de la revolución Ernesto «Che» Guevara. Habla con energía, como si quisiera convencer a un auditorio. Pero también sonríe con dulzura al recordarlo.
Esta pediatra alergóloga cubana de 46 años, quien sigue llamando "tío" al enfermo presidente Fidel Castro —en cuyo pronto restablecimiento confía —, fue militante de la Unión de Jóvenes Comunistas. Ahora combina su trabajo en un hospital infantil en La Habana con frecuentes viajes por el mundo promocionando las que considera bondades del régimen socialista de la isla, entre ellos el acceso a la salud.
"Creo en la solidaridad y en el amor. Y en la posibilidad de hombres y mujeres de expresar sentimientos y crear un mundo mucho más justo para todos nosotros", dijo en entrevista con Tierramérica en Milán, ciudad italiana que visitó recientemente.
Tierramérica: — ¿Qué heredó de su padre y qué aprendió de él?
Aleida Guevara: — De él aprendí todo. Heredé un poco su sonrisa, la forma de sus ojos y quizás un poco de su rebeldía. Cuando era niña mi vida giraba alrededor de mi papá. Pero cuando crecí me di cuenta de que yo quería a ese hombre porque mi mamá había hecho posible ese amor. Pese a que él no estaba con nosotros, ella logró que lo tuviéramos presente.
— ¿Tuvo privilegios por ser la hija del Che Guevara?
— Ninguno. Al contrario, traté de esforzarme un poco más.
— Su padre era médico. ¿Influyó eso en su decisión de estudiar medicina?
— Inicialmente es posible que sí, pero no puedo garantizar que después también. La carrera de medicina en Cuba permite estar muy cerca del dolor y de la necesidad del ser humano. Escogerla era una manera de agradecer lo que me dieron.
— Usted habla mucho de cómo los niños mueren por no vivir en un ambiente sano.
— Soy pediatra y defiendo muchísimo a las nuevas generaciones. Jose Martí decía que los niños son la esperanza del mundo, son los que saben amar. Entonces, hay que defenderlos, tienen que ser fuertes y sanos para poder ser adultos libres. En Cuba, pese al bloqueo criminal, logramos hacer cosas muy lindas por nuestros niños, los protegemos, garantizamos su desarrollo físico e intelectual.
— Usted estudió en La Habana, pero se graduó en Nicaragua. ¿Qué aprendió de los nicaragüenses?
— Fue una experiencia muy dura. Allí tenía la tapa de una incubadora en la cabeza, un laringoscopio en la mano y absorbente en otra. Necesitaba un tubo endotraqueal para pasárselo a un bebé y le pedí uno a una enfermera. Ella me dijo: "¿Por qué tanta ansiedad? ¿No ve que el Señor lo está pidiendo?". Me sentí muy mal, yo trataba de salvar la vida de ese bebé y ella veía su muerte como algo natural. Nicaragua me enseñó que hay muchas cosas en América Latina que no comprendo, pero que tengo que tratar de entender y tener paciencia.
— Estuvo en Angola de 1986 a 1988, en una misión internacional de médicos. ¿Le dejó alguna huella esa experiencia?
— Me sentí muy realizada como ser humano, aunque pasé mucho trabajo. Lloré miles de días y noches, porque se morían niños que hubiera podido salvar de haber tenido medicina suficiente. En una ocasión tuve tres niños con meningoencefalitis, y solamente un paquete de medicamento. Tuve que decidir cuál de los tres viviría. Es una de las cosas más horribles que hice en mi vida. Pero no tuve alternativa. Desde entonces he luchado y lucharé contra el racismo y la desigualdad social. Angola fue el inicio de una rebeldía hasta el fin de mi vida.
— Usted combina su profesión con la de embajadora de la buena voluntad de su país.
— Sí, pero antes me casé y tuve dos hijas. Cuando crecieron un poquito comencé a trabajar con el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos y viajé por medio mundo llevando el mensaje de la revolución cubana y de la realidad que viven nuestros pueblos. Ahora también me siento portavoz del Movimento Sin Tierra de Brasil. Y hago todo lo que puedo por nuestro continente.
— ¿Qué le parece la controversia suscitada por las misiones de médicos cubanos en Bolivia y Venezuela?
— Son problemas con los círculos médicos locales que se ven amenazados por los médicos cubanos. Pero nosotros vamos a las zonas donde ellos nunca fueron. Bolivia no paga a los 2.000 médicos cubanos, lo hacen Cuba y Venezuela. Bolivia tiene alrededor de 10.000 profesionales de la salud desempleados, es un problema que el país tendrá que resolver.
* La autora es colaboradora de Tierramérica. Este artículo fue publicado originalmente el 9 de diciembre por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.