Las historias son cada cual más desgarradora, con un telón de fondo común. Son las mujeres a quienes el alcohol, acompañado a veces de otras drogas, destruyó sus vidas, que ahora tratan de rehacer.
Odilia dice que bebía "por todo y por nada" y hasta abandonó a su hijo de seis meses para emborracharse a gusto. "Mi hija aún guarda resentimiento de mi pasado", se duele Alicia, en tanto María Consuelo no olvida las veces que durmió en plena calle.
Todas se reconocen como alcohólicas, y ahora atrapan la felicidad que les da vivir sobrias las 24 horas cada día. "Ayer ya pasó, mañana no ha llegado. Hoy es el día más importante", asegura Carmen.
Erminda, personaje de la telenovela cubana "La otra cara de la luna", que acaparó la atención de la teleaudencia hasta mediados de octubre, reflejó de principio a fin el drama de quienes un día lo perdieron todo por su adicción.
Como ella, Odilia, Carmen, Alicia o María Consuelo debieron "tocar fondo" para poder subir la cuesta de la recuperación. Para la Erminda de la telenovela, ese momento llegó cuando amaneció en su lecho junto a un hombre que no era su esposo, alcohólico como ella.
"Toqué fondo cuando decidí que no quería seguir viviendo así y me lancé por el balcón", relata Odilia. Pocos días después de salir del hospital, descubrió en su barrio a un grupo de Alcohólicos Anónimos (AA) que la ayudó a renacer.
Recuperó al hijo cuando éste tenía nueve años (hoy es un adolescente de 16), se casó, tiene una niña de tres años y no falta a la junta de mujeres de AA que se realiza una vez por semana. "Allí partimos de aceptar nuestra enfermedad y nos apoyamos mutuamente", dice.
Los casos de Odilia, María, Alicia o Consuelo transcurren en la discreción propia de esos grupos activos en todo el mundo y surgidos en Cuba a mediados de los años 90, cuyo único requisito de ingreso es querer dejar la bebida.
Pero la historia de Erminda llevó al seno de los hogares cubanos un fenómeno quizás ignorado u ocultado y que empezó a preocupar a pesar de que las estadísticas aún no lo sitúan como un problema de salud en Cuba.
"En realidad, el incremento del consumo, el consumo irresponsable, y el alcoholismo en las mujeres es un fenómeno mundial que se expresa en forma paralela con el consumo de tabaco", dijo a IPS el médico psiquiatra Ricardo González.
En el caso de Cuba, las cifras de alcoholismo en ambos sexos alcanzan a cinco por ciento de la población mayor de 15 años, y el indicador abarca las dos formas clínicas de alcoholismo, que son el consumo perjudicial y ocasional de alcohol y la dependencia de la bebida.
"En nuestro país la proporción de hombre a mujer incluidos en ese cinco por ciento es aproximadamente de tres hombres por cada mujer. En algunos países de Europa la proporción se acerca ya peligrosamente a un hombre por cada mujer", afirmó el profesional.
En su opinión, tales datos comparativos permiten decir que el alcoholismo femenino no es en Cuba un problema de salud, aunque en las políticas de prevención se tiene en cuenta su significación, por el enorme riesgo que implica para los hijos durante el embarazo y la lactancia.
Muchos expertos no dudan en asociar el alcoholismo femenino al propio aumento de la socialización, la participación, la inclusión de la mujer en todas las esferas de la vida social y económica del país.
Para González, jefe del Servicio de Atención a Adicciones del Hospital Psiquiátrico de La Habana y presidente de la Sociedad Cubana de Psiquiatría, el fenómeno está determinado por un "mosaico de factores" donde lo sociocultural y hedónico (procura del placer) juegan un importante papel.
Asimismo, consideró que a la hora de buscar las causas del alcoholismo femenino "tampoco hay que perder de vista la mayor frecuencia mundial de depresiones en el sexo femenino y el uso no excepcional del alcohol con objetivos sintomáticos".
Otros especialistas acotan que el alcoholismo está marcadamente relacionado con una historia familiar de abuso de alcohol. En estos casos, se produce un inicio más temprano del exceso de consumo, tienen un peor pronóstico y una mayor asociación con otros trastornos psiquiátricos.
En el plano mundial, el alcoholismo es un problema ausente sólo en países de cultura islámica y hebrea "cuando no existe occidentalización", apuntó González, para quien es posible que en el mundo industrializado, el consumo femenino de alcohol y tabaco "llegue a ser mayor que en los hombres".
Datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que América Latina y el Caribe registran el porcentaje más alto del total de muertes atribuibles al consumo excesivo de alcohol, con 4,5 por ciento comparado a 1,3 de regiones ricas y a 1,6 por ciento para otras regiones en desarrollo.
Un estudio de 2002 del Banco Mundial, "Dimensiones de género en el consumo de alcohol y problemas afines en América Latina y el Caribe", señaló que tanto hombres como mujeres están sujetos a fuerzas socioculturales en materia de alcoholismo.
"En general, se espera que hombres y mujeres beban y se les alienta a hacerlo, si bien las mujeres se enfrentan a un mayor control social en términos de cuándo y dónde debieran beber", indicó la investigación.
Y ahí está la trampa, según Antonio, de AA en la capital cubana. "En nuestros países de cultura machista, beber es cosa de hombres. La mujer se oculta, suele beber a escondidas de sus familiares más cercanos, que se dan cuenta cuando el deterioro físico y psíquico es enorme", afirmó a IPS.
A su vez, el estudio de la OMS indicó que el efecto sobre uno y otro sexo no es igual, ya que debido a diferencias fisiológicas, las mujeres obtienen una concentración más alta de alcohol en la sangre por una dosis similar.
Además, son más susceptibles a enfermedades del hígado ocasionadas por el alcohol en un período más corto y por menor consumo que los hombres.
Las mujeres que beben en exceso tienen mayor riesgo de contraer cáncer mamario, y el consumo de alcohol durante el embarazo aumenta el riesgo de nacimientos defectuosos, lo que hace de esta adicción uno de los patrones de consumo más peligrosos, de acuerdo con la investigación del Banco Mundial.