Lesiones abdominales, torácicas, cerebrales o del sistema nervioso central. Moretones, quemaduras, escaldaduras, desgarros. Problemas de salud reproductiva, sida, embarazos no deseados. Depresión, ansiedad, abuso de alcohol y otras drogas.
No es una lista de accidentes y problemas de salud, sino de consecuencias, a corto y mediano plazo, de la violencia contra niños y niñas, expuesta por un estudio del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Kofi Annan, cuyo lanzamiento regional para América Latina y el Caribe se realizó este jueves en Panamá.
"Existe consenso en cuanto a que hay que erradicar la violencia contra la niñez", pero las realidades observadas en América Latina y el Caribe no reflejan un fiel cumplimiento de los compromisos adquiridos por los gobiernos, incluyendo la ratificación de la Convención sobre los Derechos del Niño, dijo en su exposición el profesor Paulo Sergio Pinheiro, designado por Annan para liderar este estudio.
En diálogo con IPS, el experto se negó a hacer una clasificación comparativa del problema por regiones o países, arguyendo que no existe un índice que pueda tomarse como referencia y que las estadísticas disponibles varían de un país a otro.
No obstante, el estudio señala que "América Latina, con una población de más de 190 millones de niños, es una de las regiones más desiguales del mundo y con mayores índices de violencia". Y en el caso del Caribe, hace énfasis en que "la violencia está asociada a la proliferación de drogas, armas de fuego y al crimen organizado".
Pinheiro fue más allá al afirmar que la región tiene el mayor índice de muertes violentas. Y que, en muchos de estos homicidios, media la utilización de armas de fuego.
El estudio toma como referencias diversas cifras, incluyendo unas provenientes del Banco Interamericano de Desarrollo correspondientes a 1999, según las cuales más de seis millones de niñas y niños sufren abuso severo en los países de la región y más de 80.000 mueren por año a causa de la violencia doméstica.
Una de las particularidades de la violencia contra los niños es el subregistro y la falta de cifras confiables.
"La violencia es invisible", insiste el documento, un vacío que tiene muchas explicaciones, incluyendo la ineficiencia de las entidades responsables, la falta de canales para las denuncias y el temor a represalias.
Además, el estudio subraya una realidad perversa: el hogar como uno de los principales escenarios de la violencia contra los niños. De acuerdo a Pinheiro, en las familias latinoamericanas y caribeñas el castigo físico es práctica habitual, aceptado socialmente como método de crianza y disciplina.
Según una encuesta realizada en Colombia, entre 47 y 53 por ciento de los entrevistados consideran que el castigo físico es necesario.
Y otra realizada en Chile por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), señala que 75,3 por ciento de los niños y niñas reciben de sus padres algún tipo de violencia.
De allí que el experto brasileño haya hecho énfasis en la necesidad de prohibir explícitamente toda forma de violencia, incluyendo los castigos físicos en las casas.
"Este tiene que ser el siglo de los niños. Ya las mujeres y los obreros reivindicaron sus derechos. La democracia, sin embargo, no parece haber llegado aún a los menores. Los tratamos como si fueran mini seres humanos con mini derechos", aseveró.
Pero no solo se trata del castigo corporal. Está también el maltrato psicológico que, según Pinheiro, poco se ha investigado. Y el abuso sexual, para el cual el hogar también parece el entorno más propicio. En ocho de cada 10 casos, los perpetradores son los padres o parientes.
Otro escenario favorito es la escuela. Los alumnos de educación preescolar y básica son los más afectados por el castigo físico, mientras los mayores sufren más el maltrato a través de insultos, amenazas y humillaciones.
Las adolescentes serían las principales víctimas de acoso sexual y chantaje vinculado a la obtención de buenas calificaciones, expone el informe. Pinheiro se refiere además al "bullying" o acoso escolar: "Antes se pensaba que era natural, ahora se sabe que requiere intervención por parte de los adultos responsables".
La violencia en las familias y en las escuelas es, a su vez, una de las razones por las que las calles se convierten en telón de fondo de las vidas de millones de menores.
Los niños, dijo una adolescente de Nicaragua que asistió como invitada oficial al lanzamiento, "buscan afecto en las personas equivocadas y las consecuencias son el contagio de enfermedades de transmisión sexual y los embarazos no deseados".
En América Latina y el Caribe hay 32.000 niños menores de 15 años y cerca de 740.000 jóvenes entre 15 y 24 años con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH, causante del sida), según datos de 2006 del Programa Conjunto de las Naciones Unidas para el VIH/Sida.
En la calle, la violencia asume formas extremas, como homicidios, explotación sexual, trafico de armas, drogas y personas. Se estima que en la región, 28 por ciento de las victimas de homicidio son niños y adolescentes de entre 10 y 19 años.
Brasil, Colombia, El Salvador y Venezuela llevan la delantera en mortandad de hombres de 15 a 24 años.
Además, según cifras de 1998 del Instituto Interamericano del Niño, unos dos millones de niñas y niños son explotados sexualmente. Las víctimas son de ambos sexos pero la mayoría son niñas, y 57 por ciento de ellos han sido expulsados de sus familias o han huido por problemas de maltrato y abuso.
La mayoría de estos no estudian y su situación los hace propensos a incorporarse a las pandillas, que sólo en América Central y México cuentan con 82.000 miembros, de acuerdo con estimaciones de la Agencia Estadounidense para el Desarrollo Internacional.
La respuesta de los estados no ha sido efectiva, porque está orientada a la seguridad y al castigo y no a la prevención.
La tendencia en el mundo es a disminuir la permanencia en instituciones penales. Si América Latina atiende el clamor de quienes piden aumentos a las penas de los menores, estaría yendo contra corriente, según el documento.
Prueba de ello es que hay muchos países donde el número de menores en las cárceles ha aumentado significativamente, con los consecuentes costos para el Estado, sin que el problema de la delincuencia juvenil se haya reducido, enfatizó Pinheiro, quien recorrió más de 40 países para recopilar información.
Fuera de las familias, las escuelas, las calles y las instituciones del Estado, hay un quinto escenario para la violencia: el trabajo.
En América Latina y el Caribe hay 5,7 millones de niños de entre 5 y 14 años trabajando, según cuentas de este año de la Organización Internacional del Trabajo. Dos millones de ellos en el servicio doméstico, uno de los peor pagados y menos regulados, además de poco valorado social y culturalmente.
Al acto concurrieron autoridades ejecutivas y judiciales de Panamá, el director regional de Unicef para América Latina, Nils Kastberg y representantes de organizaciones no gubernamentales nacionales y regionales.
La ex legisladora panameña Teresita de Arias, secretaria del Plan Alimentario del actual gobierno, afirmó a IPS que lo expuesto es "la cruel realidad".
En 2003 había en Panamá más de 11.000 niños bajo protección del órgano judicial por algún tipo de abuso, dijo Arias. "Estos menores procedentes de ambientes violentos son los que terminan convertidos en delincuentes. Y por eso es que nada vamos a lograr construyendo más cárceles", afirmó.
Arias, una de las líderes del movimiento contra la violencia doméstica, descartó cualquier posición romántica en la materia. "Sé que en esos centros de protección para menores abusados hay muchachos con quienes no quisiera encontrarme sola en un callejón, pero también sé el tipo de vida que han llevado y los hogares de dónde vienen".
"Ellos no quieren ser considerados el futuro de nuestras naciones, quieren vivir en un mundo sin violencia en el presente", sentenció Pinheiro.