TURQUÍA: Militares despiertan a la modernidad

El triunfo electoral en 2003 del Partido por la Justicia y el Desarrollo, de tendencia islamista, le dio un nuevo giro a un viejo debate en Turquía.

El nuevo gobierno alentó en el parlamento la reducción de la autonomía del Consejo de Seguridad Nacional, órgano dominado por comandantes militares, creado por la Constitución de 1961 y heredero de la Suprema Asamblea de Defensa creada en 1933.

El Poder Legislativo accedió a restringir el campo de acción del Consejo, que tenía amplias potestades en la toma de decisiones del gobierno civil y en el control del cumplimiento de la Constitución.

¿Fue un ajuste de cuentas? El partido gobernante insiste en que la reforma, que reduce al Consejo a un rol consultivo, era necesaria para aplacar a las consistentes críticas de la Unión Europea (UE) a la influencia del ejército en las cuestiones políticas.

Pero no se pueden ignorar las raíces del Partido por la Justicia y el Desarrollo, fundado en 2000 luego de que el Consejo de Seguridad Nacional proscribiera un movimiento islamista con el argumento de que su acción representaba una amenaza al los fundamentos seculares del estado.

Desde entonces, la relación tuvo altibajos, con ocasionales agresiones recíprocas. La decisión del primer ministro Recep Tayyip Erdogan de enviar tropas a la fuerza de paz de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Líbano agregó leña al fuego.

La tensión se manifestó a comienzos de septiembre, cuando Erdogan, respondiendo a críticas de familias de soldados muertos en enfrentamientos con el insurgente Partido de los Trabajadores del Kurdistán, destacó que "el ejército no es un puesto donde uno puede echarse y tomárselo con calma".

Ahora, con el despegue de la nueva temporada política, la confrontación entre el Partido por la Justicia y el Desarrollo y el Consejo de Seguridad Nacional ingresó en una nueva fase.

Altos oficiales militares manifestaron abiertamente su disgusto hacia el primer ministro, capitalizando la explícita preocupación del presidente Ahmet Necdet Sezer sobre un supuesto giro del gobierno hacia posiciones islamistas menos moderadas que las hasta ahora predominantes.

El 1 de este mes, Sezer adhirió ante el parlamento a las advertencias del Consejo de Seguridad Nacional sobre una supuesta amenaza islamista contra Turquía, y sostuvo que la credibilidad del ejército y su condición de institución suprapartidaria debe ser protegida.

"La reacción islamista es una de las amenazas a nuestra seguridad interna", dijo Sezer. Esta "amenaza reaccionaria no cambió sus objetivos de alterar las características básicas del estado" en los últimos 20 años, agregó.

Al día siguiente, en un discurso ante la Academia de la Guerra, el general Yasar Buyukanit, jefe del Estado Mayor del ejército, reveró en público la indignación de las fuerzas armadas con el gobierno.

Buyukanit evitó dejar en una posición embarazosa a Erdogan, que ese mismo día partía de visita a Estados Unidos. Pero acusó abiertamente al gobierno de humillar al ejército y de usar a la UE y a organizaciones académicas privadas para justificar la minimización institucional del Consejo de Seguridad Nacional y de las fuerzas armadas.

También enfatizó la importancia del secularismo para Turquía. "El futuro del régimen" secular "es mi responsabilidad", advirtió el general Buyukanit.

Erdogan contestó de inmediato a todas las acusaciones del militar. Al mismo tiempo, en Washington le aseguraron que el fundamentalismo islámico en Turquía no constituía una preocupación para la Casa Blanca.

Pero las fuerzas armadas constituyen la institución más confiable del país para 88 por ciento de los consultados en sondeos de opinión. El malestar militar refleja el de un sector de la ciudadanía de frente a las elecciones legislativas y presidenciales del próximo año.

Sezer, el principal opositor al gobierno de Erdogan, no será candidato a un nuevo periodo presidencial.

Es muy probable que el Partido por la Justicia y el Desarrollo controle el parlamento, lo que despierta en muchas mentes el espectro de Irán. Las teorías conspirativas florecen.

¿Qué ocurriría si Erdogan, al frente tanto de la Cámara de Representantes como del gabinete, tuviera la intención de alentar el fundamentalismo islámico? ¿Turquía seguiría el modelo iraní?

La preocupación tiene cierta base. El Partido por la Justicia y el Desarrollo, un partido islamista de derecha, obtuvo 34,3 por ciento de los votos en las más recientes elecciones.

Por su parte, los partidos islamistas Felicidad y Gran Unión sumaron 3,6 por ciento de los sufragios, y operan en Turquía otros ocho partidos religiosos.

Muchos ciudadanos que simpatizan con el islamismo votaron a otros partidos ajenos a ese abanico en el pasado, por diversas razones.

¿Existen razones para la alarma? A pesar de las decisiones controvertidas tomadas habitualmente por los votantes turcos, ellos siempre creyeron, en lo más íntimo de su ser, que las fuerzas armadas serán siempre su ángel guardián y salvador, sin importar qué ocurra.

Además, un fundamentalismo abierto señalaría el fin de cualquier esperanza de integrarse a la UE.

El presidente Secer, las fuerzas armadas, el Consejo de Seguridad Nacional y el Partido Popular Republicano —principal de la oposición y el más antiguo de Turquía, leal al legado del primer presidente del país, Mustafá Kemal Atatürk (1920-1921)— parecen haber formado un bloque determinado a no permitir que el gobierno siga debilitando al secularismo.

Si la temperatura continúa elevándose, es probable que la vida política de Turquía acuse la fiebre en los meses que restan hasta las próximas elecciones.

La visita de Erdogan a Bush no estuvo coronada por el éxito. El subcomandante del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, general Peter Pace, invitó al general Buyukanit al Pentágono para febrero. Todo este panorama agrava los dolores de cabeza del primer ministro.

(*) Esta es la segunda de una serie de dos análisis sobre la actualidad de Turquía.

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