La filtración de una grabación que revelaba mentiras del gobierno, tres días de manifestaciones y una contundente derrota oficialista en las elecciones municipales de la semana pasada no fueron suficientes para obligar la renuncia del primer ministro de Hungría, Ferenc Gyurcsány.
Este exitoso empresario y líder del Partido Socialista (MSZP), que forma el gobierno de coalición con la Alianza de Demócratas Libres (SZDSZ), aseguró que no detendrá su paquete de drásticas reformas económicas, apoyadas por la Unión Europea (UE) e inversores externos.
El primer ministro se vio fortalecido el viernes al recibir un voto de confianza de la Asamblea Nacional. De los 386 diputados, 207 ratificaron su cargo, con lo que obtuvo apoyo clave para continuar a pesar de la derrota en los comicios municipales del 1 de este mes.
El opositor derechista Partido Cívico Húngaro (Fidesz), del ex primer ministro Viktor Orbán (1998-2002), para quien el sufragio era un "referéndum" sobre la gestión de Gyurcsány, obtuvo una victoria en todos los condados y ciudades, siendo Budapest la única excepción.
La asistencia a las urnas fue de 53 por ciento, la mayor registrada en elecciones locales.
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Dos semanas antes de los comicios municipales, se había filtrado a la prensa la grabación de un discurso de Gyurcsány en una reunión del MSZP, en el que admitía haber mentido a la ciudadanía sobre la situación económica del país para asegurar la reelección de los socialistas en las últimas elecciones de abril.
Al divulgarse la cinta, este país vivió los peores enfrentamientos callejeros desde la revolución de 1956 contra el dominio de la Unión Soviética. Cientos de personas fueron detenidas en la capital.
La violencia, principalmente protagonizada por extremistas de derecha, favoreció en un principio a los socialistas, quienes vinculaban a la oposición con los agitadores.
Pero la demora del gobierno en reestablecer el orden también perjudicó su imagen, dejando a los socialistas como débiles ante los ojos de la población.
El Fidesz arguyó que los resultados de las elecciones municipales mostraron el inequívoco deseo de la ciudadanía de cambiar el gobierno.
La oposición esperaba que la derrota de los socialistas en Budapest confirmara que el país entero estaba contra Gyurcsány.
De hecho, su triunfo en la capital fue precisamente lo que lo salvó al primer ministro de un fracaso total, según varios analistas.
Por su parte, los socialistas interpretaron los resultados como una muestra de rechazo general a sus medidas de austeridad.
Se espera que este año el déficit presupuestal de Hungría, el mayor de Europa, llegue a 10 por ciento del producto interno bruto.
Los principales sectores que necesitan una reforma son educación, salud, jubilación y el Estado.
Lo que provocó la situación actual es que "todos los gobiernos desde 1990 trataron de obviar una reforma seria para evitar el suicidio político", dijo a IPS el sociólogo Ferenc Hammer.
El analista sostuvo que los gobiernos de la UE "deben adoptar medidas de austeridad", pero éstas tienen que ser informadas en detalle a la población.
De esta manera, se pueden ahorrar problemas, ya que "la población tiene más disposición a aceptar cargas si se las plantea con franqueza", sostuvo.
El día de las elecciones municipales, el presidente húngaro Lászlo Solyom aumentó la presión sobre el gobierno pidiendo de forma indirecta la renuncia de Gyurcsány y reclamando que el parlamento votara sobre su gestión.
Gyurcsány aprovechó la oportunidad para pedir disculpas a la población. Sin embargo, los húngaros todavía siguen profundamente divididos respecto de su continuidad.
La oposición sostuvo que la ratificación de Gyurcsány fue una "sucia trampa", pues el voto en la Asamblea Nacional no era secreto, e insistió en la renuncia del primer ministro.
Decenas de miles de personas de todo el país se congregaron también el sábado frente a la sede del parlamento para expresar su oposición al gobierno tras el voto de confianza.
El Fidesz aseguró que mantendría a su gente en las calles todas las noches hasta el 23 de este mes, fecha en que se conmemorará oficialmente el 50 aniversario del levantamiento de Hungría contra la ocupación del ejército soviético.
Muchos analistas temen que se politice la fecha, provocando otra ola de violencia. El presidente Solyom alertó a la población que "las manifestaciones en masa no pueden ser, de ninguna manera, una alternativa a las políticas del parlamento".
Pero Orbán alegó que el partido de gobierno perdió la confianza popular necesaria para implementar reformas y se refirió a Gyurcsány como "primer ministro en los papeles".
Desde que hace cinco años, Orbán cuestiona la legitimidad del gobierno y alude a presuntos vínculos con el régimen comunista vigente hasta 1990.
Muchos analistas consideran que los últimos acontecimientos forman parte de un último intento de Orbán por recuperar el poder, pero alertan que si la derecha no cumple con las expectativas de sus seguidores sellaría su muerte política y marcaría el inicio una reforma en la cultura política conservadora de Hungría.
El ex primer ministro negó estas acusaciones y, por el contrario, propuso la formación de un "gobierno de tecnócratas", sin afiliación política, para llamar a elecciones anticipadas.
Como segunda alternativa pidió a los integrantes de la coalición que eligieran un nuevo primer ministro, pero tanto liberales como socialistas rechazaron la propuesta y dieron todo su apoyo a Gyurcsány.