La frase «déjenlos venir» despierta temor en los países industriales cuando alude a los inmigrantes, pero suena bien, tanto en el Sur como en el Norte, cuando se refiere al ingreso temporal y controlado de mano de obra.
Así lo asegura el libro "Let Their People Come: Breaking the Gridlock on International Labour Mobility" ("Dejen venir a su gente: Saliendo del punto muerto de la movilidad internacional de mano de obra"), escrito por Lant Pritchett para el no gubernamental Centro para el Desarrollo Global.
Si los países ricos permiten un aumento de tres por ciento en su fuerza laboral eliminando restricciones al ingreso de mano de obra, los beneficios para los países pobres ascenderán a de 305.000 millones de dólares anuales, según el estudio presentado en Washington el día 15.
Eso sería el doble de los beneficios anuales combinados de la liberalización del comercio (86.000 millones de dólares), la asistencia extranjera (70.000 millones de dólares) y el alivio de deuda (unos 3.000 millones de dólares en ahorros de intereses), según el informe.
El obstáculo fundamental es el temor que despierta en las naciones ricas la posibilidad de una ola de inmigrantes.
"No estamos hablando de una medida catastrófica", dijo Pritchett a IPS, pues que no se trata de una apertura total del mercado laboral sino de la realización de un trabajo específico mediante acuerdos internacionales rubricados con ese fin.
En ese marco, la mano de obra de los países en desarrollo "obtendrían más dinero", mientras los ciudadanos de los países industrializados "conseguirían los servicios que quieren".
Es esencial cambiar el usual término "migración" y apelar a la fórmula "movilidad de la mano de obra", destacó Pritchett.
"Me refiero a una serie de programas muy estrechamente regulados. No es una simple apertura del mercado laboral de los países ricos. Se establecerían los términos por los cuales las personas a las que se permitirá ingresar a esos países brindarán determinados tipos de servicios. Nosotros podemos regularlo a través de un proceso político", explicó.
Eso significa acuerdos específicos con países particulares para permitir el ingreso de mano de obra temporal para tareas específicas, donde el país emisor asume la responsabilidad por el retorno del trabajador.
"Las asignaciones de dinero al país emisor se reducen por el número de personas que se quedan" más tiempo del permitido, explicó Pritchett.
Dadas las raíces y conexiones de las personas en sus países de origen, y sus necesidades como ciudadanos, debería ser posible que el país que los envía se asegurara de que los trabajadores temporarios lo son realmente y van a volver, agregó.
Eso funciona conjuntamente con las disposiciones de países ricos que asumen la responsabilidad de certificar escasez de mano de obra en industrias específicas.
Pritchett aboga por acuerdos específicos y limitados entre los gobiernos para satisfacer las necesidades particulares, que funcionen para beneficio de ambos, y no por tratados multilaterales.
La atención a los ancianos en Europa es un ejemplo, dijo. "Desde el punto de vista de un economista, no tiene sentido obligar a la mano de obra europea de altos salarios a responsabilizarse de su cuidado", evaluó.
La propuesta contradice el prejuicio predominante en los países ricos en materia de migraciones, reconoció Pritchett. "El típico ciudadano de país rico considera que su frontera es una represa y que, si permitimos una brecha aunque sea mínima, la ola romperá sobre nosotros".
El mayor desafío será conseguir que los ciudadanos de los países ricos aprendan a diferenciar entre migración y movilidad de mano de obra.
"Los medios de comunicación reflejan el escepticismo del público", afirmó Pritchett. Y el temor a los inmigrantes no es el único prejuicio.
La prensa "retrata esto como si fueran corporaciones que quieren importar y explotar mano de obra para explotar más a los trabajadores internos", dijo. "Pero esto no tiene que ver con corporaciones contra trabajadores, porque muchas actividades de los inmigrantes son servicios directos para la gente".
En cuanto al cambio de palabras, "si se logra parangonar la movilidad de capitales, la de mercaderías y la de mano de obra, más gente aceptará gradualmente" el concepto, explicó.
"Ahora tenemos una globalización donde hay movilidad de todo menos de mano de obra. La idea de una movilidad de mano de obra, como complemento natural a la de capital y a la de bienes, hace un mundo más justo para los trabajadores", aseguró.
El libro señala que en Hong Kong y Singapur los extranjeros dedicados al trabajo doméstico y al cuidado de niños y ancianos representan siete por ciento de la fuerza laboral, mientras en Estados Unidos son apenas 0,3 por ciento.
Este personal doméstico temporario permite el trabajo fuera del hogar de cada vez más mujeres altamente calificadas, lo cual eleva el ingreso nacional entre 1,3 y 3,3 por ciento, así como las ganancias impositivas a partir del empleo adicional.
Así, el aumento de tres por ciento sugerido en la fuerza de trabajo de los países ricos a través de una mano de obra temporaria y legal originará una ganancia anual neta de 56.000 millones de dólares para los actuales residentes de países ricos.
En cuanto a la ganancia directa para los trabajadores "móviles" y sus familias, ascendería a 305.000 millones de dólares anuales, calculó Pritchett.
Nancy Birdsall, presidenta del Centro para el Desarrollo Global, dijo que el nuevo libro tenía la intención de promover en el Norte rico el análisis del impacto de sus políticas de mano de obra y de migración en las naciones en desarrollo.
"La movilidad de mano de obra es hoy como el gorila en la habitación con el que nadie quiere discutir. El libro de Lant cambiará eso", aseguró.
Según el libro, varias fuerzas ejercen presión para lograr la mayor movilidad laboral internacional de la historia de la humanidad.
Entre ellas, la amplia brecha de ingresos entre los trabajadores no calificados del mundo rico y los del pobre, el envejecimiento de la población del Norte industrial y el rejuvenecimiento del Sur y la importancia de las remesas enviadas por emigrantes desde el exterior en la economía de las familias de los países en desarrollo.
"Lant Pritchett nos da la versión más lúcida y avanzada de un aspecto de la globalización del siglo XXI que los políticos todavía se niegan a reconocer y manejar adecuadamente", señaló en una declaración escrita Ernesto Zedillo, director del Centro de Yale para el Estudio de la Globalización y ex presidente de México (1994-2000).
"Guste o no, la migración será un tema clave del siglo XXI", dijo Mary Robinson, presidenta de la Iniciativa para una Globalización Ética y ex presidenta de Irlanda (1990-1997). "Discutirla para superar el punto muerto es una contribución provocadora en un área donde la provocación es necesaria."
"Este libro plantea la defensa de la migración no calificada de un modo más original, desafiante y entretenido que cualquier otro que yo haya visto", dijo L. Alan Winters, director del Grupo de Investigación para el Desarrollo en el Banco Mundial.