MEDIO ORIENTE: Visita de Blair con penas y sin gloria

El primer ministro de Gran Bretaña, Tony Blair, pretende pasar a la historia como un estadista exitoso, pero no deja de sumar derrotas a su currículum vítae. La última fue en Medio Oriente, donde estuvo de visita.

El lunes 11 de septiembre no fue, quizá, el mejor día para que Blair mantuviera en Beirut conversaciones de paz con su par de Líbano, Fouad Siniora.

La reunión coincidió con el aniversario de los atentados contra Nueva York y Washington el 11 de septiembre de 2001, que abrieron paso a la "guerra mundial contra el terrorismo" declarada por Estados Unidos con el apoyo entusiasta y sin fisuras de Blair.

Las miles de personas que protestaron en Beirut contra la visita de Blair tuvieron otro motivo: el fracaso del primer ministro británico en llamar a un cese del fuego ante el continuo bombardeo israelí contra civiles en su guerra contra las milicias del chiita y prosirio Partido de Dios (Hezbolá).

El pedido de alto el fuego de Blair, junto al de la canciller (jefa de gobierno) alemana Angela Merkel, llegó demasiado tarde y fue inútil.

Blair es considerado el incuestionable compinche del presidente estadounidense George W. Bush, y, por lo tanto, toda la ira contra la política de Estados Unidos en Medio Oriente se dirige inevitablemente también a él.

En su carácter de destacado participante del "equipo que lideró la guerra en Iraq", Blair no está bien ubicado para lanzar ninguna iniciativa creíble en Medio Oriente, dijo el subsecretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Mark Malloch Brown, antes de la visita del gobernante británico a Beirut.

No queda muy claro qué pretendía Blair con su visita a Líbano. Lo único que hizo fue reiterar su respaldo a la resolución 1.701 de la ONU, que estipuló el cese del fuego iniciado el 14 agosto y que, en general, fue respetado por las partes beligerantes.

"Con franqueza, la mejor opción para Líbano ahora es el cumplimiento de la resolución 1.701", declaró Blair. Esa afirmación plantea la incógnita de qué hubiera pasado si no se trasladaba hasta Beirut para decir eso.

El primer ministro británico expresó sus "profundas condolencias" a los familiares de quienes murieron en el bombardeo israelí. Pero su pésame sirve de poco, dada su omisión en tomar medidas oportunas para frenar el ataque y su papel de gemelo político de Bush.

Blair no es el único responsable de su infructuosa visita a Beirut, donde se reunió con su par libanés Fouad Siniora para analizar la posibilidad de establecer una paz duradera en la región.

Como se esperaba, el primer ministro británico no se reunió con Hassan Nasralá, el líder de Hezbolá, el gobierno dentro del gobierno libanés, o, incluso, el gobierno supremo, como lo consideran algunos analistas.

Un acuerdo de palabra con los dirigentes formales de Líbano nunca fue un problema. La complicación está en el vínculo con Hezbolá y con la forma en que este partido se relaciona con el gobierno israelí y con el libanés.

Mientras Blair y Siniora negocian, Hezbolá ya comenzó la reconstrucción del país, asistiendo a los desplazados. El Partido de Dios ya elaboró un plan para todo esto, cuanto más se preocupen por los demás, más van a ganar.

La visita de Blair no aportó nada nuevo. Dejó todo igual y nadie le creyó nada.

El presidente del parlamento y dos ministros de Hezbolá no participaron en los encuentros.

Los líderes del Partido de Dios le habían pedido al primer ministro británico que cancelara su visita, aunque no lograron su objetivo. De todos modos, se aseguraron de que las manifestaciones y el boicot transmitieran su mensaje.

Casi la mitad de los cuatro millones de habitantes del país practican la vertiente chiitas del Islam y casi todos ellos simpatizan con Hezbolá.

Tras los últimos bombardeos, muchos líderes sunitas y algunos cristianos también optaron por cuestionar a Israel, y, por lo tanto, se alinearon con Hezbolá.

Otros asuntos silenciados salieron a la luz tras la visita de Blair.

La resolución de la ONU establece que el ejército de Líbano debe tomar el control del sur del país, hoy dominado en buena medida por Hezbolá. Pero no hay muchos indicios del ingreso de efectivos libaneses al área, ni del retiro de los combatientes chiitas.

Además, seguidores de Hezbolá se están integrando rápidamente al ejército libanés.

En Israel y en Palestina, Blair no logró convencer a los combatientes del Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas), gobernante en la Autoridad Nacional Palestina, que reconocieran el Estado judío ni que conformaron un gobierno junto a Fatah, el partido del presidente Mahmoud Abbas, derrotado en las elecciones de enero.

Blair concluyó su visita a Líbano y a los territorios palestinos sin pena ni gloria.

El primer ministro podría preocuparse de los asuntos internos de su país más que de los de Medio Oriente.

Su Partido Laborista está sacudido por las fuertes disputas suscitadas por la sucesión del gobernante. Los enfrentamientos comenzaron con su anuncio de que abandonará el cargo el año próximo.

Con su visita a Medio Oriente, el primer ministro pretende pasar a la historia como un hombre de estado exitoso y así ocultar su imagen de político fracasado, tanto dentro de su país como en la arena internacional. (FIN/IPS/traen-vf-mj/ss/raj/mm eu ip pi/06)

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