La posibilidad de que Japón eche un bálsamo sobre las heridas inferidas a China en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) es una de las incógnitas que se abre este martes, cuando Shinzo Abe suceda a Junichiro Koizumi como primer ministro en Tokio.
El peregrinaje anual del saliente Koizumi al santuario donde los japoneses rinden honores a sus muertos en combate, entre los que figuran militares acusados de crímenes de guerra en los países vecinos, ha causado gran tensión entre China y su vieja metrópoli colonial.
El Ministerio de Relaciones Exteriores de China considera que las "obstinadas" visitas de Koizumi y otros funcionarios japoneses a Yasukuni hundió las relaciones bilaterales a su peor momento desde su restablecimiento pleno en 1972.
Beijing confía en que Abe supere el punto muerto prometiendo no peregrinar al santuario en su carácter de primer ministro. China interrumpió por ese motivo hace cinco años sus intercambios diplomáticos de alto nivel.
Pero resulta difícil que la animadversión entre las dos potencias asiáticas desaparezca, incluso si Abe decidiera eliminar un motivo de fricción dejando de concurrir a Yasukuni.
[related_articles]
El peregrinaje anual al santuario es apenas un síntoma de tensiones más profundas y de rivalidad geopolítica: representa, según diversos expertos, la respuesta de un enérgico Japón a la económica y militarmente pujante China.
El país más poblado del mundo logró en los últimos años un acelerado crecimiento económico y mayor influencia en el concierto mundial.
Todo eso coincide con los planes japoneses de dar mayores facultades a sus fuerzas armadas a través de la reforma de su constitución pacifista, aprobada en 1947 bajo fuerte influencia de Estados Unidos, la potencia ocupante tras la derrota en la guerra.
La Constitución establece la existencia de Fuerzas de Autodefensa, pero no de un ejército, así como la renuncia a intervenir en conflictos armados.
Políticos conservadores japoneses alegan que esa Constitución ya no refleja el escenario político de la época histórica en que fue aprobada, y mencionan en ese sentido la ocupación de Tibet y la modernización del ejército de ese país, así como la carrera armamentista nuclear de Corea del Norte.
Durante el mandato de Koizumi, el gobernante Partido Liberal Democrático (PLD) defendió la necesidad de elevar el perfil militar del país y su liderazgo en la región.
"La forma en que Abe afronte la agenda heredada de Koizumi determinará la postura de Japón en el ámbito internacional y su política de relaciones exteriores en los años venideros", señaló el analista político chino Zhou Qingan.
"Podrá ser un conservador pragmático, pero también desciende de una influyente familia de políticos japoneses y es un nacionalista declarado", indicó.
Una encuesta publicada a principios de mes muestra la profundización en Japón de los sentimientos contra China en los últimos cuatro años: 93 por ciento de los japoneses entrevistados para el sondeo consideran que el creciente poderío militar chino constituye una amenaza.
El sondeo, realizado por el PEW Global Attitudes Project, un instituto universitario estadounidense, halló una proporción significativa de japoneses, indios, rusos e incluso estadounidenses que consideran que China dominará el mundo en 2056.
Por primera vez en más de un siglo, el resto de la región de Asia oriental perciben en la pujante China un lugar central, desplazando a Japón.
Mientras China demuestra mayor confianza respecto de su rol de pivote en la región y más allá también, la rivalidad entre Tokio y Beijing pasó del ámbito diplomático a las disputas territoriales.
En los últimos dos años, los países vecinos manifestaron reticencias a los contratos petroleros firmados por China por la explotación de hidrocarburos en Asia central, África y el mar de China Oriental.
Por otra parte, China desplazó a Estados Unidos como principal socio comercial de Japón, por lo que las relaciones económicas no resultaron afectadas. Las políticas sí cayeron a su punto más bajo.
"Los que aspiran a una mejor relación con Japón están más que preocupados", señaló el Diario de China, órgano oficial del gobierno en Beijing.
La tensión diplomática aumentó notoriamente con cada visita de Junichiro Koizumi al santuario de Yasukuni.
Este año, el saliente primer ministro cumplió con una vieja promesa a su partido: visitar el santuario el 15 de agosto, aniversario de la rendición japonesa, que puso fin a la Segunda Guerra Mundial en 1945.
Esa visita enfureció a los vecinos de Japón que sufrieron sus invasiones y crímenes en tiempos de guerra.
China y Corea del Sur señalaron que los honores rendidos por Koizumi refrendan una versión reivindicativa de la historia combativa de ese país, con la cual el gobernante se había asociado al apoyar la puesta a punto del santuario y el museo de Yasukuni en 2002.
La exhibición en el museo presenta los ataques de Japón en la región como acciones de autodefensa, mientras le resta importancia a incidentes como la masacre de Nanjing en 1937, cuando invasión japonesa acabó con la vida de unos 300.000 chinos.
El vínculo sólo podrá mejorar mediante "un apropiado manejo de los asuntos históricos", declaró el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Qin Gang, cuando Koizumi realizó su primera visita al santuario.
También señaló que reservará su optimismo en torno del futuro de las relaciones bilaterales hasta que el sucesor de Koizumi exponga sus intenciones en la materia.
Hasta ahora, Abe evitó anunciar si visitará el santuario de Yasukuni. En anteriores ocasiones apoyó públicamente las visitas de Koizumi, e incluso él mismo fue allí en secreto en abril.
Abe está cortado por la misma tijera política que su antecesor y su popularidad en el PLD procede del influyente ala derecha del partido, aunque es considerado más pragmático y flexible que su predecesor.
En su campaña por la presidencia del partido, a principios de año, Abe prometió enmendar las relaciones con China y Corea del Sur, los países más afectados por el imperialismo japonés y por sus operaciones en la Segunda Guerra Mundial.
Más de la mitad de los entrevistados para encuestas difundidas por periódicos japoneses expresaron su desacuerdo con las visitas de Koizumi a Yasukuni.
Pero varios analistas chinos dudan que el público japones pueda influir sobre la agenda nacionalista de Abe.
"El ánimo en Japón en los últimos años ha sido tan agresivamente nacionalista que muchos integrantes de la elite política y social del país debieron actuar con suma discreción" en sus relaciones con el mundo exterior, señaló Huo Jiangang, experto del Instituto de Relaciones Internacionales Contemporáneas de China.
"No creo que esto cambie en el futuro", añadió.