AMÉRICA LATINA: La democracia cambiante

Gobiernos de distintas tendencias ideológicas de América Latina apelan cada vez con más frecuencia a instrumentos de una nueva forma de populismo que traba el desarrollo de la democracia, sostiene un estudio presentado este viernes en la capital argentina por una fundación alemana.

La advertencia sobre el riesgo de un "neopopulismo" es la conclusión central de la investigación realizada en 18 países de la región por la consultora Polilat para el "Índice de Desarrollo Democrático de América Latina-2006", divulgado de modo simultáneo en Buenos Aires y Berlín por la Fundación Konrad Adenauer, ligada a la Democracia Cristiana de Alemania.

Los investigadores definen el nuevo populismo latinoamericano como un modelo basado en un fuerte liderazgo personalista, que supone que es posible una democracia sin partidos, y que avasalla o vulnera capacidades democráticas de las instituciones o de los ciudadanos anteponiendo un presunto interés superior.

"Más allá de que cuando se habla de neopopulismo lo primero que se piensa es en el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ninguno de los gobiernos que analizamos en la región escapa a este riesgo, (pues) todos apelan a instrumentos de este tipo", indicó el director del equipo de investigación, Jorge Arias.

El índice anual se realiza desde 2002 y permite medir el desarrollo democrático en América Latina. Los investigadores analizan un conjunto de variables y elaboran un ranking. Así queda visible que el desempeño de la democracia mejoró en la región respecto de 2005, pero todavía sólo 17 por ciento se destaca por su "alto desarrollo democrático".

Ese listado está encabezado por Chile, Costa Rica y Uruguay en ese orden. Luego aparecen Panamá, México y sexto Argentina, que marca el fin del conjunto de países cuyo desempeño está por encima del promedio, que es de cinco puntos en una escala que va de 0 a 10.

Les siguen en desempeño El Salvador, Brasil, Honduras, República Dominicana, Colombia, Paraguay, Guatemala, Perú, Nicaragua, Venezuela, Bolivia, y por último Ecuador.

Los únicos con "alto desarrollo democrático" son los tres primeros, que tienen más de 7,5 puntos. En tanto, Panamá, México, Argentina y El Salvador tienen desarrollo "medio" y el resto, desde Brasil en adelante, tiene un "bajo desarrollo" a pesar de los avances importantes logrados por algunos de estos países, como Guatemala y Colombia.

Para elaborar el puntaje, los investigadores miden cuatro dimensiones del desarrollo democrático. En primer, lugar condiciones básicas, como elecciones libres, periódicas y sin restricciones, luego el respeto de los derechos políticos y las libertades civiles y, en tercer lugar, la calidad institucional y la eficiencia política.

Por último, observan la capacidad de los gobiernos para generar políticas que generen bienestar social (resultados en salud, educación, pobreza, desempleo), y la capacidad para diseñar políticas que aseguren la eficiencia económica (producto bruto por persona, brecha de ingreso, endeudamiento e inversión).

En la presentación de este viernes, Arias explicó que dentro de esas dimensiones se miden asuntos diversos, como la abstención a la hora de votar, la participación de las mujeres en la política, o los condicionamientos a la libertad y los derechos causados por una creciente inseguridad.

"Claramente, la inseguridad se erigió en problema de dimensión regional que limita la libertad de los ciudadanos, y el Estado no parece tener respuestas", comentó el director del equipo investigador.

Respecto de los factores de desestabilización, mencionó no sólo a los grupos armados irregulares como los que combate en la guerra civil de Colombia, sino también a movimientos sociales que no se sienten contenidos por el sistema y coartan libertades.

Como ejemplo de estos últimos señaló al Movimiento de los Sin Tierra, de Brasil, así como las organizaciones indígenas de Ecuador y la de desocupados de Argentina, conocidos como piqueteros por la modalidad de protesta con bloqueo de calles.

"Reclaman por sus derechos sin respetar la democracia", sentenció.

Según el informe, en América Latina hay problemas en todas las dimensiones analizadas y, aun cuando existe una tendencia a importar instituciones democráticas de los países más avanzados, la traslación no siempre es garantía de eficiencia o cumplimiento de sus cometidos.

"Un histórico déficit en la construcción de ciudadanía y un déficit institucional serio, producto del comportamiento de los líderes políticos en la región, siguen siendo las principales debilidades de nuestras democracias", resumió Arias.

El estudio añade que los excepcionales excedentes económicos producto del fuerte crecimiento de los precios de las materias primas latinoamericanas, como el petróleo, el cobre, la soja o el banano, abultan las arcas públicas y permiten a líderes políticos "extender redes clientelares" y "profundizar la brecha de ingresos".

"Con una buena caja, los presidentes se encuentran en una coyuntura favorable para avanzar en proyectos políticos hegemónicos y se van acentuando así algunos sistemas bastante parecidos a regímenes militares", alertó Arias. La pregunta es, según Arias: "hay en la región una elite política más afecta al totalitarismo que a la democracia".

IPS consultó a los autores del trabajo acerca del buen desempeño que logra Chile en el informe pese a ser uno de los países de la región con mayor desigualdad y también a que no pudo todavía terminar de barrer con las reformas políticas introducidas por el ex dictador Augusto Pinochet (1973-1990) ni condenarlo por sus crímenes.

"Chile logró un desarrollo democrático, en armonía entre su gobierno y sus ciudadanos, y esto se mantiene en el tiempo, más allá de que Pinochet aún esté libre", explicó Arias. "Poniendo el pasado bajo un paraguas, se puede decir que Chile logra un funcionamiento armónico", concluyó. Sobre la desigualdad que persiste, la coordinadora de la investigación, Fabiana Cianfanelli, explicó a IPS que ese indicador negativo en Chile queda neutralizado en un contexto regional en el que es casi "natural" la brecha de ingresos.

"Si lo comparásemos con un país europeo, el modelo chileno haría agua", advirtió.

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