Ramadán, mes de ayuno y recogimiento del Islam, comenzará este domingo. Todo indica que la santidad de esos días no interrumpirá la violencia habitual en Afganistán.
Para los musulmanes practicantes, los 30 días de oración del amanecer al atardecer constituyen una oportunidad para limpiar el cuerpo y el alma de impurezas y volver a concentrarse en Dios.
Pero en sus vísperas, entre el 11 y el 16 de este mes, más de 100 combatientes del movimiento islamista Talibán, que gobernó Afganistán entre 1996 y 2001, murieron en combates registrados en las centroorientales provincias de Ghazni y Maidan Wardak y en la meridional de Helmand.
Soldados británicos y canadienses de la Fuerza de Asistencia para la Seguridad Internacional (ISAF), junto con fuerzas regulares afganas, combaten a la insurgencia talibán, en cuyas filas se registró medio millar de muertes este mes, según fuentes oficiales.
Ni el gobierno de Hamid Karzai ni las fuerzas de la coalición anunciaron si suspenderán esta conflagración durante el mes sagrado de los musulmanes.
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Talibán cayó en 2001 a manos de la coalición internacional encabezada por Estados Unidos, luego de los ataques terroristas del 11 de septiembre que acabaron con 3.000 vidas en Nueva York y Washington y atribuidos a la red terrorista Al Qaeda, entonces refugiada en Afganistán.
Al menos 38.500 soldados extranjeros, la mayoría de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y Estados Unidos, están desplegados en Afganistán para apoyar al gobierno de Karzai.
Unos 10.000 se encuentran apostados en el sur, donde desde el mes pasado fuerzas de la OTAN lideradas por Gran Bretaña asumieron la responsabilidad del combate activo que antes desempeñaba Estados Unidos.
El 11 de septiembre, fuerzas de la OTAN anunciaron que 92 combatientes del Talibán fueron muertos en fuertes combates en dos distritos de la meridional provincia de Kandahar, escenario de una operación militar masiva desde comienzos de mes.
La denominada Operación Medusa, implementada en conjunto con fuerzas del ejército afgano, tenía el objetivo de obligar a los insurgentes a salir de sus trincheras.
Un comunicado oficial aseguró que la contraofensiva aérea estadounidense del lunes fue la segunda desde la invasión, por su magnitud, y que contó con el apoyo de fuerzas especiales por tierra.
El domingo, 92 insurgentes murieron en otra batalla entre fuerzas de la OTAN y Talibán en la provincia de Kandahar, lo cual elevó las bajas fatales a 500 desde el 2 de septiembre.
Pero el portavoz del Talibán, Qari Yousuf Ahmadi, dijo a Pajhwok Afghan News que apenas 14 combatientes fueron asesinados hasta ahora en operaciones que a veces fueron encuentros frente a frente.
El gobernador de Kandahar, Asadullah Khalid, dijo el domingo a la prensa local que la lucha en los distritos de Panjwayee y Zhirai había terminado y que los residentes desplazados pueden regresar a sus hogares.
Pero la declaración de la OTAN agregó que la Operación Medusa continuaría el lunes y advirtió a los residentes que no retornaran hasta que las fuerzas afganas de seguridad y el ISAF lo recomendaran formalmente.
El mismo día, en Helmand, el jefe de policía Nabi Jan Mallahkhel alegó que fuerzas afganas y de la OTAN habían recuperado el distrito de Garmsir de manos del Talibán luego de dos días de combate en los que murieron 20 rebeldes, incluido el comandante y clérigo mulá Shahid.
Los insurgentes habían arrebatado el control del área limítrofe con Pakistán cuatro días antes, en un movimiento calificado por fuerzas del gobierno de "retirada táctica".
Pero el talibán Ahmadi cuestionó los informes oficiales. Garmsir todavía estaba bajo control insurgente, aseguró.
Ahmadi insistió en que las tropas de la OTAN y las afganas habían sufrido importantes bajas en un fallido intento de recuperar el distrito de manos de la insurgencia.
Ambos lados intentaron desmentir cada ataque y contraataque con declaraciones contradictorias sobre las bajas de cada bando y su poder de combate.
A veces, luego algún bombardeo aéreo estadounidense, Talibán negaba que sus miembros se encontraran en el área agredida y aseguraba que las víctimas de esos operativos eran civiles inocentes.
Eso ocurrió en el distrito de Sangin, en Helmand, la semana pasada, según Ahmadi.
El comandante talibán dijo a Pajhwok Afghan News que 20 civiles murieron en bombardeos nocturnos, y aseguró que sus combatientes no estaban en ninguno de los blancos de la aviación estadounidense.
El 16 de septiembre, combatientes del Talibán dijeron que habían rodeado Paron, capital de la nororiental provincia de Nuristán, y que pronto la atacarían Paron.
Pero el gobernador de la provincia, Tamin Nuristani, aseguró las fuerzas regulares del gobierno estaban preparadas para resistir a los rebeldes.
El portavoz del Ministerio de Defensa, Said Ishaq Payman, dijo el 13 de septiembre que una docena de insurgentes habían sido detenidos y sus armas y municiones requisados en la central provincia de Maidan Wardak.
Las fuerzas del gobierno se incautaron en esa oportunidad de dos lanzaderas de misiles, cinco armas pequeñas, una mina antitanque, siete proyectiles de mortero y nueve puñales.
El 14 de septiembre, el gobernador de Ghazni, Haji Shir Alam Ibrahimi, dijo a la prensa que 20 combatientes, incluido un comandante talibán llamado Amin y un ciudadano iraní, fueron arrestados.
Pero el comandante talibán Mohammad Anas Sharif dijo a Pajhwok Afghan News que habían perdido solamente a tres combatientes. "No hay ningún extranjero con nosotros, ni tenemos un comandante de nombre Amin", afirmó.
La semana pasada, comandantes de la OTAN en Afganistán solicitaron una reunión de sus miembros en Bruselas para pedir 2.500 efectivos adicionales como reserva de las tropas de tierra de ISAF. Pero ningún país efectuó ninguna oferta concreta.
(*) Publicado por IPS en convenio con la agencia de noticias afgana Pajhwok Afghan News.