Como consecuencia la devaluación que sufrió Argentina en 2002 aumentó notablemente el turismo extranjero a esta nación, mientras que los nacionales, que en la década del 90 aprovechaban su competitiva moneda para viajar al exterior, han vuelto los ojos hacia su propio país como destino turístico.
Según un informe de la consultora Ecolatina difundido este mes, desde hace tres años la actividad turística crece más que el promedio de la economía, que está en pleno auge desde 2003. El aumento obedece al mejoramiento del poder adquisitivo de los argentinos, pero fundamentalmente a la llegada masiva de extranjeros.
"Con la devaluación, las agencias de turismo receptivo en Buenos Aires se vieron inundadas de pedidos, y a nosotros eso nos favoreció mucho", dijo a IPS Ricardo Watson, uno de los tres socios gerentes de la empresa Eternautas, que organiza recorridos por sitios históricos de Buenos Aires y sus alrededores.
Watson y sus dos socios son historiadores. Estaban recién graduados en 1998 cuando decidieron organizar paseos para habitantes de la ciudad, en los que ofrecían datos curiosos o secretos de la historia de algunos sitios que los residentes frecuentaban cotidianamente. Pero después de la devaluación el negocio floreció.
Tras 10 años en los que rigió la paridad monetaria con el dólar, la divisa estadounidense pasó a costar casi cuatro pesos, hasta estabilizarse en torno a tres. En consecuencia, para los extranjeros Argentina se convirtió en un destino barato y con variados atractivos para descansar o hacer negocios.
Buenos Aires se convirtió en el sitio favorito en América Latina de la comunidad de homosexuales, seguido por Río de Janeiro, que antes ocupara el primer lugar de preferencia, según dijo a IPS Carlos Meliá, director de Pride Travel, una agencia orientada a la clientela gay.
La enorme demanda de este nicho poblacional animó la construcción de residencias y hasta un hotel de lujo, que se inaugurará en 2007 para homo y heterosexuales.
En cuanto a Eternautas, los tres historiadores gestionan su empresa y tienen seis empleados administrativos, además de 20 guías de turismo graduados en ciencias sociales. Sus clientes son extranjeros de vacaciones, ejecutivos de empresas y profesionales en viajes de trabajo.
"Las grandes agencias que antes se dedicaban a la organización de viajes de ejecutivos al exterior, ahora se vuelcan al turismo receptivo y a la coordinación de congresos", señaló Watson. Cuando cada dólar se cambiaba por un peso, los asistentes a conferencias venían solos. Ahora vienen con toda la familia, comentó.
El agente de turismo considera que la capital argentina no es sólo un destino barato, sino una ciudad que fascina a muchos visitantes, quienes la frecuentan una y otra vez. Lo mismo sucede con los paisajes nevados del sur, el glaciar Perito Moreno en la austral provincia de Santa Cruz y las Cataratas del Iguazú, en la frontera norte con Brasil, entre otros tantos sitios.
Pero además Argentina es un país donde no hay guerras, como en Medio Oriente, ni amenazas de atentados, como en Estados Unidos o Europa, o catástrofes naturales como los huracanes del Caribe o los tsunamis del sudeste asiático, enumeró Watson. "Es un destino alejado pero seguro", subrayó.
Los visitantes llegan con intenciones muy diversas, y hay oferta para todos los gustos. Fútbol para los que vienen a conocer la tierra donde nació el astro Diego Maradona; tango para ver, bailar o escuchar; calles históricas que inspiraron al escritor Jorge Luis Borges; y hasta tumbas célebres, como las de Eva Perón y Carlos Gardel.
El cambio del flujo turístico repercutió en la llamada cuenta de viajes, que compara las divisas de nacionales que salen del país con las que dejan los extranjeros que ingresan. La balanza arrojó un saldo negativo valorado en 1.250 millones de dólares promedio por año en el periodo de auge de la convertibilidad monetaria, entre 1994 y 2001, cuando viajar al exterior era accesible para las clases alta y media.
A partir de 2002 la situación comenzó a cambiar, llegando a una balanza negativa de apenas 64 millones de dólares. Para este año los funcionarios del área estiman que se podría alcanzarse el equilibrio en la cuenta de viajes. Los que llegan del exterior compensan lo que los argentinos gastan afuera.
A mediados de la década del 90 llegaban al país unos 2,2 millones de extranjeros anualmente, guarismo que aumentó a 2,6 millones en vísperas de la devaluación, y a partir de entonces no ha parado de crecer. El año pasado arribaron 3,7 millones de turistas y para fines de 2006 se proyecta que habrán ingresado 4,1 millones.
Con el creciente aumento de divisas que dejan los visitantes extranjeros, el turismo se transformó en la cuarta actividad —detrás de las exportaciones de oleaginosas y petróleo, y de la actividad automotriz—, y más lucrativa que los clásicos rubros de exportación como los cereales o la carne vacuna.
"Nosotros trabajamos bien en los años 90 con turistas de alto poder adquisitivo que venían principalmente de Estados Unidos, Europa y Brasil. Desde 2002 la afluencia creció entre 20 y 30 por ciento por año", relató a IPS Sergio Pappatico, de la agencia Patagonia Argentina.Com, especializada en viajes al sur del país.
"En estos últimos años se sumaron familias latinoamericanas de clase media de países como Colombia, Perú o Venezuela, que antes no llegaban al sur de América", comentó el agente de viajes. De todos modos, Pappatico advirtió que el crecimiento del turismo puede frenarse si hay cambios en los precios.
A inicios de agosto, el gobierno nacional acordó con las empresas aéreas un incremento de 20 por ciento en las tarifas de vuelos internos. "Lo que no se ha conocido aún es que esos aumentos regirán sólo para residentes en Argentina, para los demás lo que cueste en pesos será lo que cueste en dólares", aclaró Pappatico.
"Eso puede ser un duro golpe para el sector", anticipó el agente. Pero entretanto, los argentinos, que ya no van tanto a Disney World, recorren su país de punta a punta, y conocen y se mezclan con sus vecinos de Chile, Uruguay o Brasil, que cruzan la frontera para hacer compras y visitar un destino de moda.