La muerte invadió esta abandonada ciudad del este de Sri Lanka. La mayoría de sus 50.000 habitantes huyeron, y nadie trata ni siquiera de sepultar los cadáveres dejados por los enfrentamientos entre el ejército y los separatistas Tigres tamiles.
Toda la actividad ha e traslada ahora hacia la ciudad de Kantale, a 40 kilómetros de Muttur.
Aprovechando un paréntesis en los combates que desde hace dos semanas enfrentan a los separatistas tamiles con el ejército srilankés por el control de esta ciudad, de mayoría musulmana, los civiles escaparon en todo tipo de vehículos sacando, a toda prisa, las pertenencias de sus casas.
Desde el 5 de agosto, el ejército mantiene el control de esta ciudad, pero sus efectivos advierten a periodistas y demás personas que visiten esta área militarmente activa. Los silbidos y el estrépito de la artillería contra posiciones de los Tigres para la Liberación de la Patria Tamil (LTTE) refuerza las alertas.
El jueves pasado se reanudaron los enfrentamientos cerca de la represa de Mawilaru, al sur de Muttur, la cual que irriga más de 12.000 hectáreas de arrozales, cultivados en su mayoría por agricultores cingaleses.
Esa instalación fue el centro del nuevo conflicto, que rompe la tregua promovida por Noruega, vigente desde febrero de 2002.
Cuando el ejército de Sri Lanka lanzó un ataque masivo, con apoyo de la fuerza aérea, con el fin de controlar las compuertas de la represa, los Tigres devolvieron el golpe atacando la ciudad de Muttur, 250 kilómetros al este de Colombo, desde donde se avista el nororiental puerto de Trincomalee, bastión de los separatistas.
En las áreas civiles de Muttur, donde los Tigres se enfrentaron duramente con el ejército, reina el caos. Los proyectiles perforaron la escuela de Al-Hiriya y el techo de una mezquita cercana fue totalmente destruido. Tampoco se salvó el hospital principal de la ciudad.
Los pocos civiles que permanecieron sufrieron el impacto de los proyectiles. "No sabemos qué pasó aquí, quién vino y quién se fue. Solo sabemos que ambos bandos se estaban peleando en la ciudad y que la gente tuvo que escapar. Estamos todos asustados", dijo a IPS P.V. Karunapala, de 46 años, quien estuvo en la ciudad durante el sitio.
La asistencia demoró en llegar a la ciudad, por lo que Karunapala debió desayunar apenas con coco crudo. Seguramente nunca se conocerá la cantidad de bajas, pero tanto el ejército como los Tigres afirman haber matado a cientos de oponentes. El número de víctimas civiles podría llegar a varios cientos, a juzgar por la destrucción.
Lo que sí se sabe es que 17 civiles tamiles, que trabajaban para la organización francesa Acción contra el Hambre (ACH), fueron ejecutados mediante disparos en la cabeza.
No se sabe quién es responsable de la masacre, pero tanto el LTTE como el ejército y el grupo paramilitar del renegado comandante de los Tigres Vinayagamoorthi Muralitharan —conocido como coronel Karuna y que contaría con la anuencia del gobierno— son sospechosos.
La Organización de las Naciones Unidas pidió una investigación independiente de la masacre. "El gobierno se toma la indagación muy en serio", dijo el viernes en Colombo el director general de ACH, Benoit Miribel.
A mediados de la semana pasada, el Centro de Información Musulmán de Kantale contabilizó unas 41.000 personas desplazadas.
"Todas ellas están ahora en 31 campamentos, en Kantale. Hasta ahora, ningún organismo gubernamental se acercó para brindarles asistencia", dijo a IPS Mujeeb Rahaman.
En Kantale hay peligro de una grave crisis humanitaria debido a que los enfrentamientos militares, que continuaban en la zona aun este lunes, obligaron a muchas personas a buscar refugio en cualquier lado.
Los desplazados se vieron obligados a montar carpas al borde del camino, en locales del gobierno e incluso en un cine. Existe preocupación por el hacinamiento y la situación sanitaria, pues miles de personas hacen sus necesidades en canales y terrenos alrededor de los campamentos.
Desde una base en Trincomalee, el equipo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) envía suministros que incluyen grandes pedazos de plástico, implementos de cocina y sanitarios y otros artículos que se distribuyen a través de Ayuda Musulmana y otras organizaciones no gubernamentales internacionales.
"Quedaron unas 6.000 personas en Muttur que necesitan alimentos y otro tipo de asistencia", indicó Mohammed Saleem, de Ayuda Musulmana
Pero el asesinato de los empleados de ACH y los permanentes enfrentamientos dificultan el trabajo de equipos de socorro.
Lo Tigres informaron que más de 30.000 desplazados quedaron en zonas bajo su control en Kathiraveli, al sur de Muttur, y que están sin alimentos, medicinas y otro tipo de asistencia.
Unas 200 personas habían caminado unos 40 kilómetros para llegar a Batticaloa.
Al principio, el gobierno había restringido el desplazamiento de los socorristas a la zona de conflicto, pero el ministro de Gestión de Desastres, Mahinda Samarasinghe, anunció el viernes de la semana pasada que el Comité Internacional de la Cruz Roja tenía permiso para ingresar en las áreas controladas por los Tigres.
Es poco probable que las hostilidades entre los militares y los Tigres se terminen pronto. El ejército trasladó más efectivos y armamento a la zona de conflicto e informó que los insurgentes también se reforzaban.
Al menos 43 niños y niñas habrían muerto y otros 60 resultaron heridos el lunes, tras el bombardeo perpetrado por la fuerza aérea a un orfanato del nororiental distrito de Maullaitivu, de acuerdo con los Tigres.
No hay aún respuesta oficial del gobierno sobre el incidente, pero fuentes militares confirmaron que había operaciones aéreas para reforzar las actividades terrestres dirigidas a frenar el avance insurgente hacia la península de Jaffna.
El sitio en internet Tamilnet también acusó el domingo a las fuerzas de seguridad de causar la muerte de al menos 15 personas refugiadas en una iglesia al norte de la isla, en los islotes de Kayts, cerca de Jaffna.
Por otra parte, siete personas murieron este lunes en un atentado en Colombo, cerca de la residencia del presidente srilankés Mahinda Rajapakse.
Una fuerte explosión se escuchó cerca de la primera barrera de seguridad cerca de la residencia del presidente. Habrían muerte siete personas y ocho estarían hospitalizadas, de acuerdo con la portavoz del hospital.
El embajador de Pakistán en Sri Lanka, Bashir Wali Mohamed, podría haber sido el objetivo del atentado pues circulaba en el barrio cuando se escuchó la explosión, según informaron las fuerzas de seguridad. Un vehículo militar que lo escoltaba habría sufrido daños.
La situación empeoró el fin de semana con los enfrentamientos que estallaron en la septentrional ciudad de Jaffna, otro bastión de la etnia tamil, y en la bahía de Trincomalee.
Pero, tanto el LTTE como el gobierno, insisten en que el cese del fuego, decretado en 2002, se mantiene, a pesar de la crudeza de los últimos ataques.
Más de 1.000 personas murieron a causa de la violencia desatada en los últimos ocho meses, sumándose a los 65.000 muertos que lleva el conflicto que desde hace 20 años enfrenta a tamiles y cingaleses.
De los 20 millones de habitantes que tiene Sri Lanka, 73 por ciento pertenecen a la etnia cingalesa, en su mayoría budista, y 18 por ciento son tamiles, procedentes del sur de India, que practican el hinduismo.
Los musulmanes —que representan 7,5 por ciento de la población total y conforman la segunda minoría, después de los tamiles— son los más afectados por el actual estallido de violencia en el este del país.
La situación de los desplazados en Kantale y Muttur es realmente muy difícil.
"Muchas de nuestras casas quedaron destruidas y no sabemos a quién culpar, si al gobierno o al LTTE. Quedamos en el medio y estamos sufriendo. Podemos escondernos de los disparos, pero no podemos escapar del bombardeo", explicó Najmudeen Nafaideen, en el campamento de refugiados de Muttur.