Cuando un periodista le preguntó en 1993 a Raúl Castro por qué llevaba más de 30 años sin concederle una entrevista a la prensa de América Latina, el segundo hombre en el poder de Cuba respondió, en otras palabras pero con la misma sencillez, que para eso estaba Fidel.
A pesar de la diferencia de edad, Fidel "siempre fue mi héroe, mi más cercano compañero", dijo entonces su hermano Raúl al diario El Sol, de México.
Ahora, cuando a los 75 años la vida coloca a Raúl Castro ante el dilema de asumir la jefatura del gobierno de Cuba, aunque sea de forma "provisional", rompe los esquemas del mundo con su desaparición de la vida pública y la ausencia de campañas políticas y mediáticas, tan normales en cualquier país y tan ajenas a la realidad de esta isla caribeña.
"Raúl siempre se ha desaparecido por meses y a nadie le ha preocupado. Aparecerá en la televisión cuando sea necesario", comentó a IPS Hilario Gómez, integrante de un Comité de Defensa de la Revolución, organización de masas que funciona en todo el país a nivel de barrio.
No pasó así cuando los Juegos Panamericanos, realizados en Cuba en 1991. Este general del ejército se vio obligado a hacer acto de presencia en un acto público para desmentir rumores que afirmaban que estaba muerto y que el gobierno esperaba el fin de la competencia para publicar la noticia.
Las versiones más diversas y contradictorias sobre la trayectoria y carácter del ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) cubanas ocupan amplios espacios en los medios de comunicación desde que en la noche del lunes el presidente Castro anunciara la delegación "provisional" de todos sus cargos en la dirección del país.
Sometido a una intervención quirúrgica de urgencia y obligado a guardar reposo, el mandatario se vio en la necesidad de poner a prueba un plan de sucesión que, según él mismo ha reconocido varias veces, está pensado hasta en sus más pequeños detalles en aras de garantizar la continuidad del proceso revolucionario iniciado en 1959. Además de delegar en Raúl, también primer vicepresidente del país, sus cargos al frente del Partido Comunista de Cuba (PCC), del Consejo de Estado y como Comandante en Jefe del ejército, Fidel designó tareas estratégicas a un grupo de otros altos dirigentes que, de alguna manera, representan diferentes generaciones y confirman el concepto de dirección colectiva.
"Únicamente el PCC, como institución que agrupa la vanguardia revolucionaria y garantía segura de la unidad de los cubanos en todos los tiempos, puede ser el digno heredero de la confianza depositada por el pueblo en su líder", había asegurado a mediados de junio Raúl Castro.
Promotor sistemático de las generaciones más jóvenes, como garantía de sobrevivencia del sistema vigente en Cuba, añadió que "la especial confianza que otorga el pueblo al líder fundador de una revolución no se transmite, como si se tratara de una herencia, a quienes ocupen en el futuro los principales cargos de dirección del país".
La declaración deja entrever la posibilidad de que, de ser necesario, Raúl asuma la dirección del país en el momento de la sucesión inevitable, pero como una fórmula de garantía de estabilidad nacional y con un carácter probablemente transitorio, cuya duración deberá definir el propio PCC.
Esta responsabilidad data del 21 de enero de 1959. Ese día, a sólo tres semanas del triunfo de la Revolución Cubana y ante el temor de ser víctima de un atentado organizado desde Estados Unidos, Fidel propuso al pueblo que, en caso de su desaparición física, asumiera la jefatura su hermano Raúl, por sus "capacidad como organizador y militar".
Desde entonces, las reglas de seguridad establecieron que no compartieran escenarios públicos para que, si uno moría víctima de un ataque, el otro pudiera sobrevivir. Las excepciones se restringieron, durante todos estos años, casi exclusivamente a las sesiones del parlamento y a importantes reuniones partidistas.
Ya a comienzos de la década del 90 se hablaba de que los hermanos Castro habían conformado un equipo de trabajo que perseguía encaminar la renovación económica por senderos que lograran conjurar la crisis que sobrevino a la disolución de la Unión Soviética y a la caída del campo socialista en Europa, su principal apoyo, sin renunciar a logros sociales de la Revolución.
Pasado el tiempo, algunas de las medidas de mediados de la década pasada, como el trabajo por cuenta propia y el mercado agropecuario, empezaron a vincularse directamente a la iniciativa y empuje del ministro de las FAR o Defensa, un papel que durante años también se asignó al vicepresidente del Consejo de Ministros, Carlos Lage.
Entre los aportes más importantes de las FAR, estuvo la creación de un sistema empresarial eficiente y descentralizado que sirvió de base para una propuesta de reforma de la empresa estatal cubana, copiada en muchos casos de esquemas importados de la antigua Unión Soviética.
Fue el momento en que el titular de las Fuerzas Armadas Revolucionarias hizo gala de su realismo, al afirmar que valían más los frijoles que los tanques. "Hoy el problema político, militar e ideológico de este país es buscar comida (…), si hay comida para el pueblo no importan los riesgos", dijo en 1994 al anunciar la apertura de los mercados agropecuarios.
En las esferas del gobierno y entre los que lo conocen, Raúl tiene fama de justo y defensor apasionado de la familia, pero también "implacable" con lo que considera mal hecho. Sus oponentes afirman que no tiene el carisma ni la oratoria del hermano y, los que lo defienden, contraponen su carácter y sentido del humor "muy cubano".
Siempre se le consideró uno de los comunistas más radicales de su generación y, aún hoy, opositores al gobierno le atribuyen la responsabilidad de los fusilamientos cometidos a inicios de la Revolución y de las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP) a donde fueron llevados entonces disidentes, religiosos y homosexuales.
Observadores locales, sin embargo, aseguran que en un sistema político como el de la isla y con una personalidad como la de Fidel Castro al frente, hay decisiones que nunca el ministro de Defensa hubiera podido tomar por su cuenta. Ni aquellas de corte represivo que muchos critican, ni las reformistas que otros aprueban, detallan.
Algunos consideran que, si con Fidel no hubo espacios para la oposición política, menos los habrá con Raúl. Tampoco se piensa que el actual ministro de las FAR pudiera contribuir a una negociación que condujera a un mejoramiento de las relaciones de este país con Estados Unidos y, por ende, al levantamiento del bloqueo económico de más de cuatro décadas contra la isla.
Al mismo tiempo, no pocas personas piensan que el apoyo a su hija Mariela Castro Espín, directora del Centro Nacional de Educación Sexual, ha sido fundamental en la estrategia que impulsa para garantizar los derechos de las minorías sexuales en Cuba, incluidos transexuales y travestis.
Representantes de la oposición moderada, como Manuel Cuesta Morúa, dijeron a IPS que Raúl Castro podría favorecer "un cambio al estilo chino". El también disidente Eloy Gutiérrez Menoyo estimó que podría, además, impulsar "determinados cambios" hacia un socialismo más democrático.
Para el periodista independiente Oscar Espinosa Chepe, no queda más remedio que reconocerlo: "Raúl es una figura importante. No tiene carisma pero tiene mucho prestigio dentro del ejército. Soy disidente pero soy objetivo: a Raúl lo estiman", dijo en declaraciones a medios de prensa extranjera.
El hombre que en estos momentos ocupa "provisionalmente" la presidencia de Cuba, piensa que "no hay revolución sin errores", sólo hay que saber reconocerlos y enfrentarlos. A su juicio, si se perdiera la Revolución, Cuba perdería la independencia, y el precio que tendría que pagar la población "sería impensable".