La comunidad chiita, mayoritaria en Iraq, ejerce presión para consagrar la autonomía de la región meridional del país, tras el fracaso del gobierno en alcanzar un acuerdo de reconciliación nacional con insurgentes de esa rama del Islam.
Se trata de un asunto muy delicado, dadas las posturas políticas cada vez más radicales de Irán, una república islámica chiita, y del partido libanés prosirio y proiraní Hezbolá, hoy en el centro de un violento conflicto con Israel.
"El proyecto de reconciliación del primer ministro Nouri al-Maliki fracasó, pues ninguno de los principales grupos insurgentes ha mostrado hasta ahora disposición a aceptarlo", dijo a IPS el diputado kurdo Abdullah Aliawayi.
El propio jefe de gobierno admitió su derrota en una reunión con representantes de los grandes partidos políticos iraquíes, aseguró Aliawayi.
El plan de 24 puntos presentado por Maliki en junio incluía una amnistía a los insurgentes que no hubieran cometido atentados contra la población civil y un proceso de desarme para las milicias de las diversas comunidades religiosas y étnicas.
Ninguna de esas ofertas prosperó, y la insurgencia todavía se hace notar con el estruendo de tiros y bombas que ensordece a la población de Bagdad y de otras ciudades.
Según fuentes oficiales, en el primer semestre de 2006 murieron 14.000 personas a causa del recrudecimiento de la violencia política y religiosa.
El embajador británico William Patey, quien acaba de dejar la representación en Iraq, alertó sobre la creciente posibilidad de una guerra civil abierta en este país del Golfo, así como de la secesión de su territorio según las mayorías étnicas y religiosas predominantes en cada región.
También el general John Abizaid, principal jefe militar estadounidense para Medio Oriente, advirtió que el estallido de una guerra civil es inevitable si no se frena la violencia religiosa.
Pero la evaluación de Patey y Abizaid es, más bien, conservadora. Muchos dirigentes políticos y expertos iraquíes llegan a afirmar que este país ya está inmerso en una guerra civil.
"Está en curso una guerra civil no declarada", sostuvo Aliawayi, quien participó en El Cairo en una reunión de representantes diversas comunidades iraquíes convocada por el gobierno egipcio para alentar un acuerdo de paz.
"Las visiones de los chiitas y los sunitas sobre el futuro de Iraq están demasiado alejadas entre sí para que ambos grupos puedan acordar un programa conjunto", se lamentó.
Sesenta y dos por ciento los 26 millones de iraquíes son chiitas, la población hegemónica en el sur, mientras en el centro predominan los sunitas (35 por ciento), el grupo islámico mayoritario en el mundo árabe y también en el régimen de Saddam Hussein, depuesto por la invasión que Estados Unidos dirigió en 2003.
En cuanto a la composición étnica de la población iraquí, los árabes constituyen las tres cuartas partes, mientras los kurdos, la mayoría de los cuales profesan el Islam sunita, suman 20 por ciento.
La comunidad kurda es mayoritaria en el norte, pese a la campaña de limpieza étnica implementada en el área por el gobierno de Saddam Hussein, y goza de una amplia autonomía desde que obtuvo la protección de la fuerza aérea británica tras la guerra del Golfo (1991).
A medida que surgen nuevas evidencias del fracaso del plan de reconciliación gubernamental, las organizaciones y dirigentes políticos chiitas comienzan a presionar para que se le reconozca al sur de Iraq una autonomía similar a la que ostentan los kurdos en el norte.
El vicepresidente iraquí Adil Abdul-Mahdi dijo en una ceremonia en la ciudad santa chiita de Najaf a comienzos de agosto que los legisladores de su comunidad se dedicarán de lleno a plantear el asunto en el parlamento.
"Queremos continuar con la creación de regiones" autónomas prevista en la Constitución, dijo Abdul Mahdi. "Someteremos el proyecto al parlamento en los próximos dos meses."
El gobierno, por otra parte, no ha logrado garantizar la continuidad de los servicios básicos para la población del sur de Iraq, agregó.
Dirigentes chiitas recuerdan que la Constitución, rechazada por los sunitas, habilita la creación de regiones federadas. Los políticos sunitas perciben en la instauración de tales estructuras el preludio de la secesión.
Mientras, se consolida entre los observadores la percepción de que el deterioro de la seguridad está vinculado con el reclamo chiita de autonomía para el sur.
"Las complicaciones políticas, de seguridad y económicas han sido factores clave para agudizar las demandas de autonomía en el sur", dijo a IPS el experto en seguridad nacional Najdat Akreyi, del Colegio de Ciencias Políticas de Arbil.
Si los iraquíes pretenden abortar una guerra civil, el país "no puede continuar así", advirtió Akreyi.
Para librar al país de la violencia, se requiere un sistema que reconozca una autonomía más amplia para los diversos grupos étnicos y religiosos, según el experto.
"El mapa político de Iraq debe ser revisado y rediseñado mediante la creación de un sistema de confederaciones que confiera gran poder a entidades chiitas, sunitas y kurdas separadas, que se gobernarían a sí mismas", sostuvo Akreyi.
Los sunitas, que controlarían desde el centro del país la naciente de los ríos que irrigan el sur, podrían alcanzar con los chiitas un acuerdo que prevea el canje de agua por petróleo, agregó.
"Si deseamos impedir un baño de sangre, no debemos tener miedo de admitir que Iraq no es una entidad sagrada, y que puede ser objeto de revisiones con el fin de darle estabilidad. Eso se logra a través de una confederación", dijo.
La desintegración de la antigua Yugoslavia y de la Unión Soviética es un buen ejemplo que Iraq debería considerar con atención, concluyó. (