Los planes de reflotar el ambicioso proyecto de un gasoducto que atravesaría Afganistán pueden quedar en la nada por los continuos combates en este país y por una erupción de violencia antigubernamental en el vecino Pakistán.
El martes hubo explosiones y disparos en una concentración de más de 10.000 personas reunidas para rezar por Nawab Akbar Bugti, líder tribal pakistaní que luchaba por la autonomía de la provincia de Balochistán y que fue asesinado el 26 de este mes por el ejército.
Balochistán, en la frontera con Afganistán e Irán, es una región árida y pobre, pero rica en hidrocarburos. Bugti, ex gobernador de la provincia, murió cuando el ejército pakistaní atacó su refugio en la montaña con helicópteros de combate y efectivos de tierra.
De seis millones de habitantes, Balochistán tiene casi la mitad de población que la sureña Karachi, la mayor ciudad pakistaní, aunque la supera ampliamente por su riqueza en minerales. Allí el gobierno central previó la construcción de un puerto de aguas profundas en Gwadar desde el que partiría una ruta a través de Afganistán hasta Asia central.
El gasoducto previsto, que distribuiría gas natural de Turkmenistán hasta India, pasando por el occidente afgano, también atravesaría Balochistán. La ruta alternativa por otra provincia pakistaní, la de Frontera Noroccidental, se truncó pues la inseguridad allí es muy frágil tras el resurgimiento del movimiento islamista Talibán.
La prensa informó la semana pasada que el plan para construir el gasoducto de unos 2.000 kilómetros estaba en las últimas instancias de negociación en el Banco de Desarrollo Asiático, el inversor principal que revisa el acuerdo marco para incluir a India en el proyecto.
El gasoducto no será rentable sin el gigantesco mercado indio, pues su costo está estimado entre 2.000 millones de dólares y 3.000 millones. Una estimación habló inclusive de 7.000 millones de dólares.
Más de 30.000 metros cúbicos de gas natural podrán extraerse por año de los campos de Dauletabad en el sudeste de Turkmenistán para consumidores de Afganistán, India y Pakistán. La construcción puede demorar unos tres años, luego que los países asociados adopten las decisiones requeridas para su aprobación.
El presidente de Afganistán, Hamid Karzai, sostuvo que el gasoducto que en gran parte atravesará este país arruinado por la guerra, puede dejar al Estado entre 100 millones y 300 millones de dólares por año, por el cobro de derechos de tránsito, a la vez que creará miles de puestos de trabajo.
Pero las preocupaciones por la seguridad en Afganistán y en Pakistán pueden obstaculizar la materialización de este plan que tiene ya más de dos décadas.
La situación en Balochistán viene fermentando desde 2004 cuando la lucha por más derechos y recursos financieros y contra la instalación de campamentos militares en la provincia pasó a levantamiento armado a cargo de un grupo conducido por varios líderes tribales, y que se hace llamar Ejército de Liberación de Balochistán.
Bugti, el líder caído, no integró la lucha armada, pero las autoridades pakistaníes sostienen que le daba su apoyo tácito.
La independiente Comisión de Derechos Humanos de Pakistán documentó ataques masivos perpetrados por las fuerzas de seguridad en Balochistán, pero Islamabad sostiene que fueron necesarios para proteger las instalaciones locales de gas, a menudo blanco de ataques insurgentes.
Además, India trata de incluir en el convenio cláusulas especiales para asegurarse de que el volumen de gas contratado no sufra alteraciones en caso de que Pakistán llegara a necesitar cantidades superiores a las originalmente contratadas para el puerto de Gwadar.
Esto, además de las dificultades financieras del sector público indio, puede traer problemas adicionales al gasoducto transafgano.
El 9 de diciembre de 2003, los gobiernos de Afganistán, Pakistán y Turkmenistán firmaron un protocolo marco del proyecto, pero a principios de este año, cuando la participación de India se hizo pública, todavía no se había avanzado mucho.
Además, la semana pasada, un alto funcionario confirmó en Nueva Delhi la participación de un equipo de alto nivel en la reunión sobre el gasoducto que se celebrará en septiembre, en calidad de «socio del proyecto», según la prensa india.
Ante la paralización de otro proyecto de gasoducto Irán-Pakistán-India, por razones de precios, según versiones oficiales, o por la fuerte oposición de Estados Unidos sobre Nueva Delhi, según analistas, el gobierno indio habría priorizado el proyecto transafgano, más fácil de llevar a cabo.
La seguridad en Afganistán sigue siendo el principal escollo para la construcción de ese gasoducto.
Los combates entre remanentes del ex régimen Talibán (que controló buena parte del país entre 1996-2001) y tropas de Estados Unidos y de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad, al mando de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, recrudecieron en las nueve provincias meridionales de este país.
Sin la asistencia de soldados extranjeros, las fuerzas estatales afganas no podrán garantizar la seguridad del gasoducto, un blanco obvio para ataques rebeldes. Kabul necesita garantizar a sus socios que puede imponer su autoridad física y legal en todas las zonas del tendido gasífero para que puedan comenzar las obras.
Debido a su ubicación, entre las reservas de petróleo y gas natural de la cuenca del mar Caspio y del océano Índico, Afganistán es un corredor energético evidente.
Desde mediados de los años 90, la corporación Unocal, con sede en Estados Unidos, intentó la construcción de un gasoducto desde el yacimiento de Dauletabad-Donmez, en Turkmenistán, hacia Pakistán, pasando por Afganistán, pero se retiró cuando misiles estadounidenses cayeron en este país en agosto de 1998. (*) Publicado por IPS en convenio con la agencia de noticias afgana Pajhwok Afghan News.