La llaman «la droga de los pobres» porque es barata y se popularizó en Argentina durante la crisis económica de 2002. La pasta base de cocaína está haciendo estragos entre los jóvenes marginales, pero también la clase media y los adultos la consumen, aunque con más sigilo y cuidando su salud.
Así lo dijo a IPS Victoria Rangugni, trabajadora social de la organización no gubernamental Intercambios Asociación Civil para el Estudio y la Atención de los Problemas Relacionados con las Drogas, y coordinadora de una investigación sobre el uso de pasta base en sectores medios de Argentina, que se presentará a fines de este mes.
La pasta base es un producto intermedio del proceso de elaboración de la cocaína a partir de las hojas de coca. Se obtiene macerando y mezclando las hojas con solventes como parafina, bencina, éter y ácido sulfúrico, de alta toxicidad. Es además una droga muy adictiva que generalmente se consume fumándola en pipas, mezclada con tabaco e inclusive con marihuana.
La pesquisa reveló que el proceso de la producción de la pasta base de cocaína —cuyo consumo está en gran expansión en toda América del Sur— no era habitual en el país antes de la devaluación de la moneda. A partir de entonces se multiplicaron las "cocinas" o sitios clandestinos donde se la procesa.
La cocaína elaborada en estos "laboratorios" en su mayor parte se exporta al mercado internacional. De manera paralela, creció en el país un mercado para la pasta base.
La pasta base o "paco" se fuma en una pequeña pipa y cada dosis cuesta aproximadamente un peso argentino (0,30 centavos de dólar). En el mercado argentino se encuentran distintas calidades, con diferente potencial dañino y precio.
"Dudábamos de la solidez del estereotipo en el que insistía la televisión, que era el de un consumidor adolescente, casi niño, pobre y marginal, que se deterioraba y se moría en seis meses, sin que se pudiera intervenir", describió Rangugni, quien tiene además una maestría en Sociología del Derecho.
"Por eso salimos a buscar usuarios entre los sectores medios, lo que costó conseguir al principio, pero aparecieron", relató Rangugni. Con apoyo del no gubernamental Transnational Institute, con sede en Holanda, realizaron 30 entrevistas en profundidad a mayores de 16 años. "Encontramos usuarios de más de 30 y 40 años, algunos consumidores de larga data", reveló.
Los usuarios de este grupo pueden comprar el paco por teléfono, no fuman en la calle sino en sitios privados y exigen mayor calidad. Hay quienes lo fuman una o dos veces por semana, es decir de manera no compulsiva, y que se cuidan de alimentarse bien después de haber consumido, aunque no sientan hambre.
Según datos de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico, entre 2001 y 2005 el consumo de pasta base aumentó 200 por ciento. La información fue recogida en una encuesta nacional en escuelas secundarias públicas y privadas.
De los 63.000 entrevistados, 1,4 por ciento admitieron haber consumido esta droga al menos una vez frente a 0,5 por ciento de la medición anterior. "Es la droga ilícita que más aumentó", concluye el estudio. A la pasta base le sigue la cocaína, que aumentó 120 por ciento en el mismo período, seguida por la marihuana, con 67,6 por ciento de incremento.
El titular de la Secretaría, José Granero, asegura que el consumidor de paco pierde entre 15 y 20 kilos de peso en tres meses, y en seis tiene lesiones cerebrales, una descripción que se asemeja a la que transmiten los medios audiovisuales. Según el estudio de Intercambios, el daño en el organismo no es tan rápido ni tan irreversible.
En diálogo con IPS, el socio-terapeuta Carlos Souza, presidente de la Fundación Aylén, especializada en prevención, asistencia y capacitación en drogodependencia, opinó que el deterioro que provoca el paco es "muy significativo y acelerado". Sin embargo, apuntó que un buen tratamiento "consigue superar el daño".
Souza informó que en su entidad se atienden entre 70 y 80 pacientes de distintas edades y sectores sociales. "La pasta base aparece en adolescentes de sectores pobres pero también en jóvenes de clase media con familias disfuncionales, sin límites, que adoptan códigos culturales muy marginales", explicó.
"No sólo el chico de la calle" consume la "pasta base", aseguró Souza, quien desestimó que el aumento de casos se deba a la demanda de los pobres y la atribuyó más bien a la oferta surgida de la producción de las "cocinas", actividad que está asociada al "fácil acceso a precursores químicos" que se utilizan en el proceso, indicó.
Rangugni considera que con el nuevo estudio lograrán "complejizar" la mirada del problema y comprometer a la clase media en acciones de política sanitaria. "El estereotipo paraliza porque presenta un flagelo irreversible: los adolescentes marginales consumen paco y en seis meses se mueren", sentenció con ironía.
Rangugni aclaró que la idea no es desmentir el deterioro que genera o presentar la pasta base como droga recreativa, sino mostrar que el impacto nocivo puede ser lento dependiendo del uso más que de la sustancia, y que por lo tanto es posible reducir el daño, en lugar de abandonar a los afectados, dijo.
Esta idea se debatirá el 31 de agosto en la IV Conferencia Nacional sobre Políticas de Drogas, organizada por Intercambios en Buenos Aires. Allí se presentará la investigación ante autoridades de gobierno y organizaciones no gubernamentales. También se conocerá un estudio similar realizado en Montevideo, Uruguay.