Al final del día, Alina Díaz suele ir a la orilla del mar a contemplar las profundas aguas caribeñas que un día se tragaron a su hijo Abel. Dos años después, aún no logra entender por qué el estudiante de 21 años se involucró en aquella aventura que lo alejaría de los suyos y de la vida.
"Lo tenía todo: una casa bonita, novia, dinero, el auto del padre, pero quería más y más. A veces pienso que nosotros tenemos la culpa porque desde niño trabajamos para darle todo lo que quería. Empezó a soñar con cosas que nunca tendría en este país", confiesa a IPS esta madre de 45 años, vecina de la céntrica zona habanera del Vedado.
Abel y unos amigos compraron un bote y se lanzaron al mar una noche de abril de 2004. "Tres días después vino la novia, desesperada, a contarme que el pariente que los esperaba en Estados Unidos no tenía noticias de ellos. Fueron momentos terribles. Nunca hemos vuelto a saber nada", agrega. Díaz quisiera tener la capacidad de retroceder el tiempo y poder creer en algo.
En un barrio muy diferente, ubicado en las márgenes de un río que atraviesa la capital cubana, la familia de Gabriel Jiménez vive en una casa hecha de materiales reciclados, con piso de tierra y sin servicios de electricidad, alcantarillado ni acueducto. Ninguno de los tres hijos ha pensado en emigrar.
Cuando Jiménez quedó viudo a los 37 años, decidió que la única manera de "echar pa'lante" era dejar su pueblo natal y viajar a La Habana. "Y aquí estoy. Vivimos en un barrio marginal, el colmo de la pobreza en este país. Sin embargo dos de mis hijos ya se graduaron en la universidad y el tercero se hizo técnico", afirma.
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Jiménez espera una respuesta a los graves problemas de vivienda que enfrenta la isla. "Deberíamos tener aunque sea la opción de alquilar un lugar mejor sumando mi salario y el de mis hijos", comentó quien se declara "revolucionario hasta la muerte".
La vivienda es una de las mayores causas de insatisfacción de la población cubana, según un sondeo sin pretensiones estadísticas realizado por IPS entre 200 personas de La Habana, capital de este país de 11,2 millones de habitantes.
La consulta periodística sobre los resultados de la revolución del 1 de enero de 1959 y el gobierno de 47 años de Fidel Castro arrojó como las "insatisfacciones" más comunes los bajos salarios, los altos precios, las ineficiencias de los servicios básicos, la circulación de dos monedas (el peso corriente y el convertible) y la restrictiva política migratoria que obstaculiza los viajes al exterior.
Aunque muchas personas reconocen que la crisis de los años 90 repercutió negativamente en algunos sectores sociales, la mayoría expresó su satisfacción con los servicios de salud y valoró la educación gratuita para toda la población, gracias a la cual se ha creado un importante capital humano.
Las personas entrevistadas también resaltaron el desarrollo económico y social del interior del país, las garantías de empleo y de seguridad social, la creación de oportunidades para las mujeres, la política de igualdad racial, e incluso la seguridad ciudadana, pese al aumento de la violencia desde 1990.
"Cuando la revolución triunfó yo tenía 15 años. Alfabeticé, me libré del yugo familiar y empecé a trabajar y a estudiar, en fin, cambió mi vida, y yo experimenté cómo se transformaba este país", dijo Marta Díaz, una médica jubilada, quien a sus 62 años mantiene un intenso trabajo como activista en los Comités de Defensa de la Revolución.
"Hago guardias, distribuyo la vacuna contra la polio, busco donadores voluntarios de sangre y ayudo a las maestras de la escuela cercana en los casos de niños mal atendidos por su familia Hago todo lo que puedo. Sé que no tenemos todo lo que aspirábamos en 1959, pero este mundo es mucho más justo que aquel que yo conocí", añade.
Ahora Díaz mira con orgullo a su nieta, estudiante de periodismo en la Universidad de La Habana, pero nota que es diferente: "Mis conquistas para ella son derechos".
"Ya sé que hay problemas económicos que lo matizan todo, pero deberíamos tener más acceso a la información, navegar libremente por Internet, la opción de viajar a otro país y la posibilidad de pasar unas vacaciones en un hotel en la playa. Podrían crearse más diferencias sociales, pero ya existen", comentó la nieta de Díaz.
Además de minorías enriquecidas o privilegiadas, contrarias al igualitarismo que promovió el gobierno durante décadas, actualmente conviven diversas generaciones que tienen apreciaciones diferentes del proceso social iniciado hace casi medio siglo.
Entre la población cubana hay desde fervientes seguidores del proyecto de Castro, hasta opositores radicales, pasando por un grupo amplio que promueve cambios dentro del mismo sistema, y otro que, sin mantener clara una posición a favor o en contra, opta por la estabilidad y la adaptación.
Ese último es el caso de un librero que tiene su puesto de venta en una plaza del casco histórico habanero. "Yo tengo mi negocio redondo y sé bien cómo funciona el sistema. Los turistas vienen a mí porque les doy lo que las librerías estatales no tienen. La competencia cabe en mi puño. ¿Para qué quiero un cambio?", dijo a IPS.
A juicio de un historiador, de 32 años, la gente se va porque se cansa de esperar una mejoría que no llega. "Nos pasamos la vida echándole la culpa al bloqueo de Estados Unidos, y es verdad que hace lo suyo, pero la mayoría de los problemas son culpa nuestra, por ineficiencia y políticas internas erradas".
Muchas personas abandonan Cuba o desean hacerlo, muchas más se quedan y quieren vivir aquí. También se dan casos como el de un cubano de 27 años que, tras vivir dos años en la ciudad estadounidense de Miami, regresó de vacaciones y se quedó en la isla.
El balance que hizo fue claro. "Allá tenía que trabajar duro de verdad. Aquí, aunque seas pobre, no te mueres de hambre. Mi familia tiene una casa grande, alquilamos a los turistas y yo recibo mi parte del negocio. Lo único que tengo que hacer es garantizar los abastecimientos. Además, esto es lo mío", explicó.