El presidente de Cuba, Fidel Castro, está dejando la escena cuando la bandera socialista ya se desvaneció en todo el mundo, pero no el antiimperialismo que probablemente siga siendo la mayor fuente de cohesión interna e influencia internacional del régimen cubano.
La frase "La historia me absolverá" remató el alegato pronunciado por Castro en el juicio por el fallido intento insurreccional de 1953 contra el régimen de Fulgencio Batista, conocido como el asalto al cuartel Moncada. El joven líder de 27 años marchó a prisión, pero seis años después derrotaría a la dictadura.
Cuba no logró exportar su revolución a través de incursiones propias o del apoyo a grupos armados extranjeros, incluyendo el entrenamiento de miles de guerrilleros africanos y latinoamericanos. Su proyección internacional, sin embargo, es impresionante para un pequeño país de 11,2 millones de habitantes.
Esa dimensión constituye una parte importante de un balance de la "era Castro", aunque un juicio histórico sobre el líder cubano que este domingo cumplirá 80 años estará determinado principalmente por lo que se hizo dentro de Cuba y lo que ocurrirá en el futuro: el colapso, la persistencia o una reforma del sistema implantado hace 47 años.
El intento más conocido de promover una insurrección armada fuera de la isla caribeña fue la fracasada guerrilla en Bolivia, que culminó en 1967 con la muerte de su comandante, el argentino Ernesto "Che" Guevara, que había renunciado a los cargos y honores de héroe y dirigente de la Revolución Cubana, para dedicarse a la lucha en otros países, acompañado de decenas de militares cubanos.
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"Crear uno, dos, tres, mil Vietnam" era entonces la consigna para impulsar la lucha armada en muchos países, para golpear al imperialismo y apoyar a los vietnamitas que enfrentaban una creciente intervención de tropas estadounidenses.
Se trataba también de luchar contra dictaduras militares apoyadas por Estados Unidos que se diseminaron por América Latina en los años 60 y 70.
En países como Argentina, Brasil y Uruguay se desarrollaron principalmente guerrillas urbanas, según condiciones e ideas propias, pero estimuladas por el voluntarismo cubano según el cual "el deber del revolucionario es hacer la revolución", y con la participación de muchos militantes entrenados en la isla caribeña.
Ese entrenamiento "era el de la guerrilla rural", afirmó Efraín Martínez Platero, ex dirigente y representante internacional de la insurgencia uruguaya Tupamaros, en el libro "La revolución imposible" del periodista Alfonso Lessa.
"Se puede imaginar que para un tipo con entrenamiento en guerrilla rural en Cuba, pasar a un enfrentamiento en las calles y en la ciudad de Montevideo, no tiene nada que ver", agregó.
Esos movimientos armados fueron destruidos por fuerzas militares y policiales que pasaron a usar de modo sistemático las torturas y las ejecuciones sumarias. Sólo en Nicaragua el Frente Sandinista de Liberación Nacional logró triunfar y llegar al poder en 1979, beneficiado por una amplia oposición a la dictadura de la familia Somoza, que incluyó al empresariado de ese país.
Los cubanos tuvieron presencia directa en insurgencias de casi todos los países latinoamericanos entre las décadas de 1960 y 1980, con decenas de muertos, no sólo en Bolivia. Estuvieron también en Argentina, Chile, Granada, Nicaragua, República Dominicana y Venezuela, según relata Dariel Alarcón Ramírez, más conocido por su nombre de guerra "Benigno" y uno de los cinco sobrevivientes del grupo de Guevara en Bolivia.
Benigno, un combatiente de la insurrección iniciada en la Sierra Maestra y durante años entrenador de guerrilleros de varios países, rompió con el régimen cubano en 1995, se exilió en Francia y escribió el libro "Memorias de un soldado cubano – Vida y muerte de la Revolución", en el que estampó graves acusaciones a Fidel Castro, como la de haber enviado el Che a morir en Bolivia.
En África, Benigno menciona a cubanos muertos en Argelia, Etiopía, Guinea, Guinea-Bissau, Sahara Occidental, Sierra Leona, Somalia, y especialmente en Angola y Uganda. En estos casos, entre otros africanos, se trataba de apoyar las luchas contra el colonialismo europeo y por la consolidación de los primeros gobiernos de nuevos países independientes.
El caso sobresaliente fue el de Angola, en la que decenas de miles de soldados cubanos (se habla de hasta 50.000) aseguraron su independencia en 1975, conteniendo la invasión militar sudafricana, y sostuvieron al gobierno del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) enfrentado a una guerra civil por más de dos décadas.
Las tropas cubanas fueron siempre leales al primer presidente angoleño, Agostinho Neto, muerto en 1979, y a su sucesor José Eduardo dos Santos. En 1977, fueron decisivas para frustrar un golpe de Estado que intentó llevar a cabo un grupo disidente del MPLA, presuntamente apoyado por los soviéticos. Eran los tiempos de la Guerra Fría.
En ese incidente, La Habana y Moscú estuvieron en campos opuestos, pese a la dependencia cubana del apoyo económico soviético que perduró hasta la disolución de la Unión Soviética, en 1991.
Uno de los misterios del régimen cubano fue el fusilamiento, en 1989, del general Arnaldo Ochoa, otro héroe de la Sierra Maestra, quien conducía la misión en Angola. Acusado de narcotráfico, fue rápidamente juzgado y fusilado.
Pero sus actividades ilegales tenían por fin conseguir divisas que Cuba necesitaba, cumpliendo tareas conocidas y autorizadas por el gobierno y el Partido Comunista de Cuba, según Benigno, quien atribuye en su libro la ejecución sumaria a la necesidad de neutralizar a autoridades estadounidenses que se aprestaban a denunciar el negocio cubano de drogas.
Su orientación netamente antiimperialista llevó a Cuba a acercarse también a varios gobiernos militares nacionalistas, pero ajenos al socialismo e instalados mediante golpes de Estado, como el de Omar Torrijos en Panamá (1968-1981), y el del general Juan Velasco Alvarado en Perú (1968-1975).
Pasados hace tiempo los ímpetus militares, Cuba ha roto últimamente el aislamiento que le impuso Estados Unidos con el bloqueo económico y la exclusión del sistema interamericano —que ya duran más de cuatro décadas—, gracias a la estrecha cooperación de gobiernos contrarios a Washington, como los de Bolivia y Venezuela, y el acercamiento con otros moderados, como los de Argentina, Brasil y Uruguay.
El petróleo venezolano representa un gran sostén para la economía cubana, que ha sustituido a sus militares por miles de médicos como los protagonistas de su acción "internacionalista" y económica. Se habla de 20.000 en Venezuela, y Castro ofreció a la Organización de las Naciones Unidas enviar unos 4.000 a África para combatir el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).