Hasta este jueves, sumaban 15 las víctimas mortales causadas en España por el calor que azota al país, así como a buena parte de Europa y América del Norte.
Cataluña, comunidad autónoma situada en el noreste de la península ibérica, fue la región más afectada, con cinco personas fallecidas. El resto de muertos corresponden a diversas provincias españolas.
Muchos de quienes sufrieron las fatales consecuencias de las altas temperaturas eran mayores de 75 años —que constituyen, junto a los niños, el grupo de población más vulnerable—, pero también se cuentan trabajadores de la construcción, los hornos industriales y la agricultura.
El Instituto Nacional de Meteorología informó que las temperaturas registradas durante el mes de julio, tanto en la mitad norte del país como en Castilla-La Mancha, Andalucía occidental y Murcia (centro y sur) fueron las más elevadas de los últimos 45 años. En el resto del territorio el calor fue también muy acentuado, salvo en las Islas Canarias, al sudoeste del continente y sobre el océano Atlántico. Hay indicios de que en agosto proseguirá esta tendencia.
La Dirección General de Protección Civil y Emergencias advirtió a las delegaciones de gobierno en Andalucía, Ceuta y Melilla (estos últimos, enclaves de España en el norte de África) acerca de las altas temperaturas que se prevén para los próximos días en esas regiones, que pueden acercarse a los 40 grados.
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Una de las características de la actual ola de calor —que agita el fantasma de la que tuvo lugar en el verano de 2003 en toda Europa y que sólo en Francia produjo unos 15.000 muertos— es la extrema elevación de las temperaturas mínimas.
En ciudades del norte peninsular, habitualmente más frescas que las del sur, como Barcelona, esta marca fue superior en 4,9 grados al promedio de los últimos 30 años, llegando a los 23,5 grados, y en Bilbao, de 3,8 grados más. En la noroccidental Pontevedra, Galicia, se alcanzaron 24,2 grados centígrados de mínima, en Gerona, en el noreste, 22,5 grados.
También las temperaturas máximas de estas ciudades fueron durante julio superiores en alrededor de cuatro grados al promedio de los últimos 30 años. Pontevedra, por ejemplo, alcanzó el récord histórico de 40,8 grados el día 17 de julio, y el puerto gallego de La Coruña, frente al océano Atlántico, también batió su récord en la misma fecha con 34,4 grados.
La persistencia de elevadas temperaturas mínimas hace que el bochorno se prolongue días y noches, manteniendo así recalentadas en particular las zonas urbanas.
El calor se enmarca en un panorama de sequía que desde hace mucho tiempo afecta a España, así como a otras regiones europeas. Las reservas de agua en los embalses de la península descienden dramáticamente semana a semana.
Actualmente, estas reservas son de 24.900 hectómetros cúbicos, 7.000 menos de la media de los últimos cinco años. La situación es especialmente grave en los embalses de los ríos Tajo-Segura, en el centro y sudeste, que proveen de agua potable y de riego a más de dos millones de personas de las regiones de Murcia y Alicante.
Los embalses de la cabecera del río Tajo sólo alcanzan 265 hectómetros cúbicos de agua, apenas 10,7 por ciento de su capacidad y casi la mitad de la que tenían hace un año. Para peor, una buena parte es inutilizable, porque no es más que fango.
Si ese nivel desciende hasta 240 hectómetros cúbicos, algo que puede suceder en los próximos días, ya no se podrá trasvasar agua al río Segura y, por lo tanto, se quedarían sin suministro Murcia y Alicante. Sería una situación sin precedentes históricos.
Un informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente asevera que el caudal de los ríos mediterráneos de la península ibérica descenderá en 50 por ciento en los próximos 70 años debido al cambio climático.
La mayoría de los científicos atribuyen a la contaminación industrial y de combustibles fósiles el recalentamiento atmosférico que está provocando un cambio climático global.
Consultado por IPS, el catedrático de análisis geográfico regional de la Universidad de Alicante, Jorge Olcina, expresó que uno de los fenómenos generados por la ola de calor es el acentuado calentamiento de las aguas del mar Mediterráneo.
"En ese aspecto —declaró Olcina— no dudo en comparar la situación actual con la del catastrófico verano de 2003. El punto máximo de temperatura de las aguas del mar suele registrarse al final de la temporada estival, cuando sufren el efecto acumulativo de varios meses de calor. Pues este año, a mediados de julio ya se habían superado las marcas del final del verano".
El profesor Olcina agregó que en este momento la temperatura del mar es de unos 28 grados en muchos lugares del litoral mediterráneo y se acerca a los 30 grados en las islas Baleares. "Para tener una idea acerca de lo que esto significa, basta con decir que la temperatura habitual del agua del mar a mediados de agosto es de 24 ó 25 grados, nivel que este año ya se había superado holgadamente un mes antes", dijo a IPS.
El calentamiento del mar produce una serie de desequilibrios en su ecosistema. Por ejemplo, la proliferación de medusas, que este año están invadiendo numerosas playas de Cataluña.
Otra consecuencia de la canícula es el aumento excepcional del consumo eléctrico debido a la multiplicación de los aparatos de aire acondicionado, lo que causó una serie de pequeños colapsos del sistema que se tradujeron en apagones.
También se ven limitadas las centrales nucleares. La de Santa María de Garoña, en Burgos, tuvo que parar su reactor debido a las elevadísimas temperaturas del río Ebro, de donde capta el agua para su refrigeración, que resulta inservible cuando excede los 25 grados.