«El año pasado coseché 47 toneladas de algodón. Este año cosecharé 50 toneladas, pero ganaré menos», dijo el agricultor François Tani, de la región de Koumbia, en el occidente de Burkina Faso.
Tani aumentó a 28 hectáreas sus tierras cultivables, pero ni aun así tiene esperanzas de que una mayor cosecha se traduzca en mayores ingresos. Sólo espera que una mejor producción le permita no perder tanto dinero.
Hace dos años, el precio del kilogramo de algodón sin procesar ascendía a 42 centavos de dólar. Para 2005 cayó a 35 centavos, y este año Tani deberá conformarse con obtener 33 centavos por kilogramo.
Más de seis millones de personas dependen, directa o indirectamente, del comercio de algodón en Burkina Faso. Por lo tanto, la caída sostenida de sus ingresos tiene graves consecuencias para este país.
La situación se repite en toda África occidental. Los agricultores de Mali obtuvieron este año 34 centavos por kilogramo de algodón, y los de Benin, Chad y Costa de Marfil, poco menos de 33 centavos. Unos 20 millones de personas viven de este producto en África subsahariana.
La mayor responsabilidad es atribuida a Estados Unidos, en especial a los subsidios que otorga a 25.000 agricultores de ese país.
"La producción de algodón no es rentable para los estadounidenses. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional ya hubieran parado la producción si esa situación se diera en África", dijo a IPS François Traoré, presidente de la Asociación Africana de Productores de Algodón Africanos.
"Pero ellos son fuertes y ricos, por lo tanto pueden seguir produciendo algodón", aunque no sea competitivo de no mediar los subsidios, añadió Traoré.
Algunos algodoneros tenían esperanzas de que la Ronda de Desarrollo de Doha de negociaciones multilaterales enmarcadas en la Organización Mundial del Comercio (OMC) trajera cierto alivio.
La Ronda de Doha, lanzada en la conferencia ministerial de la OMC celebrada en 2001 en la capital de Qatar, tenía como objeto asegurar a los países en desarrollo una participación más justa en el mercado internacional, en parte terminando con los subsidios agrícolas.
Pero el fracaso de las negociaciones del mes pasado en Ginebra presagia un futuro sombrío para los algodoneros como Tani. Las deliberaciones de la Ronda de Doha fue suspendida por tiempo indeterminado.
La situación puede empeorar cuando el año próximo se modifique la ley agrícola de Estados Unidos. Los subsidios se rigen por esa norma, cuyo contenido se discute cada cinco años.
Todo parece indicar que ante la falta de nuevos acuerdos en la OMC, los cuales deberían incorporarse a la ley, los congresistas estadounidenses no se inclinarán en disponer recortes de subsidios que les ocasionarían pérdida de votos, con las elecciones parlamentarias de noviembre y las presidenciales de 2008 en el horizonte.
Pero a principios de este año, el órgano de apelación de la OMC confirmó —en respuesta a una demanda formulada por Brasil en 2005— una disposición anterior según la cual algunos de los subsidios, que benefician a los algodoneros estadounidenses, eran ilegales, en el marco de los acuerdos ya aprobados por este organismo.
La Cámara de Representantes de Estados Unidos respondió aprobando la eliminación progresiva, a partir de este mes, de 10 por ciento de los subsidios que ese país paga, anualmente, a sus algodoneros.
Pero las consecuencias de la deformación, ya existente, del mercado será difícil de eliminar.
Según la organización humanitaria Oxfam Internacional, con sede en Londres, los algodoneros estadounidenses recibieron unos 1.000 millones de dólares en 2004 y 2005. En ese mismo periodo, los productores de África subsahariana perdieron 450 millones de dólares.
A la larga, la disminución de los ingresos procedentes del algodón podría repercutir en la calidad de la cosecha africana.
El gobierno de Burkina Faso mantuvo el precio de los 50 kilogramos de fertilizante químico en unos 25 dólares, que para muchos algodoneros sigue siendo excesivo. Por lo tanto, utilizan dos sacos de abono por hectárea, en vez de los cuatro necesarios. Otros recurrieron a productos orgánicos.
Cambiar de cultivo no parece ser la solución.
"No encontramos nada para reemplazar el algodón. De lo contrario, ya lo hubiéramos hecho. Lo intentamos con sésamo y con cereales, pero no funcionó. Como muchos productores comenzaron a cultivar cereales, su precio también cayó", dijo a IPS Lamoussa Ouattara, un algodonero de la occidental provincia de Leraba.
"No sé cuánto tiempo más podremos aguantar si nada cambia", advirtió Ouattara. (