El papa Benedicto XVI hizo girar hacia el centro la posición de la Iglesia Católica en sus relaciones con el gobierno de España, del socialista José Luis Rodríguez Zapatero, durante su visita al país para presidir el Quinto Encuentro Mundial de las Familias.
La gran pregunta tras su presencia del fin de semana en España es si su posición moderada y de buen tono con el gobierno será también asumida por la jerarquía católica local, aunque hay hechos que permiten suponer que eso no será fácil, al menos a corto plazo.
Aunque es indudable que tendrá influencia en sentido positivo, ya que los sectores minoritarios de la Iglesia Católica española que procuran un entendimiento con Zapatero tendrán ahora un refuerzo para pugnar por moderar la posición de la Conferencia Episcopal.
Algunos hechos vinculados a las relaciones entre Madrid y el Vaticano, además de fuertes cambios impulsados por el gobierno en la legislación matrimonial y educativa, permitían prever enfrentamientos y dificultades durante la estadía del Papa en Valencia, la oriental ciudad ubicada sobre la costa del mar Mediterráneo y capital de la comunidad autónoma del mismo nombre.
El haber puesto a España entre los primeros países del mundo en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción de hijos por esas parejas, al igual que aprobar la investigación para producir embarazos sin relaciones sexuales de por medio, siguen siendo abiertamente rechazadas por la jerarquía católica del país y por el centroderechista Partido Popular (PP), la principal fuerza de oposición.
Con esos antecedentes era especialmente esperado que el Papa defendiera abiertamente las posiciones de su Iglesia en España y que ello lo alejara de Zapatero.
Sin embargo, el visitante no sólo mantuvo un cordial encuentro con el gobernante, sino que se cuidó hasta en los detalles más mínimos de enfrentarse al gobierno aunque, desde luego, defendió la posición de la Iglesia Católica pero, siempre, sin inmiscuirse para nada en lo que está ocurriendo o pueda ocurrir en el futuro en España.
Una prueba de ello es la negativa de los obispos españoles y de sus oficinas de prensa a responder ninguna pregunta de los periodistas. Uno de los que declaró con la condición de que no se citase su nombre afirmó que "Benedicto XVI ha hablado a la Iglesia universal y no podía limitarse a los problemas que podamos tener los católicos españoles con éste o con cualquier otro gobierno".
Pero una cosa era hablar de los planteamientos universales y otra hacerlo y al mismo tiempo dejar de lado por completo cualquier referencia a la situación en España.
La reacción de quienes se enfrentan y condenan la política de Zapatero quedó ejemplarizada con la actitud del ex presidente del gobierno José María Aznar (1996-2004), quien tenía reservado un asiento para él y otro para su esposa en la multitudinaria misa oficiada por Benedicto VI en Valencia, con la que clausuró el Quinto Encuentro Mundial de las Familias.
Finalmente ni Aznar ni Ana Botella, su esposa y concejal del PP en el Ayuntamiento de Madrid, fueron a Valencia y tampoco avisaron que no participarían de la ceremonia religiosa, con lo que sus sillas quedaron vacías.
Tampoco Zapatero asistió a la misa, aunque sí fue a Valencia a recibir al Papa cuando éste llegó desde Roma. Pero éste había anticipado que no asistiría a misa por cuanto no profesa la religión católica.
No obstante, el gobierno estuvo representado en la misa, ya que asistieron los ministros Miguel Ángel Moratinos, de Asuntos Exteriores, y Fernando López Aguilar, de Justicia.
En ese acto, algunos gritos se constituyeron en un testimonio de la posición derechista de los organizadores del Encuentro de las Familias, todos ellos del PP, que gobierna la ciudad y la Comunidad Autónoma de Valencia, una de las 17 que conforman España.
También jugó un papel importante en la organización el Opus Dei, una prelatura católica de fuerte orientación derechista.
El griterío se produjo cuando llegó al lugar donde se celebraría la misa el presidente del PP, Mariano Rajoy. Se oyeron entonces desde el sector donde estaban ubicados los obispos gritos de ô¡Viva España!", consigna utilizada por los sectores más recalcitrantes de la derecha y que se remite a la que se coreaba durante el dictatorial régimen de Francisco Franco (1939-1975).
Sobre la presencia en la misa hay fuertes discrepancias. Según los organizadores y el Ayuntamiento de Valencia asistieron un millón y medio de fieles y de acuerdo a fuentes policiales los asistentes no llegaron a los 250.000.
La Iglesia sí estuvo fuertemente representada, por 50 cardenales, 450 obispos y 3.000 sacerdotes.
Todos escucharon a Benedicto XVI defender la inviolabilidad de la institución familiar y subrayar que la misma está basada en la "maravillosa realidad del matrimonio indisoluble entre un hombre y una mujer". Pero sin referirse al divorcio, al casamiento homosexual ni a la manipulación genética para producir embarazos unipersonales.
Dos hechos conmocionaron al mundo hispanohablante. Uno, que el Papa siempre habló en español, sea en los actos litúrgicos, en las entrevistas oficiales o en los coloquios ocasionales, y el otro fue que anunció que el Sexto Encuentro de la Familia se realizará en 2009 en México. (