Poco a poco, los participantes en el proceso hacia la paz y la democratización plena de Nepal se dan cuenta de que implementar el acuerdo que lo pusieron en marcha no es tan sencillo como aparece en el papel.
El pacto incluye el establecimiento de un gobierno interino con participación de insurgentes maoístas y la puesta en marcha de una asamblea constituyente que decida el destino de la monarquía y elimine las políticas de exclusión que despiertan el descontento social.
Pero los involucrados en el proceso advierten ahora que nada es fácil en el largo y arduo camino hacia el fin de 11 años de violenta insurgencia maoísta y la instauración de una paz y una democracia permanentes en uno de los países más pobres del mundo.
Esta nación de 26 millones de habitantes disfruta hoy de un raro y frágil periodo de paz, desde el rey Gyanendra depuso el poder absoluto —pero retuvo la corona— en abril, a raíz de un enérgico movimiento popular que duró 19 días.
Los signos de esa fragilidad aparecen por todos lados.
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En la calle, los nepaleses suelen comentar que la paz es buena y la economía mejora, pero acotan que el futuro es incierto. Muchos jóvenes con recursos emigran, no solo por razones económicas, sino también por miedo.
El único gran temor de la gente es, ¿cómo se comportarán los maoístas ahora que están apunto de compartir el poder?
"No me preocupa", sostuvo Mohan Khadka, empresario del meridional distrito de Parsa. "Pero ¿van a permitir que hayan elecciones justas? Miles de ellos siguen armados"
"El temor a las armas está en todos lados", resumió un alto funcionario de una organización internacional que solicitó reserva sobre su identidad. "Los nepaleses quieren paz a cualquier precio y, para conseguirla están dispuestos a comprometerse con los maoístas. Pero las armas deben eliminarse para que la paz sea permanente."
Pero esa es la tarea más difícil.
La mayoría de los nepaleses quieren que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) participe de alguna forma en el desarme, antes de las elecciones.
Pero el presidente del insurgente Partido Comunista de Nepal-Maoísta, Pushpa Kamal Dahal —conocido como camarada Prachanda (poderoso)—, sembró dudas al señalar que las organizaciones internacionales no tenían por qué participar en el proceso de paz.
De cualquier manera, ¿por qué dejarían las armas que los ayudaron a colocar sus objetivos radicales en la escena nacional?, se preguntan analistas nepaleses al considerar la situación interna de los maoístas.
Es un argumento válido al que deben prestar atención los involucrados en el proceso de paz, tanto en el ámbito local como en el internacional.
El manejo de las armas y la desmovilización de los combatientes maoístas es un problema delicado. Pero no es el único que siembra desconfianza entre los partidos políticos y los insurgentes.
Dirigentes de los siete partidos que lanzaron las protestas de abril acusan a rebeldes de mantener en algunos distritos prácticas extorsivas y tribunales irregulares y arbitrarios, denominados "populares".
También creen que procuran la disolución de la Cámara de Representantes, que fue reactivada por Gyanendra en abril tras el movimiento popular que amenazó con derrocarlo.
La existencia del parlamento es de suma importancia para los miembros de la alianza, que ahora parecen darse cuenta de qué forma su falta permitió, desde mediados de 2002 hasta abril de 2006, la irrupción de una monarquía dictatorial y el recrudecimiento de guerrilla maoísta que prácticamente ahorcaron a la población hasta la muerte.
Por esta razón, los legisladores piden a los líderes políticos que reconsideren el acuerdo por el cual deberán que disolver la cámara baja.
"De ninguna manera se debe disolver el parlamento. Debe seguir funcionando hasta que se elija la asamblea constituyente", sostuvo Subah Nembang, del Partido Comunista de Nepal-Marxista Leninista Unido.
Su compañero de partido, Pradip Nepal, bramó: "Conducimos un movimiento popular para liquidar la tiranía del rey. Ahora, no toleraremos una tiranía de los maoístas."
El hombre que firmó el controvertido acuerdo con los maoístas, el primer ministro Girija Prasad Koirala, una hombre enfermo de 84 años y fumador empedernido, aún debe pronunciarse públicamente al respecto.
El líder del grupo negociador del gobierno y ministro del Interior, Krishna Sitaul, trató de disipar los temores declarando que "la Cámara de Representantes será reemplazada por un cuerpo representativo más fuerte que dará lugar a la participación de todos".
Sus dichos no bastaron para calmar los ánimos, en especial después de que los guerrilleros se negaron a poner fin a los "tribunales populares".
"Esta es una etapa de transición y hay dos ejércitos, dos gobiernos y dos ideologías. No vamos a terminar con los tribunales populares sólo porque alguien nos lo pida. Se eliminarán una vez que se haya formado un gobierno interino", afirmó el lunes el portavoz de los insurgentes, Krishna Bahadur Mahara, en un programa de radio.
Aun la comunidad internacional, que financia la mayor parte de los programas de desarrollo de Nepal y está dirigiendo sus fondos hacia la reconstrucción del país tras el conflicto, tiene dudas.
La semana pasada, el embajador de Estados Unidos, James F. Moriarty, declaró que, dado el rechazo de los maoístas a desarmarse, temía una Revolución de Octubre (la toma del poder por parte de los comunistas en Rusia tras el cual se creó en 1917 la Unión Soviética).
Estados Unidos "trata de desbaratar el proceso de paz. Su representante está tratando de enturbiar la situación ", replicó el camarada Prachanda ante la televisión estatal de Nepal.
El líder insurgente descartó una rebelión violenta y, se salió de libreto al decir que, de fracasar el proceso de paz, su grupo prefería salir a las calles para forzar un cambio de situación.
Ese intercambio muestra cuan profunda es la división entre los rebeldes y Estados Unidos, uno de los principales donantes de Nepal, y entre ese país y otros que patrocinan el proceso de paz.
Mientras, Nepal se encamina a la conformación de un gobierno interino, en que los maoístas posiblemente jueguen un papel importante.
El embajador estadounidense descartó claramente toda asistencia financiera a Nepal si los maoístas integraban el gobierno sin abandonar las armas.
Otros donantes, como la vecina e influyente India, no tienen una postura tan rígida. La mayoría están dispuestos a comprometerse con los guerrilleros, reconocerlos y respetarlos en recompensa por su buen comportamiento.
Empero, la dura oposición de Estados Unidos está enturbiando esa posibilidad, indicó una fuente diplomática.