El patriotismo alemán que había quedado reprimido tras las culpas de la Segunda Guerra Mundial afloró durante la Copa Mundial de la FIFA 2006, sorprendiendo a analistas y al público en general.
Banderas negras, rojas y amarillas, durante mucho tiempo consideradas tabú como reminiscencia de la era nazi, flamearon en la cálida brisa veraniega de este campeonato, entre el 9 de junio y el domingo. Los futbolistas alemanes entonaron a viva voz un himno nacional antaño murmurado.
Hasta la canciller (jefa de gobierno) Angela Merkel, habitualmente poco entusiasta ante el fútbol, se ponía de pie de un salto sonriendo de oreja a oreja cuando Alemania hacía goles.
Pero lo que sorprendió más a los analistas locales fue cómo la tendencia a ver la mitad del vaso vacío se desvaneció de la noche a la mañana. Los usualmente lacónicos comerciantes berlineses repentinamente comenzaron a hacer bromas, y los extraños en la calle esbozaban una sonrisa.
"Que Alemania puede brindar una organización sólida no es nada nuevo. Pero lo que uno no hubiera esperado era esa atmósfera grandiosa", dijo a IPS Leonard Novy, analista político de la Fundación Bertelsmann, que reúne a expertos alemanes dedicados a promover reformas sociales.
[related_articles]
"El espectáculo no estuvo dominado por la FIFA (Federación Internacional del Fútbol Asociado) o por los patrocinadores, como algunos habían pronosticado. Era el hombre de la calle quien estaba celebrando", agregó.
Políticos y analistas saludaron el hecho de que, por primera vez, los alemanes se unieron a los festejos agitando banderas y entonando cantos patrióticos, actividades que durante mucho tiempo habían disparado culpas y exámenes de conciencia.
Unos 60 años después del fin de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), la nueva generación se siente menos responsable por los crímenes del nacionalismo nazi, desplegando lo que los analistas consideran una aproximación más "normal" al patriotismo. Y la Copa Mundial fue una perfecta válvula de escape para el nuevo orgullo.
Las celebraciones públicas hicieron maravillas por la imagen de Alemania en el exterior. En Gran Bretaña, durante mucho tiempo los estereotipos nazis y los hechos acaecidos en la guerra empañaron la percepción popular de Alemania. Pero ahora las personas tienen una "imagen nueva y positiva" de su vecino europeo, señaló el primer ministro británico Tony Blair al diario alemán más vendido, Bild am Sonntag.
Mientras, el presidente alemán Horst Köhler afirmó que el acontecimiento deportivo hizo mucho por el país, tanto en lo nacional como en lo internacional.
"No ganamos la Copa Mundial, pero nos dio tanto. Los visitantes y la teleaudiencia extranjera vieron un país alegre, confiable y hospitalario", dijo a los líderes mundiales que el domingo asistieron a la final del torneo de fútbol en Berlín.
"Creo que este festival del fútbol también nos dio, como alemanes, una nueva ventana hacia nosotros mismos y hacia nuestro país", opinó.
Afortunadamente, no hubo señales de violencia de extrema derecha, un problema muy debatido en los meses previos al campeonato. Durante la competencia fue cancelada una manifestación neonazi que se preveía sería realizada en la meridional ciudad alemana de Munich.
En cambio, las calles se transformaron en un dechado de multiculturalismo. Familias turcas y árabes vistieron sus ventanas con el pabellón alemán y se unieron a los festejos posteriores a los partidos, gritando "Alemania" desde las ventanas de automóviles que no cesaban de dar bocinazos.
Y, pese a que millones de aficionados de todo el mundo llegaron a Alemania, el acontecimiento fue pacífico.
Una imagen duradera del torneo, que fue transmitida en todo el mundo, fueron las heterogéneas hordas de fanáticos eufóricos bajo la Puerta de Brandemburgo, otrora símbolo de la Guerra Fría (1945-1989) y de la división de Alemania.
"En Berlín hubo una atmósfera excepcional", dijo a IPS Heike, una entusiasta del fútbol, empujando un cochecito todavía adornado con una bandera negra, roja y amarilla un día después del partido de Alemania en la semifinal.
"Había tal sentimiento de unidad y felicidad en las calles", ratificó.
Heike agregó que la victoria de Alemania ante Portugal, por tres a uno, que dio a los germanos el tercer puesto en el Mundial, había sido tan bueno como si hubieran ganado la Copa.
El equipo alemán, durante mucho tiempo ridiculizado, fue una de las mayores sorpresas de la competencia. Desafiando los malos augurios que preveían su derrota en la primera ronda, libró una vigorosa batalla.
El novelista Günter Grass, ávido aficionado al fútbol, destacó que el entusiasmo de los jugadores había contagiado a toda la nación.
"El público dentro y fuera de los estadios reaccionó a un equipo joven que, según los estándares alemanes, jugó de modo nuevo y sorprendente, pronto para la ofensiva", dijo el ganador del premio Nobel en una entrevista con el periódico Süddeutsche Zeitung.
"Su unidad fue transmitida al público", añadió.
Buena parte del éxito del equipo fue atribuida a su proactivo director técnico, Jürgen Klinsmann. Su incontenible energía y su negativa a sucumbir ante la presión de los medios de comunicación le ganaron muchos adeptos, pese a que también hubo pedidos de que renunciara en la etapa previa a la competencia.
Tal es su nuevo estatus de héroe que el periódico Die Welt escribió que Angela Merkel debería aprender una o dos lecciones de él.
Pero se requiere más que éxito futbolístico impulsar la gestión de Merkel. Alemania padece un alto desempleo, un lento crecimiento económico y deudas insostenibles. Así, el periodo de luna de miel del gobierno de centro-derecha parece haber finalizado.
Mientras la Copa Mundial acaparaba la atención, Merkel hizo frente a algunas de sus semanas más complicadas. Surgieron escisiones en su "gran coalición", se aprobó la mayor suba de impuestos de la historia alemana, y los políticos entraron en conflicto ante el problema de cómo hacer menos costoso el complejo sistema de salud.
"Internacionalmente, tanto en la Unión Europea como en Estados Unidos, Merkel es muy bien vista. El problema es que tiene que intentar obtener un éxito similar en la política nacional", dijo Novy, de la Fundación Bertelsmann.
Para muchos alemanes, la Copa Mundial fue una oportuna distracción. Mientras los editoriales de los diarios expresaban preocupaciones por la necesidad de ajustarse más el cinturón y por las reformas, el público se dedicaba al fútbol que aparecía en las portadas y a hacer apuestas para el próximo partido.
"Gracias a los muchachos alemanes por un momento grandioso", rezaba un cartel pintado a mano que se agitaba en el encuentro de Alemania el sábado. "Lástima que todo llega a su fin".