La construcción en Argentina es la actividad estrella de la reactivación económica tras la profunda crisis del año 2001. Pero el boom no alcanza para revertir un déficit habitacional que afecta a 25 por ciento de los hogares argentinos.
En las últimas semanas, se produjeron dos hechos que ponen en evidencia el fenómeno habitacional. En el primero, familias pobres invadieron terrenos de una "villa miseria" (tugurio) de Buenos Aires, y el martes, edificios casi listos para ser adjudicados fueron objeto de saqueos.
Si bien hay sospechas de manipulación política tras estos hechos, el problema de la vivienda está lejos de haber sido superado por el furor de la construcción, que se erigió en principal rubro de la inversión en el último año.
De acuerdo a datos oficiales, en mayo la construcción creció 24 por ciento respecto al mismo mes del año precedente, cuando ya había marcado un importante repunte. En el mismo período, los puestos de trabajo en el sector crecieron 30 por ciento.
La inversión pública y privada se destina a obras de infraestructura y vivienda, pero mayoritariamente a soluciones habitacionales para las clases de más altos ingresos. Analistas señalan que el ahorro de los argentinos, incluso el que estaba en el exterior, se invierte principalmente en el negocio inmobiliario.
La construcción de viviendas para las clases de más bajos ingresos, que corre por cuenta del Estado, las provincias y los municipios, también crece en todo el país, pero no lo hace al ritmo que crece la demanda.
"Según datos del censo de 2001, el déficit habitacional en Argentina era de 2.640.000 viviendas sobre un total de más de 10 millones de hogares", explicó a IPS Ana María Mereatur, secretaria ejecutiva del gubernamental Consejo Nacional de la Vivienda.
Esta demanda insatisfecha corresponde al incremento de unos 120.000 hogares nuevos al año, además del déficit que se arrastra de años anteriores. Del total de hogares, 21 por ciento requiere vivienda, y 79 por ciento debe mejorar o terminar la que tiene.
"Por primera vez en Argentina se está construyendo a buen ritmo. Históricamente no se llegaba a 50.000 unidades al año, y nosotros estamos llegando a 120.000. En 2007 estaremos en 170.000, un número que responde a los nuevos hogares y aún más", anticipó Mereatur.
Las necesidades no son iguales en todo el país. Hay provincias, como Formosa, una de las más pobres, donde el déficit alcanza a más de 60 por ciento de los hogares. En Buenos Aires, la necesidad cae a 8,5 por ciento, pero el problema se hace sentir con más ruido.
A mediados de junio, unas 100 familias llegaron en camiones a la tradicional "Villa 31" de Retiro, un asentamiento ubicado en el centro de la ciudad donde viven unas 12.500 personas. Los recién llegados se instalaron en campamentos.
"Los fueron a buscar y les dijeron que vinieran, que aquí estarían cerca del centro y que les darían una vivienda", dijo a IPS Norma Gutiérrez, una mujer que vive en esta villa miseria desde 1982, con su esposo y cuatro hijos ya adultos.
Gutiérrez se refirió así a los recién llegados, muchos de ellos extranjeros provenientes de países limítrofes, sobre todo bolivianos y paraguayos. "Esto afecta a los que estamos esperando una solución desde hace décadas", protestó la mujer.
"Sabemos que el gobierno está construyendo viviendas, pero jamás nos dijeron nada a nosotros, que estamos siempre esperando una solución cada vez que cambian las autoridades de la Secretaría de Vivienda", añadió.
Esta semana ocurrió un hecho similar en la zona sur de la capital, donde están concentradas la mayoría de las 16 villas miseria de la ciudad. Allí, en el barrio de Bajo Flores, el Instituto de la Vivienda de la Ciudad construyó edificios de 250 unidades.
Los edificios, de cuatro pisos, estaban casi listos para ser entregados a los adjudicatarios provenientes de la "Villa 1-11-14", la más poblada de la ciudad con 22.000 habitantes, la mitad de ellos extranjeros.
Pero unas 500 personas sin techo -entre ellas mujeres y niños— llegaron en camiones en la madrugada del martes, rompieron alambrados, puertas y vidrios, y se llevaron estufas, calentadores, marcos de puertas y ventanas, es decir, todo lo que era susceptible de sustraerse.
Los saqueadores huyeron, y los vecinos, que esperaban mudarse este mes, ocuparon los apartamentos para evitar que éstos sean invadidos por familias sin techo. Finalmente la crisis se superó, tras la intervención del gobierno.
Las autoridades sostienen que tras estas avanzadas de pobladores sin techo hay seguramente dirigentes políticos de la oposición, que alientan sus acciones.
Sin embargo, también admiten que la necesidad existe, y no alcanza lo que se construye para atajar el creciente déficit. En Buenos Aires, la falta de vivienda afecta a 86.000 familias, de las cuales 6.000 viven en la "Villa 1-11-14" de Bajo Flores.
Al mismo tiempo, en la capital hay 127.000 viviendas desocupadas, según datos del Instituto de la Vivienda de la Ciudad (IVC). Estas soluciones habitacionales corresponden a "unidades suntuarias" o "dirigidas a sectores con capacidad de ahorro", que pueden comprarlas mediante créditos hipotecarios, según el IVC.
La mayor necesidad de viviendas proviene de los hogares ubicados en la franja de menores ingresos de la sociedad, que no tienen capacidad de ahorro. "Hay un mar de necesidades en esta materia", reconoció el subsecretario de Vivienda de la Nación, Luis D'Elía.