A los 60 años, Wilhemus Handur debería estar disfrutando de su jubilación. Empero, este agricultor indonesio y padre de siete hijos no puede descansar, pues tiene que salir a trabajar para poder comprar el arroz necesario para el consumo familiar.
Esta es la penosa realidad de Handur y de otras 27 familias de la aldea de Bandang, quienes hasta fines de la década del 90 suministraban más de 50 por ciento del arroz consumido en el distrito de Satar Lenda, en el extremo occidental de la isla de Flores en la provincia Nusa Tenggara, situada al oriente de Yakarta.
Handur y otros aldeanos de Bandang solían cosechar más de tres toneladas de arroz por hectárea. En cambio, ahora lo tienen que comprar en el mercado, a un costo no menor para ellos, pues alcanza a 33 centavos de dólar por kilogramo y en la estación seca y puede subir hasta 55 centavos por kilogramo en otra parte del año.
"Dejamos de cultivar nuestros arrozales en Nanga Bandang a causa de la seria falta de agua dulce", dijo Handur quien tiene cinco hectáreas de arrozales en las primeras tierras en ser irrigadas artificialmente, en el distrito.
Wae Aweng, uno de los ríos que atraviesa Satar Lenda, ha sido la principal fuente de irrigación, pero su volumen de agua ha disminuido. En 2002, los pobladores de Bandang se vieron obligados a dejar de cultivar más de 30 hectáreas de arrozales en Nanga Bandang, otrora promocionada como el granero de arroz de la zona.
En las aldeas vecinas de Lenggos, Kombo, Cepang, Nikeng y Paka, los arroceros debieron limitar su temporada de cultivo a una por año pues también disminuyó el caudal del río Wae Ntijo.
Los ríos Wae Aweng y Wae Ntijo ya no pueden irrigar más de 780 hectáreas de arrozales en ese distrito debido al gran desmonte para actividades madereras y agrícolas en las tierras secas, que redujeron drásticamente la cantidad de lluvias que abastecen esos cauces fluviales.
"Tenemos que cultivar arroz por turnos para evitar conflictos por el agua", relató Antonius Oto, un miembro local del Comité del Agua.
En 1982, las autoridades locales introdujeron una política de racionalización del agua. El Comité del Agua debe asegurarse que la programación de su suministro se cumpla, y de no ser así, se impongan sanciones.
Sin embargo, Karolus Hambur, residente en Nikeng, señaló que, pese a la racionalización del agua, en los últimos años hubo conflictos por la irrigación en el distrito. Se espera que éstos empeoren en los próximos años.
Hambur recordó que el año pasado varios agricultores armados con machetes y lanzas mantuvieron graves enfrentamientos por este asunto.
Bajo el acuerdo actual, los arrozales situados cerca de la aldea de Nikeng se cultivan en noviembre y tienen agua hasta abril. Los arroceros de los alrededores de Lenggos, Kombo y Cepang cultivan en mayo y quedando agua hasta octubre.
El comité interrumpe la tarea de aquellos que traten de cultivar arroz fuera del periodo previsto y los multa con 109 dólares, una enormidad para quienes tienen ingresos anuales de 164 dólares por persona.
Pero la política de racionalización del agua afectó negativamente el crecimiento del arroz en esta región habitada por más de 5.000 personas.
Más de 87 por ciento de la fuerza laboral en esta regencia de Manggarai, en la isla de Flores de la provincia Nusa Tenggara, cuenta sólo con enseñanza primaria debido a la pobreza y a la dificultad de acceder a cursos secundarios y superiores. Al menos 70.000 familias, de las casi 104.000 que viven en la zona, son pobres.
Sebastianus Jomar, de la aldea de Nikeng, cosecha sólo 580 kilogramos de arroz por temporada para intentar subrevivir junto a sus tres hijos, esposa y padre paralizado. Muchas veces, Jomar debe vender parte de su cosecha para comprar otros artículos necesarios como pescado seco y ropa.
"Los 580 kilogramos no son suficientes para mi familia. Empiezo a comprar arroz en octubre, antes que empiece la temporada de cultivo", relató Jomar quien a veces ara los arrozales de otros agricultores por un dólar al día para sustentar a su familia.
El bajo poder adquisitivo provocó altos niveles de desnutrición entre los residentes de Satar Lenda y Manggarai. Las cifras muestran que casi 27 por ciento de los habitantes de Manggarai sufren ese mal.
"La mayoría de las veces, mi familia tiene que arreglárselas con arroz común, hojas de papaya y mandioca", relató Jomar quien se perdió el subsidio gubernamental directo en los últimos dos años. Los habitantes de Manggarai comen hojas de papaya para combatir el paludismo, una de las enfermedades más comunes en esta zona.
Para aliviar el impacto del aumento de las materias primas a causa del alza constante de los precios en el mercado internacional, el gobierno central implementó en 2005 un subsidio de combustible directo para 17 millones de familias pobres.
En el marco de ese programa, cada familia necesitada recibe 11 dólares por mes. Más de 73.000 familias de Manggarai son beneficiarias de esta iniciativa.
En su informe al Ministerio de Desarrollo de Áreas Postergadas, el regente de Manggarai, Christian Rotok, señaló que 9,6 por ciento de las casi 119.000 hectáreas de bosques protegidos fueron taladas en las décadas pasadas para la agricultura y la construcción de zonas residenciales y otras instalaciones públicas.
"Los residentes de las zonas linderas a los bosques productivos y protegidos, los utilizaron para la agricultura tradicional provocando un grave deterioro en muchos porciones de la regencia", indicó Rotok.
El director de la Agencia de Planificación para el Desarrollo de Manggarai, Frans Salesman, indicó que más de 50.000 hectáreas de las 271.000 hectáreas de bosques se encuentran en situación crítica.
La reforestación es la clave para incrementar el caudal de agua.
"Las zonas más críticas no sólo provocaron erosión, que reduce la fertilidad del suelo, sino que también disminuyeron los depósitos de agua subterráneos tanto para beber como para irrigar", señaló Salesman.
La mayoría de los agricultores de Manggarai se pasaron a la agricultura de "roza y quema" (limpia de matas y de árboles a través de incendios), y plantan café, azafrán o castaña de cajú durante tres o cuatro años para luego trasladarse a otras zonas forestadas y hacer lo mismo.
Así, cientos de hectáreas de bosques, corriente arriba del río Wae Aweng han sido taladas por los pobladores de Nikeng en las últimas tres décadas.
La rotación de cultivos o la agricultura de roza y quema se han practicado por generaciones en Manggarai, pero últimamente se ha hecho más frecuente dado el crecimiento poblacional en la regencia, en promedio 1,92 por ciento por año.
"A medida que crece la demanda de áreas secas para cultivar, las tierras agrícolas, intactas durante 40 años, ahora se despejan después de 10 o 15 años", señaló Fabianus Hadur, jefe de la aldea de Nikeng.
La tala de bosques protegidos también es responsable de la disminución del caudal de agua en los ríos Wae Aweng y Wae Ntijo.
"Una vez remonté el Wae Aweng y me asusté de no encontrar ni un sólo árbol grande ahí", relató incrédulo Hadur.
* Este informe fue escrito para Asia Water Wire