Los ataques con bomba que conmocionaron este jueves tres provincias sureñas de Tailandia constituyeron un duro recordatorio al gobierno de los problemas irresueltos con la minoría malaya musulmana.
Al menos dos personas y otras 16 resultaron heridas en unas 40 explosiones que sacudieron estaciones de policía, oficinas gubernamentales, puestos de control y confiterías en tres provincias de mayoría malaya musulmana.
Desde que se desató el actual ciclo de violencia en enero de 2004, más de 1.300 personas han muerto en las provincias de Yala, Pattani y Narathiwat, fronterizas con Malasia.
"No sabemos quién hizo esto, si fueron verdaderos insurgentes o no. Pero si son ellos quienes están detrás de esto, entonces es un desafío para el gobierno, (porque) están demostrando que pueden atacar en cualquier momento a las instituciones gubernamentales", dijo a IPS Arafen Thaipratan, integrante de la Asociación de Jóvenes Musulmanes de Tailandia, una organización defensora de los derechos humanos en Yala.
El ministro del Interior, Kongsak Wanthana, responsabilizó a los "insurgentes" islámicos por estos actos de "sabotaje que distorsionan la zona", informó este jueves la estatal agencia de noticias tailandesa TNA.
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Bangkok ya ha acusado en ocasiones similares a militantes de la minoría malaya musulmana, pero hasta ahora no ha podido probar sus acusaciones.
Las últimas explosiones coinciden con el comienzo de los debates en Tailandia sobre las sugerencias presentadas en el esperado informe de la Comisión de Reconciliación Nacional, un órgano de 48 miembros integrado por hombres de estado, parlamentarios, activistas y académicos que buscan una solución a la escalada de violencia en este país de mayoría budista.
El informe "sugiere que hasta ahora se ha puesto demasiado énfasis en la seguridad del Estado y sus funcionarios, pero no se ha prestado la debida atención a la población. Es el momento de hacer un cambio, de lo contrario el sur seguirá ardiendo", alertó el miércoles el ex canciller tailandés Surin Pitsuwan, de la minoría musulmana, al periódico Bangkok Post.
El informe del Consejo es "potencialmente un hito en un largo y ahora muy desagradable conflicto", señaló por su parte Chang Noi, columnista del diario The Nation.
"Las causas (de la violencia) residen en la pésima economía y en el trato injusto dado por el Estado, que hasta ahora ha tratado al sur como una fosa séptica a la que envía a los peores funcionarios de la administración", escribió en la edición del lunes.
El informe de 132 páginas, para el cual se elaboraron nueve borradores, fue la culminación de una iniciativa para estudiar las raíces de la violencia en una zona dominada por el temor y la desconfianza, así como para proponer salidas al problema.
El Consejo fue creado en febrero del año pasado por el gobierno del primer ministro Thaksin Shinawatra, y se le dio autorización para actuar de manera independiente.
El informe llama a la creación de una "fuerza de paz" desarmada liderada por el ejército, pero teniendo e sus filas a policías y civiles. También propone hacer énfasis en el diálogo entre el gobierno y los malayos musulmanes que integran la insurgencia.
En vez de recomendar la autonomía de las provincias malayas, el Consejo sugirió la creación de un nuevo centro administrativo y un consejo de desarrollo que permita a las comunidades del sur tratar algunas de sus principales preocupaciones, como la utilización de sus recursos naturales.
El Consejo no dejó de lado el delicado tema de la identidad religiosa y cultural, centro del conflicto en el sur desde hace décadas.
Los malayos del sur, que hablan el dialecto yawi y no el idioma tailandés, como la gran mayoría de la población, además de seguir la religión islámica en vez de la budista, critican desde hace años las políticas de asimilación cultural de Bangkok, por las cuales se ven obligados a renunciar a sus tradiciones.
Las tres provincias meridionales donde los musulmanes constituyen más de 80 por ciento de la población fueron antiguamente parte del Reino Musulmán de Pattani, anexado en 1902 por Siam, como era antes conocida Tailandia.
En los años 40, los musulmanes iniciaron un movimiento de resistencia al estado tailandés en busca de la autonomía. Los primeros ataques de grupos separatistas se produjeron en los años 70.
Para aliviar la tensión, el Consejo propuso que se les permita a los malayos musulmanes usar su dialecto en su trabajo y en gestiones públicas, además de permitir la aplicación de la "shariá" (ley islámica) en ámbitos locales.
"Este es un paso importante para negociar con el Sur. Siempre hubo preocupación sobre una reacción violenta nacionalista, y fue evitada. El debate multicultural no puede ser ignorado", dijo a IPS el académico británico Chris Baker, experto en política tailandesa.