REFUGIADOS-KENIA: Somalíes en desastrosas condiciones

El 20 de marzo de 2006, el esposo y un hijo de Aaliya Omar Alas fueron asesinados en su aldea en Somalia. Ese mismo día extravió a cuatro hijas y un hijo, a quienes aguarda desesperada en Kenia.

"Estoy triste porque perdí a mi esposo e hijo. No sé donde están los demás. Nos separamos cuando huíamos", dijo a IPS en el campamento de refugiados de Ifo, en el distrito keniata de Garissa, al que llegó en abril.

El de Ifo es uno de los tres campamentos que hay en las cercanías de la ciudad de Dadaab en el árido nordeste de Kenia.

Ahora, Alas espera noticias de sus hijos sobrevivientes.

"Rezo para que un buen samaritano me traiga a mis hijos. Escuché que vienen a Garissa. Si vienen no tengo nada para darles, pero al menos estaremos juntos", dijo.

El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) calculó que unos 10.000 somalíes lograron llegar hasta los campamentos en los alrededores de Dadaab entre enero y mayo de este año, debido al recrudecimiento de la violencia en su país.

En junio llegaron unos 500 más. La población de los campamentos supera las 130.000 personas, la mayoría somalíes.

"Necesitamos más dinero para enfrentar los nuevos ingresos. Si mañana tenemos otra gran oleada de gente, quizá no podamos darles lo necesario", dijo a IPS Niaz Ahmad, funcionario de campo de Acnur en Dadaab.

"Construimos baños y refugios provisorios, pero no tenemos suficiente lona para construir más tiendas de campaña", añadió. Las cabañas provisorias tienen un destrozado techo de plástico, cartón y tela vieja.

"De noche está muy frío. A través de los agujeros de la choza entran muchos mosquitos. Es peligroso para la bebé, ¿pero qué podemos hacer?", comentó Dahira Maalim Abdi. El rostro de su nieta de seis meses está lleno de picaduras. El paludismo (malaria) es endémico en esta zona.

Hasta el momento no se ha informado de ningún brote de la enfermedad. La insuficiencia de recursos y la superpoblación de los campamentos aumenta las posibilidades de que eso suceda, dijo la representante de Acnur Nemia Temporal.

Esta agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) solicitó 2,5 millones de dólares para mejorar las condiciones de salubridad, refugios adecuados, alimentos y otras necesidades para los nuevos refugiados de Somalia.

En las últimas semanas, más de 300 personas fueron asesinadas en ese país de África oriental, 1.500 más fueron heridas, y 17.000 debieron abandonar sus hogares en esta última etapa del conflicto, según la ONU.

El rebrote de violencia comenzó cuando dirigentes de la Alianza para la Restauración de la Paz y el Antiterrorismo, al parecer financiada por Estados Unidos, manifestaron su oposición a los tribunales islámicos establecidos para restaurar el orden Mogadiscio, la capital somalí.

A principios de este mes, integrantes de la Unión de los Tribunales Islámicos tomaron el control de la ciudad. Tras la caída de la dictadura de Muhammad Siad Barre, en 1991, la capital y vastas zonas del país quedaron sumidas en el caos.

Los militantes islámicos también tomaron el control de la ciudad de Jowhar, al norte de Mogadiscio, otro ex bastión de la insurgencia.

El gobierno interino somalí comenzó a funcionar en 2004, pero sin mucho apoyo. La inseguridad de Mogadiscio mantiene a los legisladores fuera de la capital. Actualmente, cumplen sus funciones en la meridional ciudad de Baidoa.

El gobierno y los líderes de la Unión de los Tribunales Islámicos reunidos en Jartum acordaron el 22 de este mes el cese de las hostilidades y se reconocieron mutuamente. El pacto contó con la intermediación de la Liga Árabe.

Se espera otra reunión de ambos bandos para el 15 de julio del presente año.

Luego, se informó que Hassan Dahir Aweys, opositor del presidente somalí Abdullahi Yusuf, fue designado el sábado para presidir un consejo —también creado el fin de semana— que asesorará a la Unión.

Aparentemente, Aweys tendría prohibido el ingreso a Estados Unidos por supuestos vínculos con el terrorismo.

Algunos observadores señalaron que los líderes de las facciones que no formaron parte de las conversaciones de Jartum podrían hacer peligrar los acuerdos y crear más confusión en Somalia.

Esto podría aumentar la cantidad de personas refugiadas en los países vecinos, incluidos niños como Said Mohamed Abdullahi, de ocho años.

"Escapé de la última guerra civil. No estoy yendo a la escuela, pero sí iba cuando estaba en Somalia", relató a IPS. "Espero que la guerra termine pronto para que pueda volver a la escuela y terminar mis estudios. Quiero ser ingeniero." (

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