La competencia en Estados Unidos entre los trabajadores inmigrantes y los nativos por el empleo dista de ser feroz. Ciertos factores atenúan los efectos del aumento de la mano de obra barata.
¿Cómo es posible que el flujo de trabajadores educados procedentes del Sur pobre no perjudique significativamente a los obreros estadounidenses de bajos ingresos?
"Los mercados laborales de Estados Unidos parecen estar bastante segmentados", evaluó Douglas Massey, codirector del Proyecto sobre Migración Mexicana de la Universidad de Princeton.
"En ciertos sectores, los extranjeros que ingresan complementan a los estadounidenses en la producción, y en realidad no generan ningún desplazamiento o efecto en los salarios", según Massey.
El experto señaló la agricultura como el ejemplo más claro de tal segmentación. Desde los años 30 hay pocos empleados agrícolas blancos, y, si quisieran atraerlos, los empleadores deberían elevar considerablemente los salarios, explicó.
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En ese caso, los cultivos estadounidenses se encarecerían y los comerciantes terminarían comprando productos extranjeros, o a las compañías agrícolas les resultaría más barato mecanizar tareas que hoy son realizadas por seres humanos.
Aunque en algunas áreas puede existir competencia entre trabajadores extranjeros y nativos, el mayor impacto de la inmigración en el mercado laboral recae en un número cada vez menor de obreros estadounidenses.
Aproximadamente 38 por ciento de los inmigrantes no terminaron los estudios secundarios, según el censo estadounidense de 2000. Para los inmigrantes ilegales, no contemplados en el censo, la proporción se eleva a cerca dos tercios, según expertos.
Entre los trabajadores nacidos en Estados Unidos, la proporción de deserciones de la enseñanza secundaria es mucho más baja —inferior a 15 por ciento—, y en las áreas rurales se redujo mucho en los dos últimos decenios.
Los trabajadores inmigrantes que cobran bajos salarios pueden impulsar el crecimiento económico en las áreas e industrias donde se desempeñan.
Cuando las empresas se benefician económicamente de la mano de obra barata que representan los inmigrantes, a veces responden reinvirtiendo ese dinero para expandir su producción. Cuando lo hacen, pueden crear nuevos trabajos.
Angelo Amador, director de Políticas de Inmigración en la Cámara Estadounidense de Comercio, mencionó en ese sentido el sector del empaquetamiento de carne en el central estado de Nebraska.
"Las fábricas estaban cerrando, aumentaba el desempleo, bajaban los salarios y la gente mudaba", relató.
"Una vez que el estado recibió inmigrantes para trabajar en las fábricas, algunas de las plantas cerradas reabrieron, la economía en la zona repuntó y los salarios incluso aumentaron", agregó.
La inmigración, en este caso, tuvo un efecto multiplicador: cuando una industria como la del empaquetamiento de carne se expande, puede crear puestos de trabajo en empresas que le proporcionan insumos, equipamiento y servicios.
Los inmigrantes pueden llenar vacíos en áreas con economías en auge que necesitan trabajadores. Según Amador, debería haber garantías de que los ciudadanos estadounidenses son capaces de competir por estos nuevos trabajos.
Ciertas clases de trabajo probablemente hubieran desaparecido en Estados Unidos si los inmigrantes no los hubieran aceptado a cambio de bajos salarios. Eso sucede en la agricultura y la industria que compiten con México e incluso con otros países desarrollados.
Las firmas que emplean a inmigrantes pueden volverse más competitivas en el mercado global. Esto les permite expandirse sin encargar esos trabajos en el exterior.
"Las personas se concentran en la inmigración", pero en "la economía globalizada, todos los factores de producción, excepto la tierra, se están moviendo", dijo Massey.
En Estados Unidos, la mayoría de los salarios de los trabajadores menos educados estuvieron estancados en las últimas tres décadas. Si la inmigración no es una importante causa de rebaja salarial y desempleo, ¿cuáles son las presiones más significativas?
Un factor omnipresente fue la automatización y reorganización del trabajo, que redujo implacablemente la demanda de mano de obra con pocas habilidades en muchas industrias de Estados Unidos.
En las últimas décadas, las "empresas tránsfuga" (que se trasladan a países con mano de obra más barata) y las subcontrataciones de algunas funciones en el exterior eliminaron muchas tareas manuales relativamente bien pagadas.
Pero sólo una parte muy pequeña de esta pérdida de empleos puede atribuirse a la competencia de los inmigrantes, la mayoría de los cuales trabajan en otros sectores.
La pérdida de esos puestos fue causada principalmente por la incapacidad de la industria manufacturera de Estados Unidos para competir con las extranjeras y por el movimiento de sus operaciones hacia el extranjero.
El columnista Nicholas Kristof, del diario The New York Times, anotó que un vecino suyo ganaba 26 dólares por hora trabajando en un sindicato en 1971. Pero en el último decenio, ese hombre debió trabajar como portero de edificios por no mucho más que un salario mínimo.
La decadencia de los sindicatos en Estados Unidos, a menudo acelerada por la persecución, también ayudó a deprimir los salarios más bajos.
Las leyes laborales de Estados Unidos, que favorecen a las empresas, y el entorno político antisindicalista incrementaron las dificultades de organización de los trabajadores no calificados, ya sean nativos o inmigrantes.
Al mismo tiempo, la caída durante un periodo prolongado del sueldo mínimo ajustado a la inflación rebajó el piso salarial.
La socióloga Ruth Milkman, de la Universidad de California, halló un modelo distinto al tradicional en algunas industrias de la occidental ciudad de Los Ángeles, incluidos los servicios de la construcción, cuyo personal es ahora mayoritariamente inmigrante.
El empleo en esos puestos de trabajo exigía antes la afiliación al sindicato, ofrecía grandes beneficios y salarios relativamente buenos, y se concentraba abrumadoramente por trabajadores nacidos en Estados Unidos.
Pero a partir de los años 70, dijo Milkman a IPS, hubo "un esfuerzo directo de los empleadores por degradarlos, principalmente destruyendo al sindicalismo".
A medida que los trabajos se volvieron menos deseables, los trabajadores nativos los abandonaron voluntariamente, en busca de nuevos horizontes ofrecidos por otros sectores de la robusta economía local. Solo después de ese proceso los empleadores recurrieron a los inmigrantes.
"Así que, en realidad, no hay ninguna competencia aquí. Es una historia de sucesión étnica", aseveró Milkman. "Los salarios sí bajan, pero no pienso que eso tenga mucho que ver con la inmigración, que es un resultado más que una causa."
Para los negros estadounidenses, algunos factores particulares perjudican mucho más sus perspectivas económicas que la competencia de los inmigrantes, alegó el economista laboral David Card.
La justicia penal encarcela a grandes cantidades de jóvenes negros, en muchos casos por delitos menores vinculados con las drogas, lo cual reduce mucho sus posibilidades de empleo tras la liberación.
Los problemas de salud relacionados con la pobreza, como la diabetes y la insuficiencia cardiaca congestiva, son exacerbados por la falta de acceso a la atención médica, pues muchos carecen de seguro de salud.
Muchos factores conspiraron en la reducción de los salarios y las oportunidades laborales de aquellos que se ubican en el escalón más bajo de la fuerza laboral.
Mientras eso sucedía en los últimos 15 años, muchos inmigrantes, tanto documentados como indocumentados, ingresaban en el mercado laboral estadounidense.
Stephen Camarota, del Centro para los Estudios de Inmigración, con sede en Washington, constató que el empleo de inmigrantes de bajos salarios aumentó, mientras que el de los trabajadores nativos de bajos salarios se redujo más del doble de lo que había caído entre 2000 y 2005.
Pero según Harry J. Holzer, ex economista jefe del Departamento (ministerio) de Trabajo de Estados Unidos, estos hallazgos "no prueban que lo primero haya causado lo segundo".
Más que a la competencia de los inmigrantes, Holzer atribuye la situación laboral de los nativos, fundamentalmente, a "la debilidad subyacente del mercado laboral estadounidense".
"Por supuesto, algunos estadounidenses menos educados fueron perjudicados por la inmigración y, de modo más importante, por muchas otras fuerzas en el mercado laboral de Estados Unidos, tales como las nuevas tecnologías, el comercio exterior, la disminuida presencia de los sindicatos y la caída de los niveles legales del salario mínimo", dijo Holzer ante el Congreso legislativo.
Más que tratar de frenar la inmigración, sugirió Holzer, los trabajadores de bajos salarios se beneficiarían más de mejorar su educación y entrenamiento, aumentando el salario mínimo, facilitando la organización de sindicatos y ampliar la disponibilidad de guarderías infantiles, licencias por maternidad y seguros de salud.
Estados Unidos también podría aprender la lección de la integración en España, Portugal y otros países más pobres en la Unión Europea, sugirió Carlos Gil, profesor emérito de historia en la Universidad de Washington.
"Los europeos crearon un fondo social para programas de reentrenamiento de trabajadores luego de abrir sus fronteras nacionales y crearon un solo mercado. ¿Por qué nosotros no podemos buscar enfoques similares?", preguntó.