DARFUR: Pandemia de violencia en expansión

– Casi dos meses después de la firma de un acuerdo de paz entre el gobierno de Sudán y un grupo rebelde, la situación humanitaria en la occidental zona de Darfur continúa agravándose, mientras siguen los ataques de las milicias Janjaweed en aldeas del vecino Chad.

Grupos defensores de los derechos humanos piden una urgente intervención de la Unión Africana y de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para impedir que la violencia desestabilice toda la subregión a lo largo de la frontera occidental sudanesa y la arrastre a una crisis humanitaria similar a la sufrida en la zona de los Grandes Lagos en los últimos ocho años.

La organización Amnistía Internacional exhortó el miércoles a los dos organismos a dar pasos concretos para proteger a los civiles en el este de Chad de ataques transfronterizos lanzados por las milicias árabes Janjaweed, apoyadas por Jartum.

También llamó a fortalecer la Misión de la Unión Africana en Darfur (AMIS) y a preparar el despliegue de una fuerza de paz de la ONU para el 1 de octubre.

"Esta es una oportunidad clave para que la Unión Africana y la ONU coordinen una respuesta efectiva a la prolongada crisis de derechos humanos en Darfur, que ahora se propaga a la frontera con Chad y podría desestabilizar a toda la región", alertó la secretaria general de Amnistía, Irene Khan.
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"El gobierno chadiano debe asumir su responsabilidad para garantizar la protección de los civiles y pedir la asistencia de una fuerza internacional si es necesario", añadió Khan, quien divulgó un vídeo con imágenes de incursiones de las milicias árabes en aldeas del este de Chad.

La activista hizo estas declaraciones en vísperas de la cumbre de la Unión Africana este fin de semana en Banjul, la capital de Gambia.

Al tope de la agenda de ese encuentro estará la creciente presión de Occidente a Jartum para que permita el despliegue de una fuerza de paz de la ONU con un fuerte mandato para proteger a los civiles y aplicar las pasadas resoluciones del Consejo de Seguridad sobre Darfur, incluyendo el desarme y la desarticulación de las Janjaweed.

Asimismo, el grupo Human Rights Watch (HRW), con sede en Nueva York, instó a los líderes de la Unión Africana a que presionaran al presidente sudanés Omar Al Bashir para que autorice ese despliegue.

"En los hechos, la vida es peor ahora para los civiles de Darfur a pesar del acuerdo de paz. La violencia aumenta, y se necesitan fuerzas adicionales para apoyar a los 7.000 soldados de la Unión Africana que están en el terreno, para así proteger mejor a la población", señaló el director para África de HRW, Peter Takirambudde.

En mayo, la Unión Africana pidió formalmente a Jartum que permitiera a la ONU asumir la AMIS "en el menor tiempo posible", pero Al Bashir rechazó la solicitud en términos bastante duros.

"No rechazamos a la ONU, pero de ninguna manera aceptaremos soldados de la ONU porque tienen una agenda imperialista y colonialista. Cambiar a la misión (AMIS) por una de las Naciones Unidas jamás sucederá, jamás", dijo el mandatario a periodistas en Jartum el 20 de este mes.

Su canciller, Lam Akol, fue menos categórico y sugirió que Jartum rechazaría una fuerza internacional que invocara el capítulo 7 de la Carta del foro mundial, esto es, con plena autoridad para hacer cumplir las resoluciones del Consejo de Seguridad. Sin embargo, estaría dispuesto a aceptar un contingente con un mandato menos amenazante y cuyos términos fueran negociados.

El secretario general de la ONU, Kofi Annan, también se hizo eco de los llamados de las organizaciones humanitarias y pidió una fuerza internacional con mandato "robusto". Se espera que el máximo funcionario del foro mundial exhorte a Al Bashir a que reconsidere su posición durante la cumbre de este fin de semana.

El subsecretario general de la ONU para Mantenimiento de Paz, Jean-Marie Guehenno, quien concluyó esta semana una misión para evaluar la situación en Darfur, recomendó el despliegue de una fuerza de por lo menos 17.000 efectivos en la zona, cuyo tamaño es similar al territorio de Francia.

Los problemas de Darfur, reino independiente anexado por Sudán en 1917, comenzaron en los años 70 como una disputa por las tierras de pastoreo entre nómadas árabes y agricultores indígenas negros. Ambas comunidades étnicas comparten la fe islámica.

Pero la tensión se transformó en una guerra civil en febrero de 2003, cuando guerrilleros negros respondieron con violencia al hostigamiento de las milicias Janjaweed.

Los Janjaweed son acusados de llevar adelante una campaña de limpieza étnica contra tres tribus negras que respaldan a los dos grupos guerrilleros. Se presume que las milicias árabes tienen apoyo de Jartum, o que éste hace la vista gorda ante sus crímenes.

Se estima que unas 400.000 personas han muerto a causa de la violencia, que también desplazó a otras dos millones, unas 200.000 de las cuales vivían en Chad y ahra están refugiadas en campamentos atestados e insalubres.

El acuerdo de paz firmado el 5 de mayo entre el rebelde Ejército Sudanés de Liberación (SLA) y Jartum, como resultado de una fuerte presión internacional, no amainó la violencia. Una facción disidente del SLA se opuso al pacto y, junto al Movimiento por la Justicia y la Igualdad, promueve ahora enfrentamientos entre los mismos insurgentes.

John Prendergast, especialista en Sudán del independiente Grupo Internacional de Crisis, explicó que el acuerdo de paz estaba destinado al fracaso debido a que no incluía mecanismos para verificar el desarme y la desarticulación de las Janjaweed, ni el regreso seguro a sus hogares de los desplazados.

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