COMUNICACIONES: Nueva glasnost entre ciudadanos y poder

El vocablo «glasnost» —del ruso «público» y «voz»— que se hizo famoso en los años 80 para simbolizar apertura y transparencia, define hoy muy bien el desafío de los medios de comunicación en un mundo globalizado.

Mijaíl Gorbachov, ex presidente de la disuelta Unión Soviética y premio Nobel de Paz 1990, conoce muy bien cómo su administración basada en la glasnost provocó esperanza tanto como temor, y cómo sigue siendo una fórmula válida para los medios de comunicación, el poder y la sociedad civil.

Ese asunto se discutió en un seminario internacional, organizado por el World Political Forum —una organización de intelectuales creada por Gorbachov para revisar los procesos clave de la globalización— y la ciudad italiana de Venecia.

Expertos de todo el mundo, periodistas y profesionales de la comunicación discutieron ese papel fundamental de los medios de comunicación, que están entre "los ciudadanos y el poder".

¿Esa posición intermedia de la prensa es un vínculo o un obstáculo para la sociedad civil y el ámbito político?

"En el momento más crítico de la perestroika (la reestructura de la economía soviética estatal y centralizada), los sentimientos negativos y los duros ataques de la prensa estaban en la agenda de todas las reuniones de gabinete. ¡Nos están presionando, nos están persiguiendo! Todos estaban muy preocupados por eso", dijo a IPS Gorbachov.

"Los periodistas nos pedían con vehemencia que develáramos de una vez lo peor del régimen. Pero de acuerdo a la visión de la perestroika, la gente no podía repudiar su historia en un solo instante, todo por lo que sus padres y abuelos lucharon para favorecer a las mayorías", añadió.

La glasnost, la palabra clave de la perestroika de Gorbachov, buscaba crear en la gente un sentido de responsabilidad política y social, indicó. "Había que llevar a la sociedad civil de la mano para que comprendiera gradualmente la etapa de transición. Pero la prensa se apuró y lo hizo a su manera, cometiendo un gran error", sostuvo el ex presidente de la Unión Soviética, disuelta en 1991.

Esa fue una clara demostración de cómo la interrelación entre los medios de comunicación, la sociedad civil y el poder pueden cambiar el curso de la historia.

En años más recientes, la presión ejercida por el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, para invadir Iraq en 2003, es otro caso muy revelador. Ahora el debate es sobre la aquiescencia de la prensa estadounidense y de cómo ésta no cuestionó las justificaciones para ir a la guerra, como la existencia de armas de destrucción masiva, que nunca se hallaron en ese país invadido.

El curso de la historia se modifica tanto por lo que la prensa dice como por lo que no dice.

"Algo no anda bien hoy en la relación entre ciudadanos y prensa y entre éstos y el poder. Ahora los ciudadanos son muy escépticos de la prensa y del poder y no creen plenamente en lo que dicen", señaló el editor jefe de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet.

La pérdida de confianza de la gente en los medios de comunicación se debe a la poca confianza en la información, lo que es una paradoja en una sociedad caracterizada por la saturación de medios de comunicación, y una contradicción interna de las democracias maduras, concordaron los participantes del seminario, que se llevó a cabo del 23 al 24 de este mes.

¿Cómo se puede rediseñar la dinámica entre la prensa, los ciudadanos y el poder? "Es una pregunta complicada. La libertad de prensa y de información son una especie de dogma, pero la gente cree que la libertad es una excusa válida para la organización democrática, y desde su punto de vista ésta no es respetada ni por la prensa ni por el poder", concluyó Ramonet.

Los más grandes y poderosos medios de comunicación actuales se erigieron tras un proceso de fusión, y ahora están siendo cuestionados por favorecer la rentabilidad y las expectativas de sus socios antes que la responsabilidad social. Ellos también forman parte de la globalización económica y se los considera a favor del statu quo.

Mientras, los analistas de medios han comenzado a considerar a los 64 millones de usuarios de bitácoras (blogs), con su crecimiento exponencial, como rivales de los gigantes de la comunicación y como las bases de la "guerrilla informativa".

Las bitácoras, o blogs, son sitios web periódicamente actualizados, que a menudo funcionan como un diario personal de consulta pública, y suelen ser administrados por su propio autor. Se estima que 17 por ciento de los jóvenes de Estados Unidos tienen uno.

Cada segundo nace un nuevo "periodista" con una bitácora, esto es un cambio de paradigma. No obstante, este nuevo flujo de información tiene sus propias implicaciones, que ponen de relieve las virtudes de los medios de comunicación tradicionales.

"La fuerza del conjunto de los que tienen bitácoras radica en su cantidad", dijo a IPS Bernard Guetta, editorialista de L'Express de Francia.

"Por su cantidad abrumadora, pueden tener un fuerte impacto en la opinión pública, como sucedió el año pasado en Francia, cuando los ciudadanos fueron llamados a las urnas para ratificar o rechazar la Constitución de la Unión Europea", indicó. En ese caso, la carta magna europea fue rechazada, y en ello influyó el masivo clamor expresado a través de las bitácoras de Internet.

"Pero hay casos de información 'completamente falsa' circulando por Internet. Eso se debe a la falta total de filtros. Me refiero a los filtros de los propios periodistas y de los editores. Aunque en la prensa tradicional muchas veces esos filtros no funcionan, por lo menos existen", agregó.

Hay opciones que poddrían ayudar a relanzar a los medios de comunicación tradicionales, sostuvo el editorialista del periódico británico Financial Times, John Lloyd.

"Por ejemplo, considerar la cobertura periodística como un borrador del registro histórico. Y abstenerse del mero desdén a los políticos, a favor de informar a los ciudadanos sobre las limitaciones específicas que los políticos deben afrontar en sus a veces sinceros esfuerzos de servir a la sociedad civil".

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