TEATRO-CHILE: Romeo y Julieta en clave marginal

La última recreación de «Romeo y Julieta» traslada la tragedia de los amantes de Verona a los barrios marginales de la capital chilena, en un montaje donde los versos traducidos por Pablo Neruda se alternan con giros verbales, contorsiones y ritmos propios del hip-hop y el reggaeton.

La obra de William Shakespeare, estrenada en el Teatro Nacional de Santiago el 14 de este mes, es también, según su director, Fernando González Mardones, una relectura desde la mirada original del genial dramaturgo inglés de los fenómenos del temor y la violencia que priman en los ambientes urbanos contemporáneos.

El lanzamiento de esta versión número "mil y tanto" del clásico de Shakespeare fue precedido de una presentación coreográfica ante el palacio de gobierno de La Moneda realizada por jóvenes hiphoperos de La Legua y La Pintana, dos de las barriadas prototípicas de la exclusión en esta segmentada capital de cinco millones de habitantes.

Ambas poblaciones, como se les llama en Chile a las barriadas marginales, equivalen a delincuencia y tráfico de drogas en las miradas tradicionales, que las ignoran como crisol de manifestaciones culturales que han creado una suerte de folclore urbano inspirado en el hip-hop de las minorías negras y latinoamericanas estadounidenses y en el reggae jamaiquino.

Bajo estos parámetros, el montaje que se presentará hasta mediados de julio en el Teatro Nacional, tiene un intenso componente coreográfico, alimentado por las vestimentas hiphoperas de pantalones anchos sujetos a la altura de las nalgas, sudaderas y chalecos multicolores y cabelleras ocultas bajo sombreros, gorras, pañuelos o capuchas.

Todo ello, con el ingrediente infaltable del hip-hop y el reggaeton: el ritmo de estas músicas contestatarias, compuestas aquí por Luis Castro, que en este caso se permiten "contaminar" tanto la puesta en escena como los parlamentos poéticos de la obra, con una flexible fidelidad a la traducción que Neruda hiciera en 1964.

Las frases y versos incluyen reiteradamente la muletilla "on", el apócope de "huevón" presente siempre en el habla informal chilena, así como "conchetumadre", otra expresión local despojada de su carga insultante a fuerza de repetida.

Otra licencia, que arranca risas a más de algún espectador, corresponde al momento en que Romeo y Julieta acuerdan su cita clandestina en el balcón. Cuando ella le pregunta la hora en que se verán, él responde "tipín nueve", fórmula con que los chilenos camuflan su endémica impuntualidad.

Neruda, ganador del premio Nobel de Literatura en 1971 y fallecido en 1973 tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de ese año, hizo su propia traducción en 1964 del texto de Shakespeare para el montaje de "Romeo y Julieta" que el Teatro de Ensayo de la Universidad de Chile haría dos años después en la sala Antonio Varas, la misma que acoge hoy al Teatro Nacional.

La traducción de Neruda, considerada una de las mejores versiones en español de la obra más famosa de Shakespeare, dio pie en 1978 para que González Mardones montara por primera vez esta pieza, en una versión que entonces planteó una mirada crítica sobre la contingencia política, marcada por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

El director, que fue reconocido en 2005 con el Premio Nacional de Arte, lanza ahora una mirada igualmente crítica, pero menos coyuntural, que se hace cargo de la violencia, la inseguridad, el temor y las incertidumbres de la vida actual, con sus interferencias, en este caso, sobre el amor de dos adolescentes.

"Como buen clásico, (Shakespeare) entrega a cada época una voz de tiempo presente", señaló el director al suplemento Artes y Letras del diario local El Mercurio.

"Los clásicos tienen esa cualidad, y especialmente Shakespeare, que siempre tiene algo que decir, que enseñar. Iluminan el camino para comprender la sociedad. Son un excelente barómetro de todos los tiempos", añadió.

En Chile, "la gente vive atemorizada, no es feliz. Los estadios ya no son un lugar de encuentro y recreación. En las 'poblaciones', donde las personas tienen razones para reclamar muchas cosas, los métodos que se usan son temibles. Ese fue el mundo que yo quise retratar", explicó el artista.

Romeo, encarnado por el joven actor Ricardo Fernández, es a su modo un exponente de esta incertidumbre contemporánea, como un joven inestable emocionalmente e inconstante en sus amores, hasta que encuentra a Julieta, representada por la actriz María José Parga.

La familia de Julieta, los Capuletos, con un padre carnicero y una madre vulgar y arribista, típicos nuevos ricos, contrasta con la de Romeo, los Montescos, cuyo padre es más bien un hombre culto, aunque dueño de una botillería (expendio de licores).

El recurrente conflicto de las familias enemigas se da aquí en medio de la violencia, las peleas callejeras y las venganzas, en un montaje de 100 minutos en que los 15 actores se desplazan permanentemente en el escenario al ritmo del baile, mientras recitan los versos nerudianos con acento de hip-hop.

"Yo propuse un Romeo bien frenético, desenfrenado, loco y atípico. No hay que olvidar que es un tipo que se mata por amor y mata a otros dos a su paso. Es una historia de crímenes pasionales. Lo bonito de este rol es que Romeo muere con sus objetivos a cuesta, muere por amor", señaló Fernández.

Parga, a su vez, dijo al diario local La Nación que su objetivo fue construir para esta obra "una Julieta que tiene que ver con ésta y no con otra época. No es la Julieta dulce y casta, obediente de sus padres. Es una chica común y silvestre, que se enamora".

José Silva, de 55 años, aficionado al cine y al teatro, se declaró satisfecho con esta nueva versión del clásico de Shakespeare. "Entre tantas versiones mediocres que me ha tocado ver, ésta tiene una propuesta no solo original, sino también valiente", dijo a IPS.

A su modo, el montaje de González Mardones, recapturó, según Silva, la propuesta de "Amor sin barreras" (West side story), el filme musical dirigido en 1961 por Robert Wise y Jerome Robbins, que trasladó la tragedia de Verona a la Nueva York de las disputas entre pandillas de anglosajones y emigrantes latinoamericanos.

Este aficionado recuerda también con agrado la versión clásica de "Romeo Julieta" hecha en 1968 por el director italiano Franco Zefirelli, como una de las más rescatables de la abundante filmografía inspirada en esta obra.

"En el anecdotario de las propuestas chilenas inspiradas en 'Romeo y Julieta' hay que condenar al eterno olvido a 'Azul y blanco' por mala", añadió Silva en alusión al filme estrenado en 2004 del joven director Sebastián Araya, que trasladó el argumento a las pugnas de las barras bravas de Colo-Colo y Universidad de Chile, los dos equipos de fútbol más populares de este país.

En cambio, agregó, merece algún reconocimiento la película "El casamiento de Romeo y Julieta", filmada en 2005 y dirigida por el brasileño Bruno Barreto (Doña Flor y sus dos maridos, de 1976), que también recurrió al fútbol, en esta caso a las rivalidades en Sao Paulo de los seguidores de Palmeiras y de Corinthians.

Es que esta comedia, estrenada en Chile a fines de marzo, pasó sin pena ni gloria por las salas cinematográficas. (

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