Mientras Occidente debate la supuesta amenaza nuclear de Irán, destacados gobernantes de los ocho mayores países musulmanes afirmaron en esta isla turística su derecho a la energía atómica con fines pacíficos.
"Reafirmamos nuestro compromiso de aumentar la cooperación en el ámbito energético, para desarrollar fuentes de energía alternativas y renovables, como biocombustible, biomasa, hidroeléctrica, solar, eólica y el uso de la energía nuclear con fines pacíficos, entre otras", afirma la declaración del grupo Ocho en Desarrollo (D-8 por sus siglas en inglés).
El documento "es simplemente una declaración de apoyo a la energía nuclear pacífica que es un derecho universal. No tiene otro significado", dijo a IPS Indria Samego, un experimentado analista del Instituto de Ciencias de Indonesia, en referencia a la declaración del D-8 (Bangladesh, Egipto, Indonesia, Irán, Malasia, Nigeria, Pakistán y Turquía).
Casi desconocido en Occidente, el D-8 fue creado por Necmettin Erbakan, primer gobernante musulmán de Turquía desde 1996 y obligado a renunciar en 1997.
El grupo quedó establecido a partir de la Declaración de Estambul, el 15 de junio de 1997, y se ha reunido aproximadamente cada dos años. La de Bali fue la quinta reunión después de las de la capital turca, Dhaka, El Cairo y Teherán.
El D-8 nació a partir de la Organización de Países Islámicos (OPI) de 57 miembros.
Mientras en la OPI dominan las naciones de Medio Oriente, el D-8 representa a casi 900 millones de personas que, a excepción del chiita Irán, profesan el Islam en una versión sunita moderada y han adoptado los valores occidentales de la democracia.
Los principales asuntos de interés del D-8 son el comercio y el bienestar social. De hecho, sus objetivos son "mejorar la posición de los países en desarrollo en la economía mundial, diversificar y crear nuevas oportunidades para las relaciones comerciales, aumentar la participación en los procesos de decisión en el ámbito internacional y facilitar una mejor calidad de vida de sus ciudadanos".
El grupo también pretende ser un contrapeso de la influencia del Grupo de los Ocho países más poderosos del mundo: Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia.
Los ocho países musulmanes discutieron el delicado asunto de la energía alternativa como quedó asentado en el documento final del encuentro, la Declaración de Bali.
Irán rápidamente se refirió al texto en el marco de su búsqueda de apoyo internacional ante el conflicto que sostiene con un grupo de países encabezados por Washington, que lo acusa de realizar experimentos secretos para obtener armas nucleares. Teherán alega que su interés se refiere estrictamente a la generación de electricidad.
"Agradecemos a los países miembros del D-8 por su iniciativa de defender el desarrollo y el uso de la energía nuclear con fines pacíficos", declaró el presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, en conferencia de prensa después de conocida la declaración final del grupo.
El analista Samego sostuvo que "desde el punto de vista de Teherán", la resolución puede interpretarse como un signo de apoyo. "Pero sólo desde su punto de vista. Indonesia firmó un tratado internacional vinculante contra las armas nucleares".
Indonesia ha anunciado sus planes de construir una central nuclear que estaría operativa en 2015.
Es significativo que ninguno de los jefes de las delegaciones del D-8 hubiera mencionado el programa nuclear de Irán en su discurso.
Tanto el presidente de Indonesia, Susilo Bambang Yudhoyono, como el primer ministro de Malasia, Abdullah Ahmad Badawi, por mencionar dos, declararon su apoyo al derecho de Teherán a desarrollar tecnología nuclear con fines pacíficos. Al mismo tiempo, urgieron a Ahmadinejad a ser más transparente y reiteraron su oposición a las armas atómicas.
Al menos uno de los países del D-8, Pakistán, tiene armas nucleares y no es signatario del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Washington se negó a cooperar con Pakistán, a pesar de ser un aliado cercano, en un programa de energía nuclear civil arguyendo que había entregado tecnología atómica a Corea del Norte, Irán y Libia.
Alexander C. Chandra, analista en política exterior del Instituto de Justicia Global con sede en Yakarta, considera que los países islámicos, lejos de apoyar el programa bélico nuclear de Irán, están preocupados por él.
"Los miembros del D-8 y los de la OPI están preocupados por lo que está pasando en Irán, pero este no los escucha, hace lo que quiere", dijo a IPS en entrevista telefónica.
La crisis amenaza con empeorar y la imposición de sanciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) pasa a ocupar un lugar central debido a que Ahmadinejad desestimó una propuesta de las naciones europeas que incluía el cese de las operaciones de enriquecimiento de material radiactivo a cambio de transferencia tecnológica.
"Irán no aceptará ninguna propuesta que implique la interrupción (del enriquecimiento de uranio). Los europeos pueden guardarse sus iniciativas", declaró el miércoles durante la visita a la ciudad de Arak, en el norte del país, donde se está construyendo un reactor que producirá plutonio.
El lunes, en otro de los intentos por hallar una salida diplomática al conflicto, el alto representante europeo para Política Exterior y Seguridad Común, Javier Solana, había prometido hacer a Irán una atractiva oferta que abarcaría el aspecto nuclear, pero también otros como el económico y posiblemente garantías de seguridad, si accedía a ceder a las presiones de la ONU para detener el enriquecimiento de uranio.
Pero el D-8 discutió otros asuntos además de Irán. El aspecto comercial ocupó un lugar importante en la agenda de los dirigentes. Se firmaron dos acuerdos para disminuir los aranceles a la importación de varios productos y proveerse asistencia mutua en materia aduanera.
Estos dos acuerdos sentarán una base importante para futuros compromisos de cooperación entre los países miembros y se espera que estimulen el comercio entre ellos, que sigue siendo demasiado bajo a pesar de tener una tendencia positiva, indicaron varios funcionarios presentes en la cumbre.
Entre 1999 y 2004, el intercambio se incrementó casi 127 por ciento, llegando a un monto de 33.000 millones de dólares. Sin embargo, esta cifra sólo representa cuatro por ciento del total del comercio exterior del D-8.
"Los acuerdos son buenos, el problema es su implementación. Tenemos que esperar y ver si tienen algún impacto", señaló Chandra.
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