El proyecto Usina Verde busca generar energía en Brasil, eliminando residuos urbanos, y contribuir al control del calentamiento global. Pero no es bien visto por ambientalistas porque emplea la incineración.
La planta piloto del proyecto, que contó con capital de una empresa privada del mismo nombre, inició operaciones en mayo de 2005 en Río de Janeiro y ya transforma 30 toneladas diarias de basura en 2,6 megavatios de energía.
Los patrocinadores de Usina Verde esperan vender plantas como ésta a varios municipios del país.
El plan "no puede ser considerado limpio ni sustentable", dijo a Tierramérica Temístocles Marcelos, secretario ejecutivo del Foro Brasileño de ONG y Movimientos Sociales para el Ambiente (FBOMS).
Los incineradores son fuentes de contaminantes orgánicos persistentes (COP), como dioxinas, furanos y metales pesados, condenados por el Convenio de Estocolmo (2001), por provocar daños a la salud de varias generaciones, agregó.
Las dioxinas son cancerígenas, afectan el sistema endocrinológico y se transmiten por la cadena alimentaria, incluso por la leche materna. Los COP presentes en los gases, cenizas y otros residuos de la incineración son peligrosos, aunque en proporciones inferiores a la permitida por las normas nacionales, observó.
Entre los beneficios de Usina Verde, sin embargo, figura la eliminación de los grandes basurales y rellenos sanitarios que contaminan el aire y las aguas subterráneas. Y la posibilidad de rendir créditos de carbono en el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) del Protocolo de Kyoto (1997), que permite a países industrializados invertir en proyectos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en países en desarrollo.
El proyecto, uno de los 72 ya aprobados por el brasileño Comité Interministerial de Cambio Global del Clima, tiene que pasar los trámites de las Naciones Unidas para ingresar al mercado de carbono.
Fue diseñado por el Centro de Estudios Integrados sobre Ambiente y Cambios Climáticos (Centro Clima) de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), a partir de tecnología desarrollada por la empresa Usina Verde en asociación con universidades.
Sus créditos provendrán de la reducción de gases que recalientan la Tierra, es decir, el metano que generan los basurales y el dióxido de carbono derivado de la generación eléctrica por combustibles fósiles como petróleo o carbón, y también de los camiones que transportan desechos a basurales lejanos.
Una planta piloto en el campus de la UFRJ procesa 30 toneladas diarias de residuos, produciendo electricidad por medio de su "quema controlada". A la basura recibida de la empresa de limpieza urbana antes le retiran los materiales reciclables y los no combustibles.
Los gases y vapores producidos por la combustión a temperaturas de 850 a 1.000 grados, son enfriados nuevamente y lavados para evitar la contaminación, proceso del que luego resultan sales minerales y el agua lista para reutilizar.
Las cenizas y restos no inflamables equivalen a ocho por ciento de los residuos usados y, junto con las sales decantadas, se destinan a producir pisos y ladrillos. En el futuro, si se comprueba que no son tóxicos, podrán usarse también en la agricultura, para corregir suelos ácidos, señaló Emilio La Rovere, coordinador del Centro Clima.
La empresa Usina Verde puso a la venta plantas modulares que procesan 150 toneladas diarias de desechos, con una potencia de 2,6 megavatios, suficiente para suministrar electricidad a 7.600 residencias con un consumo promedio de 200 kilovatios por hora mensuales.
Ese sistema se emplea en 35 países, especialmente europeos, incinerando 14 millones de toneladas de basura anuales en Alemania y España y 26 millones en Estados Unidos, destacó La Rovere.
Es una alternativa válida en Brasil, donde la mayoría de los desechos urbanos se acumulan en basurales a cielo abierto o "rellenos no sanitarios", causando graves daños ambientales y conflictos entre municipalidades de las áreas metropolitanas por la "exportación" de basura y la escasez de áreas para disponer de ella, arguyó.
El proyecto es, además, económicamente viable ante los costos de los rellenos sanitarios. Su energía no es tan barata como la hidroelectricidad, pero se compensa con los créditos de carbono y factores como la cercanía de la fuente y empleos generados en la misma ciudad.
Pero, según Marcelos, su aprobación en el ámbito del Protocolo de Kyoto estimularía a ciertas empresas a "multiplicar esas plantas de Usina Verde" por intereses comerciales, buscando "publicidad verde", en desmedro de otras opciones mejores para tratar y aprovechar los residuos sólidos urbanos.
El reciclaje genera más empleos y estimuló la organización de muchas cooperativas de recolectores de basura, en un movimiento de inclusión social que sería trabado por la "incineración de su materia prima", agregó.
Pero Usina Verde también puede adoptar tecnologías extranjeras que reduzcan más las emisiones de dioxinas y furanos, respondió La Rovere.
Además, Brasil está quemando mucha basura sin control y su uso termoeléctrico se propone sólo como una alternativa para el manejo adecuado de quizás "entre cinco y 10 por ciento" de los desechos urbanos, concluyó.
* El autor es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 13 de mayo por la red latinoamericana de Tierramérica.