A sólo 28 kilómetros de la capital argentina, un paisaje único se abre a los ojos del visitante en el delta del Tigre, como se llama el tramo final del laberinto de islas y cursos fluviales de variado tipo formado antes de que el Paraná desemboque en el Río de la Plata.
Este escenario, que aloja una rica biodiversidad y pintorescas viviendas erigidas sobre pilotes, sufre una alta contaminación, que ha sido denunciada sin éxito por los isleños desde hace por lo menos 20 años.
Pero ahora, a raíz de la repercusión de los reclamos de vecinos de la oriental provincia de Entre Ríos contra la instalación de dos fábricas de celulosa en la costa uruguaya de un río compartido, la voz de los habitantes del Tigre comenzó a llegar a los lugares de toma de decisión.
Igual que lo ocurrido con los afectados por la polución de la Cuenca Matanza Riachuelo, en el sur de la ciudad Buenos Aires, las organizaciones de vecinos del Tigre continental y de las islas aledañas nunca fueron escuchadas. Empero, ahora, la Secretaría de Política Ambiental de la oriental Provincia de Buenos Aires, jurisdicción a la que corresponde, dio curso a sus demandas.
El río Paraná desemboca en un amplio delta de 14.000 kilómetros cuadrados de superficie. Ese sistema de ríos y arroyos constituye un humedal que funciona como regulador de mareas provenientes del Río de la Plata. Los vecinos que viven en las islas conocen como pocos el ecosistema y no le temen a las inundaciones.
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El delta del Paraná, originado por la deposición de sedimentos provenientes de toda la Cuenca del Plata, se divide en superior, medio e inferior desde su comienzo en la oriental provincia de Entre Ríos y se introduce por el norte en la provincia de Buenos Aires para terminar en la zona del Tigre.
Los sedimentos, que se depositan a razón de 200 millones de toneladas por año, hacen que el delta crezca entre 70 y 90 metros en ese mismo lapso.
"Cuando hay inundaciones, los evacuados son ribereños, nunca isleños, porque los isleños estamos adaptados a este medio, construimos casas altas y sabemos que el agua es parte de la naturaleza", explicó a IPS Martín Nunziata, residente en una isla y presidente de la organización no gubernamental AproDelta.
La vida de los isleños está íntimamente vinculada a la naturaleza. Para movilizarse utilizan lanchas particulares o colectivas de uso público y cuando el agua comienza a subir y se temen las inundaciones ya tienen hecho su acopio de alimentos y otros bienes como para afrontar un aislamiento de horas o incluso días.
Estas inundaciones no son ninguna tragedia para ellos, pues son parte de su vida.
El problema surge porque el delta del Paraná se nutre entre otros ríos, del Reconquista, el segundo curso fluvial más contaminado de Argentina después del Riachuelo, que ya está en emergencia ambiental.
El río Reconquista es un brazo que llega desde el sur y desemboca en el río Tigre, una de las vías principales del delta hacia el Río de la Plata.
A la vera del Reconquista hay unas 12.000 plantas industriales extendidas a lo largo de 18 municipios de la provincia de Buenos Aires. Las fábricas vierten sus residuos sin tratamiento. Pero además faltan accesos a la red de cloacas y de esa forma el río se transforma en un vertedero de toda clase de contaminantes.
Hace una década, para neutralizar el impacto de las inundaciones que afectaban a pobladores de la ribera del río Reconquista y del Tigre, las autoridades construyeron un "canal aliviador". Desde entonces, frente a cada marea, los cauces artificiales distribuyen la polución a toda la cuenca del delta.
"Yo vivo sobre el río Carapachay y cuando el agua viene del Reconquista el río se pone negro y se ven peces muertos o sobrevivientes que suben a buscar oxígeno", contó Nunziata. En cambio, cuando el agua baja y el río se alimenta del Paraná, la situación mejora. "Lo que hay que hacer es sanear el río Reconquista", concluyó el isleño.
En febrero, un grupo de vecinos denunció la "contaminación y mortandad masiva de peces" en tres ríos, un arroyo y en la desembocadura del canal aliviador. De inmediato, la Secretaría de Política Ambiental ordenó una investigación que incluyó un recorrido por el delta del Paraná y recolección de muestras de agua para analizar.
El informe, presentado en abril, confirma las denuncias y recoge tanto el diagnóstico como las propuestas de solución de vecinos y ambientalistas. Los peritos detectaron "basurales flotantes", "olores nauseabundos", "peces moribundos boqueando en la superficie" y "coloración oscura" del agua en múltiples zonas.
Los análisis de laboratorio ratificaron que las aguas tomadas en el canal aliviador, conectado al Reconquista, y en el río Tigre, aguas abajo del mismo canal, tienen "concentraciones elevadas" de metales pesados, amonio, nitritos, sulfatos, hidrocarburos y bacterias fecales, entre otros contaminantes.
"El problema es que hubo 400 millones de dólares de préstamos internacionales para construir obras que permitieran controlar las inundaciones y sanear el río, pero los gobiernos pasados sólo hicieron las primeras y no las segundas", explicó Nunziata. Por eso el nuevo canal aliviador expande la contaminación a la cuenca.
"Les advertimos entonces que, sin saneamiento, todas las obras serían en vano, porque se seguirían contaminando los ríos. Pero no hubo voluntad política ni capacidad para llevar adelante ese trabajo ni para inspeccionar y cerrar las fábricas que no se adecuen a los controles", denunció el activista.
Entre las propuestas recogidas ahora por la Secretaría de Política Ambiental está la creación de un Comité de Cuenca del Río Reconquista , proyectado y nunca concretado, y un programa mediante el cual cada municipio involucrado sea responsable de controlar el tratamiento o disposición final de los residuos.
Las autoridades también se hicieron eco del reclamo para que funcionarios expertos, ambientalistas y organizaciones de vecinos tengan participación en ese comité, y del pedido para que se construya un vertedero de cota en el inicio del canal aliviador que cumpla con su función original de aliviar excesos, sin contaminar.
Los funcionarios destacaron que los vecinos piden que se cumplan las promesas de obras de saneamiento y control de la contaminación industrial del río Reconquista, sobre todo la construcción de cuatro plantas de tratamiento que están proyectadas desde hace ya una década.
"Es evidente que la Cuenca del Reconquista está sobresaturada por vuelcos cloacales e industriales sin adecuado tratamiento, que superan holgadamente su capacidad natural de autodepuración", reconoce el estudio gubernamental. Sostiene que el río debería ser declarado en "emergencia ambiental", igual que el Riachuelo.
Finalmente, el informe remarca la importancia de sanear las cuencas que aportan agua al Río de la Plata, fuente de abastecimiento de agua potable de unas 14 millones de personas que viven en la zona más poblada de Argentina.