El horror invadió a la japonesa Hiroko Hashizume, de 66 años, cuando supo que en África se practicaba la mutilación genital femenina. Pero el estremecimiento abrió paso muy pronto al deseo de hacer algo para terminar con esa cruel costumbre.
"Nunca antes había escuchado sobre eso. No podía creer que se sometiera a las jóvenes a esa intervención", dijo Hashizume, quien hasta hace poco era voluntaria de la organización japonesa Acción de Mujeres contra la Mutilación Genital Femenina.
"África está muy lejos de Japón, pero me solidaricé con las víctimas y quise contribuir, ayudar a los activistas", agregó esta mujer alta y elegante.
La experiencia de Hashizume es representativa de un país como Japón, donde no existe ninguna tradición ni siquiera similar a la mutilación genital femenina, pero en el que los derechos de las mujeres a la salud reproductiva han quedado postergados.
"Eso lleva a las japonesas a comprometerse cuando descubren estas situaciones, pues consideran muy importante que las propias mujeres tomen sus propias decisiones, y a buscar más apoyo para combatir esta costumbre", explicó Yumiko Yanagisawa, fundadora de la organización en 1996.
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Yanagisawa, escritora y traductora, es una conocida defensora en Japón de los derechos reproductivos de las mujeres.
El incremento en los últimos tiempos de casos de VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida) y de otras enfermedades de transmisión sexual entre las jóvenes japonesas abrió un debate nacional sobre la falta de educación sexual en el sistema formal de enseñanza.
"Las japonesas comparten con las africanas un estatus social similar. Unas y otras son consideradas ciudadanas de segunda clase, que no pueden tomar decisiones con respecto a sus propios cuerpos", explicó Yanagisawa.
Para Hashizume, comprometerse con esta causa es una forma de expresar una convicción profunda acerca de la libertad de todas las personas, independientemente de su sexo, para proteger sus cuerpos y protegerse a sí mismas.
"¿Cómo puedo permanecer al margen y ver que se mutila a mujeres africanas saludables en nombre de la tradición?", se preguntó.
Millones de mujeres y niñas africanas son sometidas a esa mutilación, mal llamada "circuncisión femenina", que consiste en la mayoría de los casos en la extirpación total o parcial del clítoris, en general sin anestesia y en pésimas condiciones sanitarias.
La forma más severa de mutilación, la infibulación, consiste en cercenar los labios menores y mayores de la vagina y suturar gran parte del orificio, dejando apenas una pequeña apertura para la salida del flujo menstrual. En el primer coito, esa sutura es desgarrada.
Muchos hombres defienden la práctica arguyendo que disminuye el riesgo de que sus esposas les sean infieles, pues creen erróneamente que la mutilación reduce el deseo sexual.
Ciertas comunidades ven a la operación como una iniciación a la adultez y también una medida higiénica, en tanto que algunos musulmanes la defienden como un requisito religioso.
Pero las mujeres mutiladas padecen fusión de los labios vaginales, quistes y dolor durante el coito, problemas que suelen permanecer sin diagnóstico ni tratamiento durante años. Además, muchas niñas mueren poco después del procedimiento debido a hemorragias incontrolables o infecciones.
La mutilación genital, mal llamada "circuncisión femenina", es una costumbre que se practica en algunas partes de África que consiste en cercenar sus genitales, en general se practica antes de la pubertad. El ritual es perjudicial tanto psicológica como físicamente.
La Organización Mundial de la Salud estima que entre 100 y 140 millones de mujeres y niñas han sido mutiladas en todo el mundo y que cada año, dos millones de niñas corren riesgo de sufrirla.
Acción de Mujeres contra la Mutilación Genital Femenina está integrada por 250 voluntarias. Hace poco, algunos hombres comenzaron a participar en sus actividades.
Se trata de una organización relativamente pequeña, pero ha tenido una destacada actividad de divulgación en la sociedad japonesa. Pero la más importante de sus tareas es la canalización de donaciones a organizaciones de mujeres africanas que luchan contra la mutilación genital.
La nueva conductora de la organización, Miki Nagashima, de 28 años, se inspiró en su anterior trabajo en la oficina japonesa del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados para lanzar una iniciativa novedosa: ofrecer asilo a las mujeres que huyen para no ser mutiladas.
"Cuando trabajaba con refugiados, conocí a una mujer africana que escapaba de su país para no ser mutilada. No podía solicitar estatus de refugiada porque en Japón hay escaso conocimiento sobre el asunto. Pretendo cambiar esto", explicó Nagashima a IPS.
Esta joven investigadora de la Universidad de Waseda, cuyos propios padres no sabían nada sobre la mutilación genital femenina hasta que su hija les habló al respecto, trabaja sin descanso en busca de información y dando conferencias en todo Japón.
"Japón tiene problemas sin resolver, como el abuso sexual de niñas y la violencia doméstica contra las mujeres. Por esto es importante hablar acerca de la mutilación que sufren las mujeres, pues atraviesa las fronteras y debe ser resuelto por la sociedad en su conjunto", explicó.
Las activistas dicen que el enfoque adecuado consiste en acercar el asunto a los japoneses, aunque Yanagisawa consideró que se deben evitar descripciones explícitas en la conservadora sociedad japonesa, donde el sexo sigue siendo tabú.